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Javier Cotera
Un pedazo de mar en sus manos

Un pedazo de mar en sus manos

Los Centinelas Cantabria vigilan la costa de vertidos fecales, basura y la maldición del plástico

Marta San Miguel

Santander

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Domingo, 19 de agosto 2018, 08:36

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Llueve con lentitud, pero Soledad Pedraz lleva gafas de sol la tarde que este periódico reúne a los vigilantes de la costa en El Sardinero. La playa de La Concha está vacía, y salvo un corredor que entrena por la línea de la marea, sólo ellos se mueven por el arenal. Se mueven en grupo como si hubieran perdido algo por el suelo, mientras caminan hacia el emisario que separa la playa del Camello donde esta semana una centinela denunció el vertido fecal que emponzoñaba la zona de baño. «Después de 64 años con la vista perfecta, perdí la visión de un ojo y me hice centinela», dice Soledad, y se coloca las gafas para la fotografía que les hacen para este reportaje. Todos ríen. Qué paradójica metáfora. Alguien se agacha a coger un trozo de plástico. Posan de nuevo. Les cuesta mirar sólo al objetivo sabiendo que a sus pies puede haber más residuos. «Miradme a mí», dice el fotógrafo. Y el ojo bueno de Soledad, oculto tras las gafas, se compromete a vigilar, como el resto de compañeros, cuando sale a pasear por los 500 metros que comprenden los acantilados del Faro; su zona asignada. Vive cerca, en Valdenoja. «En verdad es Cueto», matiza, y enumera con la misma precisión la lista de desacatos que ha identificado en sus horas de centinela por la costa santanderina.

Desde que se fundó la asociación en 2011 bajo el paraguas del proyecto europeo Coastwatch, ese es el trabajo de más de 280 voluntarios que hoy en día configuran la red de vigilantes de la costa cántabra. Tienen distintas edades y profesiones; funcionarios, profesores, estudiantes de instituto, jubilados y, sin embargo, hay algo que los vincula además de su pertenencia a la red Centinelas Cantabria. En ellos, ver plásticos en vez de arena tiene algo de gesto inconsciente, como morderse las uñas, estornudar. «Mi marido dice que conmigo ya no puede pasear por la playa». Adriana Sanjurjo acaba de meterse en la bolsa algo parecido a un tubo de batidora mientras camina por La Concha, en El Sardinero. Es la coordinadora, la que los ha citado a todos en la playa. Alguien la imita.

Cuidar todo el año

Sanjurjo es una de las cuatro fundadoras de este colectivo que ha lanzado este verano varias denuncias por vertidos fecales en la playa de Usil (Mogro) o El Sardinero, en Ajo (arroyo La Bandera) y en Somo (río Castanedo), tras un muestreo realizado en mayo. Pero ante lo mediático de sus alertas por la sensibilidad que existe en temporada de baños, su trabajo tiene una envergadura que supera lo estacional: el mar sufre durante todo el año, y los centinelas ejercen su función de vigías a diario frente a plantas invasoras, microplásticos, acción humana.

«Bajo al menos una vez por semana al Camello y siempre me llevo una bolsa de basura», dice Arahi Fernández. La basura es infinita. El deseo de arrancarla de las rocas, también. Acompaña a su hijo Pedro Javier Gómez (único requisito para que los jóvenes se unan, que los acompañe un adulto) a su playa, «porque es nuestra playa», insiste para dejar claro que el vínculo va más allá de una responsabilidad. ¿Cómo funciona, por qué esa es su playa? Centinelas Cantabria divide la costa en bloques, y cada bloque, en diez tramos de 500 metros, que es la unidad de inspección. «El voluntario elige como mínimo una de esas unidades, pero puede elegir los tramos que quiera. Hay voluntarios que hacen hasta cinco tramos», explica Adriana Sanjurjo. En el último informe se hicieron 222 tramos, y cada uno tiene una problemática propia, diferenciada, atribuible a las corrientes que la afectan, al uso del alrededor.

Javier Cotera
Imagen secundaria 1 - Un pedazo de mar en sus manos
Imagen secundaria 2 - Un pedazo de mar en sus manos

