Borrar
Jesús Díaz, Sergio Herrera, Eloy Santos y Alejandro Díaz caminan juntos delante de la fábrica de Puente San Miguel de Bridgestone. Luis Palomeque

Los rostros de los despidos de Bridgestone

El Diario Montañés entrevista a cuatro trabajadores de la fábrica de neumáticos de Puente San Miguel para abordar las diferentes situaciones que han provocado en la plantilla las 188 salidas acordadas

Héctor Ruiz

Santander

Domingo, 25 de mayo 2025, 16:17

«Vengo a despedirme, me voy voluntario porque me echan». Es una frase real que se ha escuchado estos días en la fábrica de Puente San Miguel de Bridgestone y que, lamentablemente, se repetirá durante las próximas semanas. Y no pocas veces. Son 188 los despidos acordados –de los 211 planteados inicialmente–. Un Expediente de Regulación de Empleo (ERE) que deja en situaciones muy distintas al total de la plantilla, compuesta todavía hoy por 418 personas a falta de que se termine de ejecutar el ajuste. El plan alcanza a todos ellos, pese a que los principales afectados son quienes perderán sus empleos, también los que podrán permanecer en sus puestos saldrán perjudicados de los recortes de la multinacional.

Imagínese que mañana va al trabajo y una diezma ha barrido a cuatro de cada diez de sus compañeros. O que incluso usted es uno de los que recibe el finiquito. A eso se enfrentan los 418 trabajadores de la planta cántabra del fabricante de neumáticos. Pero es que, además, hasta que se termine de atar cada fleco suelto del ERE –entre el 23 y 30 de junio– hay que seguir trabajando. Una situación ante la que cumplir cada turno estos días está suponiendo un duro trago. «El ambiente es muy malo, la gente ni habla». «Hay mucha desmoralización y mucha tristeza». «Está tenso, cada uno tiene la cabeza en su mundo ahora mismo, casi no te pones ni a hablar».

Lo relatan los cuatro trabajadores que El Diario Montañés ha entrevistado para poner rostro a las diferentes realidades que dejan los despidos de Bridgestone en Puente San Miguel. Están los mayores de 55 años, como Jesús Díaz, que podrán adherirse al plan de prejubilaciones. Los que, como Eloy Santos, cumplan varios requisitos, como tener entre 53 y 55 años, y que parece que podrán mantener sus puestos. Mientras que otros, como Alejandro Díaz –que sólo lleva cuatro años con contrato indefinido en la empresa– cumplen pocos de esos condicionantes y han visto claro que debían ceder firmando el despido voluntario para llevarse una prima adicional de 30.000 euros a añadir a la indemnización. Por último, están los que, como Sergio Herrera, con 25 años en la empresa, no saben si quedarán fuera o dentro del ERE y deben decidir ahora qué camino tomar.

El 30 de junio es el tope para que cada afectado sepa si entra o no en el expediente. Pero incluso los que libren se verán tocados personalmente de alguna manera, porque el plan es hacer recortes de turnos, eliminando noches y fines de semana, que eran los que daban un plus económico sustancioso a muchos salarios. Mientras que muchos de los que se van ya están sopesando qué oportunidades tienen para su reinserción. «Ha sido muy duro firmar un acuerdo después de no haber conseguido el objetivo que teníamos de que no saliera nadie, pero al final la realidad es tozuda», confiesa Luis Ruiz Eguren, presidente del comité de empresa (UGT-FICA). Un cierre que contradice las ilusiones y las promesas implícitas con las que entraron por primera vez a una de las fábricas punteras de la región y que aseguraba a sus trabajadores un futuro que no ha podido ser.

«Llevo más de media vida en esta fábrica y nunca pensé que me iría con un final así»

Jesús Díaz 35 años en la empresa

«Llevo más de media vida en esta fábrica y nunca pensé que me iría con un final así»

De los 418 empleados que aún tiene Bridgestone en Puente San Miguel, el que más tiempo lleva trabajando de todos en la planta es Jesús Díaz (Torrelavega, 1965). «Yo tengo 60 años y llevo aquí 35, así que he pasado más de media vida en la fábrica», narra el veterano, que explica que él «contaba con que tenía que tirar un año y medio más» para su retiro. Sin embargo, que se presente antes de tiempo no lo recibe con desagrado. «Es un trabajo con mucho desgaste y físicamente la verdad es que yo estoy al límite». A su vez no oculta que «las condiciones económicas que nos han quedado a los que nos prejubilamos están bien».

