Juan Uslé
El artista cántabro, como revela su muestra del Palacete, sigue buscando. «Es necesario alejarte, olvidar incluso, para reencontrar el fulgor escondido»
«Yo soy de tocar con el ojo. Cerebro, ojo y estómago, los tres ordenadores conectados». El artista cántabro Juan Uslé ha posado sobre el Palacete del Embarcadero el ritmo, el flujo, también la pausa, de un círculo de pintura que empezó a trazarse hace cuarenta años en ese lugar. Es uno de los artistas españoles con mayor proyección internacional pero Uslé (1954) sigue escuchando su latido interno, entre la memoria y la búsqueda incesante. 'Breathing Bay' convierte el espacio portuario santanderino en un espejo de su estudio en el que refleja las miradas representantivas de sus últimas obras. Uslé confiesa en esta entrevista su preocupación por un presente en el que «vivimos demasiado conectados a un ordenador, en un mundo escatológicamente ordenado».
– ¿La pintura, como la escritura y la lectura, es hoy sobre todo un lugar de resistencia?
–Yo aprecio y valoro el arte. El arte ha sido siempre la resistencia, al menos el que toca, el que nos mueve. Es un artefacto que ayuda a reflejarnos y aceptar que nada es tan simple como nos lo venden, sobre todo los políticos. Hay algo narcisista sin embargo en la forma en el que el arte llega a la sociedad, en los propios mecanismos que lo gestionan y hacen posible su difusión. Glamour, vanidad y esnobismo son formas de presentación y acompañan al arte que, a veces, se vende envuelto como perfume o caramelo, como artículo de lujo inaccesible.
– ¿El arte es una vivencia íntima amenazada?
–Vivimos dentro de un sistema complejo de maquillaje de nuestro propio perfil, y somos víctimas de redes de espionaje que utilizamos diariamente, y a las que accedimos tan seducidos como obligados. No sé bien por qué deseamos 'tener un perfil', pero somos víctimas de él y el deseo de autodiseñarlo. No sé si el arte significa algo para la sociedad o mejor dicho, para los que diseñan la sociedad del futuro. Creo que bastante poco, pero yo no concibo imaginar una sociedad sin arte, una sociedad basada únicamente en la tecnología. Lo siento, pero el arte no es únicamente diseño, ni pensamiento editado reconfigurado como alimento moral transgénico, purificado para alimentar una sociedad basada en el entretenimiento masivo. Porque eso para mí es el engaño y es la comida banal y desustancializada. La intimidad ha sido secuestrada y el grano de la voz y del arte también. Viajamos hacia una sociedad de la imagen limpia, higienizada, editada, la imagen sin grano y, por lo tanto, sin voz. Entiendo el arte como una experiencia que procura transcender el pensamiento y las vivencias personales hacia lo público, desde el cultivo y depuración privada de lo íntimo y lo personal, pero parece que cada vez la mirada y la voz peculiar importan menos, quizás porque escapan al control del diseño y de lo previsible.
– Ahora hay la oportunidad de ver a dos Uslé en paralelo: el de la Torre de Don Borja y el del Palacete. ¿Responden a dos formas de meditación y una única manera de mirar?
–Todos tenemos varios lados; somos varios bajo el mismo nombre de uno. A veces el autor se convierte en otro o usa un heterónimo para expresar mejor y reconocerse en mayor libertad. Pessoa es un buen ejemplo de esto. Pero exponer dos cuerpos de obra o dos formatos en dos espacios distintos es algo distintivo, casi pura coincidencia, aunque también se da porque ambos cuerpos se adaptan muy bien a espacios bien diferentes. No se duerme igual en dos colchones diferentes, ni se entra del mismo modo en el espacio de un pequeño papel blanco o la superficie grande de una tela. Ni el cuerpo o los sentidos se mueven o ejercitan del mismo modo, pero la mosca por muchos omatidios que tenga su ojo o sean muchos los formatos que utilice, es siempre una.