En Piquío, por ejemplo, zona de Francisco Martínez, los restos del botellón eran su principal batalla: «Y las colillas, claro; aunque las máquinas barren el arenal, siempre quedan». Pedro Javier y su madre encuentran «muchos tapones, restos de barcos pesqueros, como redes y trozos de cabos». En Castro Urdiales, Javi López, vigila dentro del grupo local Seo BirdLife trece tramos de seis kilómetros: «Nuestra zona no tiene vertidos, sin embargo las playas de San Julián y Sonabia, en Liendo, tienen mucha afluencia y la intensificación es su mayor amenaza, la conservación de las dunas se ve alterada con pisadas, tantos coches aparcados», explica. Y cita entonces el término 'basuraleza', su batalla bolsa en mano. «No somos limpiadores de playas, yo cojo la basura para que los demás me vean hacerlo, es la forma de lograr concienciarles», dice Francisco Martínez. En el ejemplo está la clave, en hacer visible que la basura está ahí, como los aportes de aguas fecales y residuales: «No es lo mismo leerlo, que verlo», dice Sanjurjo en alusión a las últimas noticias que han puesto a la sociedad de cara a su propia miseria, la permisividad ante los vertidos que ella misma genera y que, en anteriores campañas, los resultados de Centinelas Cantabria ya habían advertido que los vertidos contemplaban niveles de E.Coli preocupantes, como el de Mogro (denunciado desde 2016). «¿Por qué se empeñan en taparlo?», se pregunta Lucía Setién durante el encuentro. «Los ecologistas no somos los malos, los que vienen a destapar las malas noticias en verano», añade Jesús Ángel Gómez, de Polanco, argumentando si no sería mejor asegurar la zona de baño. «Da la impresión que prima mantener los puestos de trabajo», añade, a lo que le responde Lucía Setién: «Solucionar problemas del medio ambiente también crea puestos de trabajo». Ella es maestra de Infantil en Castro Urdiales, y artífice de campañas escolares para vincular a los más pequeños: «Lo más importante es ver ejemplos positivos, que te vean hacer».

«Paciencia e insistencia»

«Ser voluntario es una cuestión de paciencia e insistencia», dice Adriana Sanjurjo, y cita la acción en la playa de Los Caballos, en Cuchía, donde después de muchas llamadas al Ayuntamiento de Miengo, lograron que bajaran a recoger «las montañas de basura que habíamos apilado». Ellos subieron lo que pudieron (el acceso es muy complicado), y al final lo retiraron. «La gente que llegaba, dejaba ahí sus residuos, la acumulación de porquería funciona al final como un efecto llamada», dice la responsable de la asociación, y lo equipara con los vertederos ilegales.

¿No es eso lo que sucede en Rostrío? Allí, el Ayuntamiento de Santander limpia la basura y al cabo de unos meses vuelve a amontonarse. Para ello, las denuncias son claves; la presencia constante de los Centinelas. «Somos los ojos de la Administración, lo que ellos no pueden llegar a ver, pero también lo que no quieren ver», dice Jesús Ángel Gómez. 'Suya' es la playa de Cuchía; de todos los Centinelas, los pedazos de mar que vigilan sus ojos, o en el caso de Soledad Pedraz, ese ojo sano que vale más que cualquier otra retina que mire hacia otro lado para no ver nada.

La asociación busca nuevos Centinelas para su próxima campaña

«Nuestro fin es formar una red donde las personas se sientan libres, respaldadas, en familia, para luchar de manera colectiva por la conservación del litoral», dice Adriana Sanjurjo. Con esta vocación nació Centinelas Cantabria en 2011, al amparo del proyecto de voluntariado europeo llamado Coastwatch. El equipo de trabajo lo forman Ruth Pirón, Ana García, María Grijuela y Adriana Sanjurjo, y su apoyo financiero llega a través del Centro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA), dependiente del Gobierno de Cantabria, que concede anualmente 30.000 euros. «Con esa cuantía hacemos la campaña, los materiales y todas las acciones que durante el resto del año se llevan a cabo y un asesoramiento 365 días. Al final la subvención no cubre los gastos anuales, pero es un proyecto que sigue pidiendo más y más y no podemos frenarlo», explica Sanjurjo. «Hemos pasado algún año complicado en el que no recibimos la subvención y eso se vio en los resultados».

El único requisito para ser centinela es ser mayor de edad, o bien acudir acompañado de un adulto. Las zonas se reparten por petición del voluntario evitando duplicaciones para abarcar el máximo territorio. Además de vigilar durante el año, Centinelas hace su campaña anual. La captación está en marcha (se puede hacer en su web) y en octubre es la formación: «Esos días se reparte el kit de inspección entre los voluntarios y se les enseña a utilizarlos»: la encuesta de inspección, (que los centinelas rellenan atendiendo parámetros como usos de la zona, acceso al área, especies invasoras, estado de la marea), el kit de análisis de los efluentes o vertidos (termómetro y tiras reactivas), guantes y bolsa de plástico, además de un obsequio «para reducir el uso del plástico».

En octubre, tras la formación, los centinelas hacen de manera autónoma la inspección, y después «nos hacen llegar los datos a través de una encuesta online. Cuando tenemos todos, se efectúa el informe que se manda a Coastwatch y a las administraciones de nuestra comunidad y a los voluntarios». Los informes están disponibles en la web de la asociación.

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