No deja de ser un trago amargo. «Yo pensaba que me jubilaría como lo hicieron los mayores que estaban conmigo cuando era joven, contentos, con un final feliz y con los compañeros alrededor, pero no ha podido ser». Él mismo hace hincapié en que «no soy el mayor porque tengo 60 años y los hay con 62, pero sí que soy el más antiguo en la fábrica y he visto entrar a todos mis compañeros». Los mismos a los que ahora verá marcharse. «Conozco a cada uno de ellos, a sus familias y los problemas que tienen», enfatiza.

El trabajador más veterano de la fábrica no deja de recordar lo extenuante que ha sido la última etapa. «Los de mi edad ya llegamos todos muy tocados, con problemas de espalda, de codos... y te van adaptando a puestos más llevaderos, pero cada año te va pesando mucho más porque no estás igual». A eso hay que añadir que «llevamos un año y medio que estamos con la moral por los suelos, con un ERTE de 160 días».

Y la solución tampoco ha levantado el ánimo. «El ambiente en la fábrica ahora es muy malo, la gente ni habla, hay mucha desmoralización y tristeza». Sobre todo, lamenta que gran parte de los afectados directos «son personas de entre 45 y 52 años que se quedan fuera, y ya sabemos cómo está Torrelavega ahora mismo». Para los que se quedan en su puesto, tampoco ve el horizonte mucho más halagüeño porque «no van a trabajar nada más que a dos turnos, mañana y tarde, acostumbrados a noches y fines de semana, que es lo que te sube el tema económico». Cree además que no se podía haber luchado por un mejor acuerdo porque «desde la empresa estaba la decisión tomada de antes» y «hemos hecho todo lo que nos han marcado los sindicatos».

«El que se queda respira, pero tampoco es fácil porque se van muchos compañeros»

Eloy Santos 30 años en la empresa

«El que se queda respira, pero tampoco es fácil porque se van muchos compañeros»

Los mayores de 53 y menores de 55 –la edad a partir de la que se pueden prejubilar– son uno de los grupos que se han excluido del ERE. Entre ellos está Eloy Santos (Torrelavega, 1971) que acumula tres décadas en la fábrica de Puente San Miguel y parece que podrá seguir añadiendo años en su puesto. «Si se cumple ese criterio, en teoría, me quedo, aunque aún lo sé», explica y reconoce cierto alivio. «Sí que respiras porque son semanas con mucho miedo, estás casi sin dormir, con nervios y que te lo notan la mujer y los hijos porque tengo una edad con la que es difícil que te contraten ya». No obstante, apunta a que la situación de los que se quedan tampoco es fácil. «Se van muchos compañeros de muchos años y con los que has trabajado tantas horas que has estado más con ellos que con la familia. Y da pena, va a dar mucha pena».

Lo ocurrido, como no puede ser de otra manera, está afectando el ambiente de la fábrica estos días. «Está tenso, cada uno tiene la cabeza en su mundo; ahora mismo, casi no te pones ni a hablar». Santos también aprecia que toda esta situación ha llevado a que haya «cierta división» en la plantilla. «Encuentras opiniones diferentes, con unas estás de acuerdo, con otras no, pero al final todo te lleva a un sitio». Al preguntarle a él si en su caso está de acuerdo con cómo se ha prestado oposición frente al expediente de regulación de empleo reconoce que no lo tiene tan claro. «A mí me queda la duda de si se podría haber hecho algo más y habernos puesto más duros».

Cuando Santos entró en la fábrica a trabajar, hace ya más de 30 años, pensó que ahí acabaría jubilándose. Aunque todo apunta a que él ha librado en esta ocasión, afirma que sigue sin tener todas consigo y duda de que todo vaya a marchar sobre ruedas hasta que le toque retirarse. «Nunca me habría imaginado esto cuando me contrataron, hoy en día no hay nada asegurado tal y como están los trabajos y todo, pero aquí pensabas que sí», recuerda. Confiesa, además, que lleva tiempo conviviendo con la sensación de precipicio, más aún desde que el año pasado comenzase el ERTE. «Ves que se están torciendo las cosas, que va bajando todo, las producciones, los pedidos... Y te quedas un poco pensativo y dices: 'aquí ya no acabo yo'».

«Estoy en la indecisión de no saber si puedes quedarte o coger la baja voluntaria»

Sergio Herrera 25 años en la empresa

«Estoy en la indecisión de no saber si puedes quedarte o coger la baja voluntaria»

Sergio Herrera (Sierrapando, 1975) pertenece al grupo que se ha quedado en tierra de nadie. Con 50 años no alcanza la edad mínima establecida para prejubilarse ante el ERE y tampoco está dentro de los que cumplen el requisito de tener entre 53 y 55 años para mantener su puesto. Juega a su favor que es jefe de equipo en el almacén de producto terminado, «un puesto que, en principio, la empresa quiere mantener». Así que tiene que decidir si sale voluntariamente y se beneficia así de la indemnización extra de 30.000 euros o apuesta por que su nombre no figure en la lista final de despidos.

