Una corona para muchos reinos
La Commonwealth ·
El legado imperial y esclavista pasa factura a la familia real británica, que ondea la bandera de la solidaridad con sus antiguas coloniasLourdes Gómez
Sábado, 14 de junio 2025, 18:17
La reciente visita de Carlos III a Ottawa, donde inauguró la legislatura desde el trono de la Cámara del Senado, en su papel de rey ... de Canadá, se ha interpretado como un gesto de solidaridad de la monarquía británica con el Gobierno y el pueblo canadienses ante las amenazas expansionistas del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Fue un viaje meteórico, de unas 48 horas, en compañía de la reina Camila, que podría favorecer la posición de la Corona frente a los movimientos republicanos que se extienden por la mayoría de las antiguas colonias de Gran Bretaña.
El rey, que sigue un tratamiento de cáncer a sus 76 años, apenas contuvo la emoción tras la calurosa reacción de los parlamentarios al mensaje de apoyo. El despliegue del 'soft power' monárquico -o presión sutil a base de gestos y símbolos- había comenzado meses atrás en Inglaterra, cuando recibió en la finca ancestral de Sandringham a Justin Trudeau, el anterior primer ministro canadiense que Trump ninguneaba entre amenazas de convertir el país vecino en el estado número 51 de EE UU. Días después, Carlos III plantó un arce, cuya hoja es símbolo nacional del antiguo dominio británico, y lució medallas canadienses en su uniforme militar durante una televisada inspección de las tropas. «Canadá tiene la fortuna de contar con un defensor firme de nuestra soberanía», admitió Mark Carney al término de una audiencia en el palacio de Buckingham, que puso la guinda a su victoria electoral del pasado marzo.
Carlos es jefe de Estado de quince países, incluido Reino Unido, desde la muerte de su madre, Isabel II, en septiembre de 2022. Son los llamados 'realms' (reinos) de la Commonwealth, asociación de naciones independientes fundada en 1949 sobre las cenizas del Imperio británico. La mayoría de los 54 miembros actuales son repúblicas o monarquías desvinculadas de la casa Windsor y los cuatro últimos admitidos en el club -Mozambique, Ruanda, Gabón y Togo- no tienen vínculos históricos con la metrópoli londinense. Pero la Corona aún pesa en catorce ex colonias que se esparcen por varios continentes, desde Canadá al Caribe, de Australia a India, de África a Maldivas, de Nauru a otras islas del Pacífico.
«Siempre he admirado la singular identidad de Canadá», dijo el monarca en el parlamento de Ottawa. Leyó el llamado 'Discurso del trono', con los puntos del programa gubernamental que redactan asesores del 'premier', sin quebrar la neutralidad política propia del sistema monárquico constitucional. Pero las alusiones a la disputa con el vecino estadounidense, que nunca ha pertenecido a la Commonwealth, fueron claras. Identificó la Corona como «símbolo de Canadá» y celebró el «renovado sentido de orgullo nacional, unidad y esperanza» demostrado por los canadienses a lo largo de la crisis.
Isabel II perdió durante su reinado la jefatura de Guyana, Trinidad y Tobago y Dominica
Canadá puntúa entre los niveles más bajos de apoyo a la monarquía del grupo de 'reinos' de la Commonwealth, según los sondeos. Sólo el 23% desea preservar a Carlos como jefe de Estado, frente al 46% que apoya la creación de una república o el 31% que se declara indiferente o indeciso. Este dato se recoge en una macroencuesta realizada a principios de 2023 por Lord Ashcroft, extesorero del Partido Conservador británico y patrocinador de investigaciones de opinión en las últimas décadas. La consulta se repitió en los catorce países que retienen el vínculo monárquico y el resultado reveló un extendido deseo de abolir el último vestigio colonial sin abandonar la mancomunidad.
Adiós al pasado
La opción republicana prevaleció en seis países -Antigua y Barbuda, Belice, Australia, Jamaica, Bahamas, Canadá y las islas Salomón- por márgenes de entre dos y 25 puntos de diferencia. Por el contrario, las cuatro naciones del Reino Unido habrían votado a favor de la monarquía constitucional, junto con pequeños territorios como Tuvalu y la caribeña Santa Lucía, entre otros.
Barbados se desvinculó de la Corona en 2021, en la más reciente transición republicana en la historia de la Commonwealth. La gobernadora general Sandra Mason observó que había llegado el momento de «dejar completamente atrás nuestro pasado colonial» al ser elegida primera presidenta del país. Carlos, entonces príncipe heredero, asistió a la ceremonia de traspaso de poder y arriada de la 'Union Jack' en representación de Isabel II, quien perdió durante su reinado la jefatura de otros tres estados caribeños: Guyana, Trinidad y Tobago y Dominica.

Jamaica podría protagonizar el siguiente divorcio en la ecléctica 'familia' de naciones amparada por la Casa Real. Por lo pronto, el Gobierno del laborista Andrew Holness ha iniciado los trámites requeridos para celebrar un referendo en la materia, aunque la fecha del plebiscito sigue en el aire. Por otro lado, Australia y Antigua se mencionan entre los candidatos a dar el salto republicano, aprovechando que «ahora es más fácil romper con la monarquía», según vaticinó un medio caribeño tras la muerte de la reina Isabel.
«Me gustaría decir claramente, como ya lo he dicho antes, que los arreglos constitucionales de los miembros, ya sea república o monarquía, es una cuestión que ha de decidir cada país miembro», declaró Carlos en la apertura de la cumbre de jefes de Estado y Gobierno de la Commonwealth de 2022, en Ruanda, antes de advertir que «el beneficio de una larga vida me ha dado la experiencia de que este tipo de arreglos se pueden resolver con calma y sin rencor». Portavoces palaciegos recurren a esta misma declaración de principios desde que Isabel II lograra persuadir al resto de dignatarios de que confiaran el liderazgo de la asociación en su primogénito, pese a que el cargo no es hereditario.

La probable renuncia de otros 'reinos' a mantener a Carlos como jefe de Estado mermará quizá el prestigio de la monarquía. Sin embargo, Robert Hazell, académico y experto constitucionalista, argumenta que también supondrá un «alivio» para la Casa Real, en cuanto a reducción del volumen de trabajo y el número de visitas a las nuevas repúblicas y la eliminación del riesgo reputacional de los territorios más inestables. El profesor de la Universidad de Londres pone como ejemplo los sucesivos golpes militares en Fiyi y la invasión de Granada por parte de EE UU en 1983, sin notificar previamente al gobierno de Margaret Thatcher ni a la reina Isabel.
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Precisamente, los ahora duques de Edimburgo, Eduardo y Sofía, cancelaron una anunciada visita a Granada al calor de las protestas antimonárquicas generadas en la gira por las Antillas Pequeñas, en 2022, en conmemoración del Jubileo de platino de la reina. Ese mismo año, el príncipe Guillermo y su mujer Catalina protagonizaron una desastrosa visita oficial a Jamaica, con escalas adicionales en Bahamas y Belice, que reavivó el fantasma del legado colonial y esclavista de la familia real.
La Commonwealth busca disculpas formales y un programa de reparación
El nieto de Isabel II retomó las palabras de su padre al señalar en un banquete en la residencia del gobernador general que la «horrible atrocidad de la esclavitud es una mancha permanente en nuestra historia». «Quiero expresar mi profundo pesar. La esclavitud fue abominable. Nunca debió suceder», añadió en presencia del primer ministro Holness y otras personalidades. El mensaje de contrición sonó limitado para la amplia comunidad de la Commonwealth que busca disculpas formales y un programa de reparación por las heridas de la trata y abuso de humanos.
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