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–Supongo que uno se siente artista solo cuando ha logrado crear un lugar en el mundo con su pintura…
–Un niño hace las cosas por instinto, por pura necesidad y alguien de setenta años que siente, que quiere decir y hacer cosas, tiene la virtud de saber que es un niño y que fue muy afortunado por no haberse dejado encorsetar por la educación o las formas, sino que dentro mantiene respirando viva una selva repleta de zozobras y de incertidumbres que alimentan su deseo y su curiosidad. Los lugares, podios, aplausos, no sé si están bien o si son necesarios. Lo dudo, pero acepto que alguien valore mi trabajo, pero utilizo filtros para no dejar que cambien el sentido y microclima de mi selva interior. Ninguno tenemos un lugar en ningún sitio, eso significaría estar seco o muerto, y el arte es sin duda una evocación y un alimento para la vida.
«No sé si el arte significa algo para los que diseñan la sociedad del futuro»
–¿Qué queda de lo primario, primitivo, ingenuo e intuitivo del joven Uslé de los 80 en el Uslé de 2025, y de qué se ha despojado?
–Aún queda el deseo y la incertidumbre. El deseo de mover y transformar, de hacer y descubrir los lados ocultos de las cosas. Quizás la misión más digna del hombre sea aprender y para ello se hace cada vez más necesario aceptar. El calendario nos enseña muchas cosas siempre que nos ciñamos a él. Yo en NY salgo a veces a la calle para comprar algo, y me encuentro con la tienda cerrada, porque allí utilizo un calendario español y aquí uno americano. No sé cuándo hay un puente festivo porque creo que vivo en uno: el desarrollo de mi arte. Me gusta estar desvinculado, no ser esclavo del calendario. No imagino un orden vital acartonado y completamente previsible, prefiero vivir centrado en el tiempo sin medidas del estudio, esperando a ver qué ocurre a mi alrededor, regando.
Y me he despojado de algunas prisasy de algo de materia; he perdido músculo, pero mantengo la esperanza, he aprendido a esperar y a escuchar ciertas voces que antes no apreciaba, pero el instinto y la intuición siguen moviendo la barca.
–Sin la duda, ¿no hay creación?
–En mi caso la duda es permanente. Me acompaña siempre cuando me siento seguro de algo y comienzo a sentir que camino acompañado por un cierto olor a cadáver. No pienso en mis obras como algo resuelto o cerrado, sino como organismos en proceso de desarrollo capaces de sorprenderme en un futuro encuentro, inesperado, aunque nunca sabemos si esto pasará. Pensar demasiado en lo hecho es como buscar la certeza en un humedal de incertidumbre.
– No teme a veces que su pintura sea presa de una mirada más intelectual que emocional, ¿qué sucumba a un terreno acotado por su propia suficiencia reflexiva?
–Sí, claro, pero no es porque tema a la mirada reflexiva, que en sí es un instrumento complementario y posterior a la intuición o la emoción. En mi caso creo que ayuda. Temo más bien a caer en un modo robot o sistema que vaya secando la humedad o el temblor tan necesario para que la obra vibre y respire. Cuando presiento o noto que eso pasa procuro desencadenar aquello que ha sido atado en el siguiente encuentro. Pero no siempre es fácil manejar los tiempos o tomar las distancias adecuadas cuando estás dentro del juego. Es necesario alejarte, olvidar incluso para reencontrar el fulgor escondido.
«Hay demasiados profetas, demasiadas personas que utilizan la crítica para crecer y comer del arte»
–Podría decirse que la única moda que ha seguido es la de ser fiel a sí mismo y ser tenaz en el empeño de ser pintor...
