Borrar
En su taller de Mogro, Millán Castellano realiza artesanalmente cada pala. Desde recortar su figura en un tablón hasta el último barniz. Juanjo Santamaría

Palas «con madera que habla»

El Diario Montañés visita la 'guarida' de Millán Castellano, un innovador en el deporte autóctono de los arenales de Cantabria | Así se hacen «desde cero» las nuevas joyas de la playa

Lucio V. Del Campo

Santander

Martes, 15 de julio 2025, 07:05

Comenta

Cantaban Los Carabelas que «un paseo por El Sardinero no hay igual en el mundo entero». Tenían razón. El entorno de este enclave en Santander es único y hay escenas que evocan directamente a este lugar. El mar, la brisa, el faro de Cabo Mayor, las playas y las palmeras sobresaliendo entre las alturas de Piquío son algunas de las imágenes que se pueden ver cada día. Pero hay otra que también destaca. A la vista y al oído. Una particularidad de las playas de la región. Una seña de identidad: las palas cántabras.

Esas pesadas y macizas palas de madera que sirven para intercambiar pelotazos a una distancia de entre siete y diez metros han formado parte del paisaje de los arenales de la comunidad desde 1929, cuando Mariano Pérez y su cuadrilla de amigos las impulsaron en la playa de La Magdalena, en Santander. Décadas y décadas los palistas han jugado –y sufrido– el peso de una pala robusta, hasta que llegó Millán Castellano y cambió su modo de fabricación con la creación de la marca Tok-Pok –que es la onomatopeya del choque de la pelota en la pala–. De pesar 700 gramos cada una, este vecino de Mogro ha logrado que se quede en solo 350-500. Ligado al mundo del tenis desde hace más de treinta años, Millán fue encordador de raquetas de leyendas como Roger Federer, Rafa Nadal o Novak Djokovic, entre otros. Y, pese a dedicarse también a dar clases como profesor de tenis, nunca se olvidó de las palas.

Pero, eso sí, había un inconveniente. El peso y sus consecuencias. «Jugaba mucho a las palas, pero siempre me acababa lesionando y teniendo problemas en el codo, y el brazo destrozado», dice. Por ello, «me encabroné». así que se le ocurrió la idea de fabricar él mismo unas palas. Eso sí, con diferencias respecto a las tradicionales. «Fui a distintos talleres y nadie me las quiso hacer. Me dijeron que no me las hacían, porque las palas cántabras han sido de una manera y serán así toda la vida», señala Castellano, que bromea con que le «gustaría encontrar a estas personas y que viesen dónde he llegado». Al no contar con ninguna ayuda de profesionales, Castellano compró una sierra de calar «sin tener ni idea de carpintería» y empezó a «probar» cómo sería fabricar una pala. Tras varios intentos, los modelos fueron mejorando y este profesional se lanzó a introducirlos en sus tiendas de tenis.

Palas en el taller en distintas fases del proceso. Juanjo Santamaría

«Quería algo distinto al resto»

El objetivo de Castellano era que sus palas fuesen «distintas al resto». Para ello, las tintó y ya no eran de color madera, sino turquesas, verdes, amarillas o naranjas para que resultasen «más atractivas visualmente». También, al venir del mundo del tenis, el puño de madera de la pala tradicional le «resbalaba» y le puso un grip para facilitar el agarre. Otra de las innovaciones fue que realizó un «agujerito en el centro de la pala que aparte de aligerar la pala de haya le daba más manejabilidad». Pero, aparte de estas modificaciones, la clave de estas palas está en el modo de elaboración. Castellano las crea «desde cero» en su taller de Mogro y corta la madera «como si fueran filetes». En el proceso de fabricación, coge el bruto del tablón, hace la forma de la pala, la lija, la cantea, la barniza y la vuelve a lijar. «Al año hago muchos miles de palas, unas llevan mucho trabajo y otras se hacen rápidamente», apunta.

La marca 'Cantabria' se internacionaliza: «Desde mi taller de Mogro he vendido palas a los cinco continentes»

Otro de los aspectos a destacar de estas palas es que Castellano se aleja de la tradicional y trabaja con «65 variedades de madera y unos 50 modelos». «Simplemente de la pala cántabra tengo veinte variantes», añade el gerente de Tok-Pok, que detalla que puede haber diseños con «longitudes y tamaños distintos, además de con perforaciones». «Me encanta utilizar toda la madera que pase por mis manos. Me da igual el tipo, no hay madera mala, sino que hay que adaptarla para sacar lo mejor de ella», afirma. Y es que, si uno se acerca a su taller, se encontrará maderas «de medio mundo», aunque la preferencia de Castellano sean las «dulces y tropicales». Y con esta materia se logran «unas palas con unas maderas que hablan». «Son espectaculares», valora con una sonrisa.

