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Retrato del Equipo Peonza tomada con motivo de su veinticinco aniversario.

"No debemos caer en el desaliento apocalíptico"

El colectivo Peonza celebra este año tres décadas de activismo en favor de la lectura y la reivindicación de la literatura para los más jóvenes

Guillermo Balbona

Viernes, 8 de enero 2016, 19:53

Reivindican «la quietud, la capacidad de sorpresa y el estímulo de la imaginación». «Los niños siguen disfrutando con pasión de un cuento. Y, por tanto...

¿Cuáles son las señas de identidad del Equipo Peonza?

La propia palabra Equipo lo expresa: el carácter colectivo de nuestro empeño. Pero que no se refiere solo al consejo de redacción de la revista sino que abarca también a nuestros lectores y a todo el conglomerado de colaboradores que a lo largo de este tiempo se han ido sumando al proyecto.

¿Qué síntomas aprecian en la evolución de la lectura?

Precisamente, la incertidumbre que aqueja al sector del libro, producto de las nuevas formas de comunicación, acceso a la información y entretenimiento surgidas en las últimas décadas. Y, simultáneamente, nuestra experiencia como maestros y profesores nos dice que los niños siguen disfrutando con pasión de un cuento, de la lectura de un buen libro, del encuentro con un autor... y que, por tanto, no debemos caer en el desaliento apocalíptico.

¿La lectura es el último reducto de resistencia?

Siempre hemos huido de las grandes palabras a la hora de hablar de la lectura, a la vez que creemos firmemente en su poder transformador. Pero sí, leer debe ser un modo de resistencia y de afirmación de ciertos valores frente al actual estado de cosas.

La literatura infantil y juvenil ¿se ha convertido a menudo en una suerte de parque temático del libro por razones de mercado?

Sí, claro. Como en cualquier otro sector cultural, demasiado a menudo las cuentas de resultados priman sobre los criterios artísticos. Por eso una de nuestras pautas de actuación es destacar los libros de calidad, innovadores, divergentes, sobre aquellos que presentan un propósito meramente comercial.

¿Qué necesidades más acuciantes y urgentes se revelan en ese entramado perverso de libros, bibliotecas y lectores?

Se hace necesaria una conspiración en la que participemos todos los lectores comprometidos con el libro y la difusión de la lectura y que signifique un apoyo decidido y militante a las librerías y las bibliotecas escolares y públicas como los grandes ecosistemas que garantizan la necesaria bibliodiversidad.

¿La mejor campaña de lectura es la que no existe?

Decididamente, no. Mientras existan en nuestra sociedad y en el mundo sectores desfavorecidos que se vean privados del acceso al libro en condiciones de igualdad, será necesario seguir promoviendo la lectura. Claro, que esas campañas no deben tener un carácter oportunista y han de basarse en tupidas redes de bibliotecas bien dotadas.

¿El sistema educativo sigue manteniendo factores endógenos que impiden una conexión natural con el libro?

Seguro que sí. La condición de partida para transmitir la pasión por los libros es ser lector apasionado y no tratar de imponer un canon de lecturas, sea el propio o el del programa. Se trata de seducir pacientemente, no de obligar. Y hemos de reconocer que no siempre se hace así en nuestras aulas.

La combinación de texto e ilustración, ¿resulta manida, o lógica para avanzar hacia otros niveles de lectura?

Cuando la ilustración no es de calidad se convierte en un mero adorno y puede caer en lo manido. Cuando detrás de la imagen hay una intención artística y una mano experta, entonces se multiplican las posibilidades de lectura del texto.

¿Qué valor concede Peonza a las nuevas tecnologías?

El de un hecho inevitable que ha cambiado definitivamente nuestras vidas. A menudo nos quejamos de las servidumbres que impone pero nadie estaría dispuesto a renunciar a las indiscutibles ventajas que ofrece. Además, cada día son menos nuevas.

Hoy los niños y jóvenes viven inmersos en un mundo de pantallas. ¿Se está modificando el sistema de lectura?

Seguramente. Pero, aparte de que no somos expertos en esta compleja materia, nos falta perspectiva para comprender la manera en que las pantallas influyen en las formas de lectura. Tal vez determinen un modo de leer más superficial, con progresivo abandono del papel y una merma en el tiempo de lectura digamos tradicional.

¿Se está perdiendo entre los más pequeños el poder del asombro y de la fascinación?

No, en absoluto. Para comprobarlo solo hay que asomarse, es un ejemplo, a una clase de niños de cualquier edad que escuchan un cuento bien contado. Lo que ocurre es que la infancia cada vez se ve más abocada al ruido permanente, a la actividad continuada. Los niños ya no tienen tiempo para el aburrimiento ni espacios para el juego autónomo.

¿Son partidarios de acercar a través de los libros temas polémicos, o incluso ajenos a un ámbito puramente infantil?

Sin duda. Nada de lo humano le es ajeno al niño. Lo sabían bien los autores y transmisores de los cuentos tradicionales que no escatimaban asuntos conflictivos, más o menos disfrazados o explícitos, en sus historias: el sexo, la muerte, la injusticia social, la denuncia de los poderosos...

¿El problema de cierta escritura reside a veces en creer que se «piensa» como un niño y en infantilizar algo primario que de por sí es profundo?

Sí, por eso es tan difícil escribir para niños y hay tantos libros banales por cada uno verdaderamente de calidad. Muy a menudo los escritores componen obras con un lenguaje trivial y un mensaje aleccionador que se corresponde con una visión reduccionista de la infancia. Esto es algo que se advierte incluso en grandes autores para adultos cuando se ponen a escribir, o les encargan, un libro para niños.

¿Qué aporta un libro frente a la desmesura audiovisual?

Quietud, pausa, silencio, reflexión, capacidad de sorpresa, estímulo de la imaginación, encuentro con uno mismo. Como se ve, valores y actitudes no muy en boga en nuestro mundo.

¿Les gustan las moralejas?

No, claro, de la misma manera que no estamos a favor de la supuesta literatura de contenido didáctico utilizada como mero vehículo de transmisión de valores, por muy progresistas que sean. Somos partidarios de la literatura de calidad, es decir, aquella que transmite una visión del mundo a través de una historia potente y bien contada.

¿Qué aspectos básicos debe contener un libro destinado al niño?

Un lenguaje rico, sentido de la aventura, pasión, respeto por el niño que lo va a leer, autenticidad, buenas ilustraciones, poesía, humor, misterio.

¿A qué achacan la pérdida de lectores fijada en una franja preadolescente?

Tal vez a la multiplicación de obligaciones escolares y extraescolares que no dejan apenas tiempo libre. A esa edad, además, irrumpen con fuerza nuevas preocupaciones e intereses vitales. Los chicos adquieren una nueva autonomía y se vuelcan en sus grupos de amigos o en sus parejas. Habría que ver si los centros educativos aciertan a estimular la lectura o contribuyen a su abandono. Pero, ojo, no perdamos de vista que muchos chavales devoran tomazos de quinientas páginas, casi sin pestañear. Otra cosa es dilucidar si esos son los mejores libros que pueden leer, en cualquier caso no debemos desdeñar el fenómeno sin más.

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