–No, qué va, soy tenaz y me encanta trabajar pero todos somos hijos y hemos sido víctimas, en un grado u otro, del 'espíritu de los tiempos', o mejor dicho, hemos caído en la tentación de 'seguir' o ser absorbidos por los cien mil hijos de San Luis. Pero en algún momento has de notar qué hay de ti en lo que haces, o lo que pretendes. Has de buscarte. Uno es ese algo que se va formando y encontrando a veces a favor pero, sobre todo, cuando remas a contracorriente. Cuando llegué a NY tomé conciencia de que mi obra no tenía nada que ver con lo que se valoraba allí, reconocí que la causa había sido el resultado de una decisión y de la necesidad de regresar a la raíz, a los momentos y lugares: las experiencias en mi infancia habían ido macerando un deseo clandestino, el de ser pintor.
La exposición
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Los datos Juan Uslé. Palacete del Embarcadero. Exposición 'Breathing Bay'. Autoridad Portuaria de Santander, con la colaboración de la UIMP. Pinturas y dibujos recientes. 40 aniversario del Palacete. Hasta final de septiembre. Visitas. Entrada libre. Hasta el 30 de septiembre, de martes a sábado en horario de 11.00 a 14.00 y de 18.00 a 21.00 horas, y los domingos de 11.00 a 14.00 horas.
–¿Todavía suelta carcajadas cuando le hablan de la muerte de la pintura?
–No me preocupa demasiado lo que se dice o diga de la pintura, porque hay demasiados profetas, demasiadas personas que utilizan la palabra y la crítica para crecer y comer del arte, y ha sido siempre así. Pero hay que recibir los golpes y encajarlos, porque a veces lo que duele te enseña. No me río demasiado de los que fabulan o promulgan muertes o renaceres, vivimos en una sociedad supuestamente libre y todos podemos opinar. Lo que sí me preocupa es que vivimos demasiado conectados a un ordenador y un mundo escatológicamente ordenado que cada día nos separa más de la idea de hacer utilizando las manos, de pensar sin apenas imaginar, de reducir el uso de los sentidos desde una práctica de hacer, de tocar, de construir, de experimentar la vida desde un contacto más abierto con la Tierra y los elementos que de forma natural la configuran, nos configuran a nosotros y a ella. Procuro no ser derrotista, pero me preocupa. La pintura será una cosa u otra, no sé qué es lo que será, ni qué papel o significado tendrá en el futuro, pero me preocupa bastante más lo que dice Peter Schjeldahl en un texto escrito a propósito de mi obra: 'La pintura trata sobre lo que no existe' y 'El tiempo de la pintura pertenece a un tiempo marginal'. Parece que la sociedad del entretenimiento a la que nos dirigen, valora sobre todo la inmediatez de una felicidad perfectamente controlada.
–Ha dicho y escrito: «De joven yo tenía claro cuál era mi deseo: decir que era pintor y no avergonzarme de serlo». ¿Todavía siente eso?
–Mas bien diría que mi deseo escondido era ser pintor y que Nueva York me ayudó a perder la vergüenza y reconocerlo.
–¿El estudio (Nueva York-Saro-Valencia), es su templo laico y sagrado?
–Es el refugio necesario. El lugar idóneo para mirar hacia adentro y reflexionar, el lugar con el espacio suficiente para ejercitar la danza del pulso y también el umbral que te facilita el acceso a la penumbra que te protege y ayuda a soñar en libertad, sin ordenadores ni relojes. Un espacio membrana con la humedad suficiente para que la intuición se active lentamente y sin límites.
–Azar, memoria, flujo, materia, textura pero, quizás, ¿el verdadero cuadro es el que subyace en la tela, el que no vemos?
–Todo cuenta, interviene, suma. Yo soy de tocar con el ojo. Cerebro, ojo y estómago, los tres ordenadores conectados. Siempre he pensado que he tenido mucha suerte y que he trabajado rodeado de la mejor de todas: 'las dos victorias' (en referencia a su esposa y su hija).
–¿Entre la realidad y la fantasía, el pintor también cuenta el mundo?
