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José Ahumada
Lunes, 3 de noviembre 2014, 08:48
Hizo falta que Nagore Robles, su pareja, la dejara para que Sofía Cristo se diese cuenta de que ya había caído demasiado bajo. Para entonces, ya tenía el tabique nasal perforado por la cocaína, y era capaz de esnifar ocho gramos de speed con una amiga en una noche de juerga. Han pasado 18 meses desde que dijo 'basta', año y medio en que se ha sometido pacientemente a terapia hasta que a empezado a ver la luz. Ahora acaba de publicar 'El amor de mi vida' (Aguilar), el diario en el que relata su hundimiento y también su salida del pozo de la droga.
«Las drogas han sido el gran amor de mi vida», dice, una pasión que estuvo a punto de costarle la vida. «He tenido un amago de infarto y he podido sufrir sobredosis», reconoce Sofía. En lo personal, sus adicciones también le pasaron factura. «He pisado a la gente que quería, he mentido, manipulado, he perdido mis valores y mi dignidad». En el libro, cuenta que su primer contacto con las drogas -el alcohol-, fue a los catorce años. Contemplar el declive de su padre, Ángel Cristo, en su propia casa no le sirvió de lección. Después vendrían los porros, el el speed, el éxtasis, la cocaína... «todas menos la heroína», confiesa.
Con 31 años, asegura que ha recuperado la alegría de vivir, pero aunque se siente mucho más limpia, sabe que nunca estará curada, que la amenaza siempre seguirá ahí. Ha dejado incluso su trabajo de dj para escapar de la noche y no exponerse a las tentaciones. «Pienso que puedo recaer, no estoy exenta por mucho tiempo que parezca que llevo. Tengo mis momentos y mis crisis, y sigo luchando cada día».
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