«Digamos que estoy en el grupo de la indecisión, no sabes qué hacer porque la propia incertidumbre te dice que tienes posibilidades de quedarte, pero también tienes papeletas de que te echen». Lo explica Herrera casi como si elegir fuera una ruleta rusa. «No es fácil tomar una decisión porque para mí nunca suele ser la acertada cuando hay tantas dudas». Por eso, ha decidido «dar tiempo al tiempo» para elegir un camino, sobre todo dado que «cada día van aclarando un poco más los términos y todavía no lo tengo muy claro». No descarta ceder y ofrecerse voluntario para poder llevarse más indemnización. Entonces exploraría la alternativa de capitalizar el paro para ser autónomo. Y eso aunque cree que, al tener experiencia como carretillero, podría encontrar otro empleo en Cantabria sin mucha dificultad. «Ya no quiero más jefes», justifica.

Poco se pudo imaginar Sergio que esta historia tendría un desenlace semejante cuando pisó Bridgestone por primera vez hace un cuarto de siglo. «Era una empresa como en aquel entonces había muchas aquí en la comarca del Besaya, como Solvay o Sniace, empresas familiares en las que todo el mundo quería entrar porque había trabajado tu padre, tu tío o tu abuelo y había un sentimiento de pertenencia». Una historia que para muchos terminará ahora en un despido colectivo. «Cualquiera de fuera te dirá que las condiciones de las indemnizaciones y prejubilaciones están muy bien, pero es un desastre», valora el trabajador al tiempo que incide en que «creo que nosotros no podíamos lucharlo más para conseguir un acuerdo mejor porque la empresa ha dejado muy claro que prefería dar dinero a tener gente».

«Soy joven y buscaré otro trabajo, pero podíamos haberlo luchado más»

Alejandro Díaz Cinco años en la empresa

«Soy joven y buscaré otro trabajo, pero podíamos haberlo luchado más»

Alejandro Díaz (Hinojedo, 1996) suma cinco años en la empresa, cuatro de ellos indefinido. Un contrato que ahora toca a su fin, en su caso de manera 'obligadamente voluntaria'. «Tras analizar los criterios del ERE y dado que mi sindicato no me aseguraba que no me fuesen a despedir, la mejor opción era marcharme con esa indemnización extra», reconoce con resignación. «Al final, todavía soy joven y puedo buscar trabajo en cualquier sitio, aunque estoy planteándome muchas opciones e, incluso, no descarto emprender».

Díaz, que actualmente está trabajando en la zona de cortadoras, fichó por la fábrica de Puente San Miguel cuando tenía 24 años. Lo hizo después de otros empleos en distintos sectores, como en hostelería. «Entré pensando que era una oportunidad laboral muy buena porque es una empresa multinacional que mueve muchos millones de euros al año y era una de las mejores empresas de Cantabria». Sobre todo, para él fue especialmente tranquilizador cuando llegó el momento de firmar el contrato indefinido. «Sabes que es un trabajo que puede ser que, si todo va bien, te dé para toda la vida; pero bueno, la situación no ha sido así y ahora toca buscar otra vez».

Aunque el joven defiende que, tal vez, se podría haber llegado a alcanzar un acuerdo mejor. «Yo soy un chaval que ha vivido por primera vez una situación como esta y me he quedado con la sensación de que no se ha luchado lo suficiente. Creo que todo lo que nos ha dado la empresa era todo lo que tenía planteado darnos desde un principio». Sin embargo, reconoce que «puedo entender a los trabajadores que ya han vivido muchas situaciones de estas y, claro, al final una persona se cansa de pelear».

Pese a que Díaz ya ha trasladado su decisión a la empresa, debe permanecer en su puesto hasta que se termine de cerrar el proceso, por lo menos hasta el 23 de junio. «Es duro porque sabes que te vas a la calle, pero tienes que ser responsable hasta el último día». Respecto a su futuro, apunta que «la cosa, en general, está muy complicada en Cantabria, pero al ser un chaval joven que tiene varias experiencias laborales creo que tengo buenas opciones de que me contraten e, incluso, de ser autónomo; aunque es complicado».

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

eldiariomontanes Los rostros de los despidos de Bridgestone