–Los seres humanos tenemos derecho a soñar y, por qué no, atrevernos a esa otra posibilidad, la de contar el mundo desde una mirada peculiar. No me refiero a explicarlo, menos aún a imponerlo o pretender hacer didáctica aplicativa. No, simplemente a proponer, favorecer esa conversación vital a la que hemos sido invitados desde el momento de nacer. ¿Por qué no participar en esta conversación? Nemo es uno y ninguno también. Todos nos parecemos demasiado y somos de algún modo diferentes, porque sentimos y nos atrevemos a mirar el mundo desde la peculiaridad. Nemo como nadie y Nemo como discorde, el que se acuerda de que su misión es la de contar el mundo.
–Entre la Ría de Cubas y Soñé que revelabas, ¿se ha fraguado su sueño de pintor y de vida?
–Los 'Soñé que revelabas' son el ejercicio de mi vida. Son un homenaje inesperado a la idea y a la celebración de la vida. También a la imposibilidad de la repetición. El encuentro, el azar, lo de la suerte procurada, que tanto suelo nombrar, el compromiso… ¡vivir! Cubas es para mí un río, porque así le llamaban en mi entorno cuando era niño. En realidad es la parte final del río Miera, también nominado como ría Cubas, pero yo he decidido seguir llamándole río. Es el río de mi infancia, el deseado, el trazo plateado, serpenteante, que veía desde lo alto de un roble de la finca de Paco Marañón (un vecino), acurrucado y fuertemente agarrado, porque el Sur, el viento que nos trastorna un poco y nos hace ver y sentir los espacios y las distancias de otra manera, azotaba fuerte. No sé si existe la magia, pero si existe tiene la forma y el tiempo de la infancia. El río Cubas es, sí, mi río pero también una toma de conciencia y una decisión. Vicky y yo nos fuimos de El Molino, de Puente Nuevo a Susilla de Valderredible, necesitábamos la soledad para pintar y yo quería recrear, revivir pintar el Río Cubas, intentar sumergirme en su magia de infancia desde la distancia, desde un lejos suficiente para sentir y emocionarme pintando, pero dando pasos y alejarme también. Eso fue en 1986, justo antes de atravesar el azul con destino a Nueva York. De ahí, muchos años más tarde, surgen los otros ríos del mundo, los otros Cubas.
–¿La pintura nace contaminada, o no es?
–No sé, suelo decir que practico una abstracción contaminada porque considero a la forma como un valor determinante, un valor idealista que pertenece a otro momento o época. La forma es necesaria, por supuesto, pero su valoración extrema puede conducir al academicismo de lo bello, a su domesticación. Creo que Palazuelo, por ejemplo, se libró de caer en ese formalismo vacío porque era, y había en él, una sabiduría mayor que la forma, pero hay muy pocos Palazuelos. Yo soy vitalista por naturaleza, crecí empapado de contaminación natural, de imperfección y de belleza, de sorpresa en sorpresa fui aprendiendo cosas, pero no solo en la escuela, sino en el entorno natural que nos rodeaba. Mi hermano y yo jugábamos, nos peleábamos y descubríamos el funcionamiento orgánico y el orden del la vida natural viviéndolo. Sin reglas ni patrones, sin fichas que explicaran el sentido y función ultima de las cosas. A eso le llamo yo contaminación, a la riqueza que te da el entorno donde creces. A vivir, a experimentar creciendo, a aprender que las cosas y los mecanismos vitales se llaman así, pero podrían haberse llamado de otro modo, de otra forma.
–Cuando mira a su alrededor, ¿qué arte ve?
–No miro mucho alrededor. Es inevitable si pretendes aislarte. Tienes que oxigenarte para no morir. A mí, que soy el más influenciable de los tres (Vicky Civera y Vicky Uslé) me resulta imprescindible desaparecer para intentar hacer algo aislado.
«Temo caer en un modo robot que vaya secando el temblor tan necesario para que la obra vibre y respire»
–Victoria Civera, Vicky Uslé. ¿Debe ser difícil combinar materia y emociones?