Pero, pese a incluir numerosas novedades, este profesional defiende que la pala cántabra se tiene que hacer con «la forma tradicional», porque «no hay que perder su esencia ni notoriedad». «Hacemos palas de muchos tipos, pero la de aquí tiene unas formas y hay que tratar de conservarlas y preservarlas», asevera.

Hueco en la moda y las aulas

«Siempre he pensado que la pala cántabra era una herramienta menos preciada y yo lo que he querido es darle un toque de valor y diseño, para lograr que sea apetecible», dice Castellano. Es por ello que han dado un salto y se han colado entre «marcas internacionales». «La pala luce más allá del deporte y mi objetivo es posicionarla como un complemento de la moda para las colecciones de verano, al igual que unas gafas o un bañador», señala.

Y claro, al ser contratado por firmas de lujo, los precios «tienen que ir acorde» a estas. Un estuche con dos palas, una pelota y un complemento vale 1.200 euros. «También incluye una bolsita en la que se mete la madera triturada con la que se ha hecho la pala. El cliente al abrirla le viene un gran olor a naturaleza», añade.

Pero no por 'vestir' a este tipo de marcas Castellano deja de lado al resto. Según dice, Tok-Pok cuenta con «muchas opciones para adaptarnos al mayor número de empresas –o de personas–» y también vende palas «muy sencillitas y económicas» por tan solo diez euros. La horquilla de precios es desde esta cantidad hasta los 1.200 euros de las marcas de lujo. Casi nada. Pero para alguien que esté interesado en una pala «normal» cántabra, las cantidades están entre los 30 y 40 euros.

La pasión de Castellano por las palas va también más allá del puro comercio y en su taller realiza unos programas para colegios, institutos y universitarios de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte (Cafyd) –y también empresas–, donde hay una parte teórica de este deporte y su historia, y otra práctica en la que los participantes fabrican su propia pala. «La trabajan, la lijan y la ponen el puño», explica. Según continúa, para él es tan importante vender palas como preservar el juego y mantenerlo vivo.

«Quiero que las nuevas generaciones lo conozcan y que no caiga en el olvido». Y parece que el objetivo se consigue. «Los chavales se han enganchado y la media de edad de los palistas ha bajado», celebra el propietario de Tok-Pok, que recuerda como «hace quince años en la playa de El Camello la mayoría de la gente era mayor». «Nosotros hemos logrado –afirma con orgullo– cambiar eso con una pala más ligera, fácil y manejable».

Millán Castellano Fabricante de palas

Las cinco claves de las palas al estilo 'Tok-Pok'

  1. Puño con grip

    Este profesional viene del tenis y adaptó este mundo a las palas

Frente a las palas tradicionales, cuyo puño es también de madera, al igual que el resto de la pieza, Castellano integró un grip de tenis para «facilitar el agarre» y obtener una «mayor manejabilidad». También, según señala, se logra que la pala «sea más ligera» y que, con el sudor o el agua, «no se te resbale».

  1. Todo tipo de madera

    Para Castellano «no hay madera mala», cualquiera se puede tratar

La mayoría de fabricantes utiliza pocos tipos de madera, explica, mientras que Castellano produce palas con «65 variedades». «A la tienda traemos maderas de medio mundo. Cuando vamos de viaje por cualquier lado, la gente busca imanes y yo tipos de maderas para mis futuras palas».

  1. Innovación en el peso

    Las tradicionales pesan 700 gramos, mientras estas 350-500

La fabricación de estas palas se hace mediante «filetes» de madera y, con esa técnica, Castellano es capaz de hacer la pala tradicional de haya cántabra, que generalmente alcanza los 700 gramos, con un peso de 490. Para lograrlo: «Se trabaja muy lentamente y el proceso del barnizado hay que trabajarlo muy bien».

  1. No perder la esencia

    Pese a las innovaciones en su proceso, las palas tienen la misma forma

Una de las obsesiones de Castellano es que «no se pierda la notoriedad» de la pala tradicional, ni su forma. «El juego tiene que evolucionar y eso hemos hecho, pero una cosa es evolucionarlo y otra es cambiarlo», dice el profesional, que asegura que «siempre hay que respetar la esencia» de este deporte regional.

  1. Amplia horquilla de precio

    Las hay para todo el público, desde los 10 euros hasta los 1.200

El profesional indica que vende palas «sencillas» por 10 euros y que luego hay otras que valen 1.200. «Nos movemos entre toda esa horquilla», añade. Pero, surge una duda: ¿cuánto vale una pala tradicional cántabra? «Hacemos unas magníficas por unos 30-40 euros», unos precios similares a los de la competencia.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Palas «con madera que habla»

Palas «con madera que habla»