–Fue difícil nuestro comienzo, porque el arte es valorativo y subjetivo a la vez, y, sobre todo, especulativo y cargado de intereses. Pero nada es del todo difícil cuando hay verdad, y la verdad es la fuerza de lo que hacemos. Vicky y yo nos conocimos por el arte. Ella está a años luz del mercado y de los cuarenta principales. Vicky Uslé es un verso libre, lleva su propio ritmo, el que ella ha elegido. Nos ha dejado mudos porque hemos regresado a Nueva York y nos hemos topado con unas piezas tan impactantes como densas. De una visión y claridad tan prístina como sorprendentes. Me alegro mucho de no haber comentado ni palabra sobre lo que lleva en ciernes. Ella es un verso libre, extremadamente sutil, hipersensible, y me ha curado una exposición que no sabía cómo morder. Le ha insuflado sensibilidad y ritmo ¿será que me conoce?
–¿Quedan otros Uslé por descubrir?
–No tengo ni idea, pero espero y aspiro a poder ser testigo de algo para responder. De todos modos, creo que si algo esconde el arte es verdad. A veces, esta se manifiesta súbita, o se esconde caprichosa, y es o será descubierta, o valorada, cuando el mundo y las columnas que soportan estén preparadas, y aquí no pienso en mí al responder, sino en el arte.
–¿La abstracción implica una mayor hondura, uno puede habitar en la obra como cuando elige la soledad para encontrarse?
–Me gusta más hablar de pintura que de abstracción. La soledad siempre es necesaria, para sentir y reencontrarte. Pero sin aplausos, solo como parte de un mecanismo, un metodo necesario.
–¿El mercado doma el arte, lo domestica, la uniformiza?
–El mercado se ha convertido en un monstruo llamado realidad y necesario desde la antiguedad. La medusa se extiende en una especie de avance ciego hasta no sabemos dónde, guiada por el desvergonzado y daltónico olor a sangre virgen verdi-roja. Sí, ha existido siempre, pero ahora parece ya sobrepasar limites otrora impensables; pero afortunadamente el arte y Perseo resisten y ambos sobrevivirán. Estoy seguro de ello. El arte se esconde y aparece, se protege de la sobreexposicion y sobrevivirá a cualquier forma monstruosa de mercado. Ayuda mucho encontrarte con personas sensibles capaces de apreciar y valorar por encima de porcentajes. Aunque a veces parezca que a Jonás se lo trago para siempre la ballena, Jonás regresará, porque la vida necesita al arte como el mar a la ballena.
«Viajamos hacia una sociedad de la imagen higienizada, sin grano y, por tanto, sin voz»
–¿Pintar debe ser siempre un ejercicio lento?
–No existe velocidad ni tiempo en el arte, ni medida, cada uno elige su tiempo para hacerlo y, su tiempo para disfrutarlo. En mi caso he elegido y valorado siempre la lentitud, y la espera, porque siendo aun más joven (risas) me precipitaba impaciente, sin respetar los tiempos. Ahora entiendo un poco más la espera y valoro tanto la duración como la inmediatez. Festina Lente.
– ¿Su concepto de compromiso sigue siendo el mismo?
–Observo las cosas, el arte que deviene y se manifiesta en las cosas más sencillas, en las cosas anónimas que pasan desapercibidas, ese arte que valoran los niños cuando descubren las cosas y su funcionamiento, sin saber que es o puede ser arte, por sí solos, cuando tienen tiempo suficiente para ver y descubrir por sí solos. El de la mirada inocente.
–La noche, el latido y la superficie del lienzo. Y, sin embargo ¿no hay mucho ruido?
– Sí, (risas) ¡hay mucho ruido! En Saro, latido y superficie se acoplan mejor y, el ruido somos nosotros mismos y lo que llevamos dentro. En NY pesa un poco más y el ritual se hace más necesario para entrar, para vaciar y sentirte solo frente a la tela; pero es posible. Toda forma de resistencia implica un compromiso y tambien un mantenimiento, una suerte de vaciamiento lento y progresivo. A la espera!
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