Las protestas contra Trump deslucen el desfile militar en el día de su cumpleaños: «El odio no hace grande a EE UU»
La multitud que jaleó al presidente durante la parada de las fuerzas armadas en Washington y el gentío que se manifestó en miles de ciudades en contra de sus políticas muestran las dos caras actuales del país
Estados Unidos ha mostrado este sábado sus dos rostros desde la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. La imagen de la polarización. Mientras ... una multitud se concentraba en el National Mall de Washington para presenciar el espectacular desfile militar organizado con motivo del 250 aniversario del ejército, otro gentío de grandes proporciones se repartió por miles de manifestaciones a lo largo y ancho del país en contra de la política «autoritaria» del presidente.
Las movilizaciones y la amenaza de lluvia deslucieron ligeramente la gan parada, donde no faltó de nada: la tradicional ceremonia al soldado desconocido en el cementerio de Arlington, exhibiciones aéreas, columnas de carros de combate y miles de soldados que cruzaron marciales las principales avenidas de la ciudad. Hubo un detalle que a muchos les dio que pensar: por dos veces sonó el clásico 'Cumpleaños feliz' y nadie supo si fue por el aniversario de las fuerzas armadas o porque Trump cumplía 79 años. El presidente, exultante, dijo al público: «Todos los demás países celebran sus victorias. Ya era hora de que Estados Unidos también lo hiciera».
Las manifestaciones fueron en gran medida pacíficas, con pocas detenciones en todo el país, aunque con algunos incidentes de seriedad. Los choques más intensos con los agentes antidisturbios se produjeron en Los Ángeles, 'militarizada' desde hace una semana por la Guardia Nacional y los marines en apoyo a los agentes anti-inmigración, Seattle y Portland.
El controvertido desfile comenzó antes de la hora prevista y duró menos tiempo debido a los oscuros nubarrones. Nunca en los últimos treinta años los estadounidenses habían visto una parada así en la capital. Miles de personas, con predominio abrumador de simpatizantes de Trump, tocados con la gorra MAGA que los delata, se congregaron a los lados del recorrido. Tras un documental que narraba la historia de la fundación del ejército de EE UU y su victoria sobre los británicos en la Guerra de la Independencia, llegó el primer cántico del 'Feliz cumpleaños' y un sinfín de gritos «¡Amamos a Trump!». A esas alturas empezaba a haber dudas sobre el motivo real del festejo.
En Washington se esperaban 200.000 espectadores. Las organizaciones civiles no quisieron organizar allí sus protestas para evitar conflictos y, sobre todo, no dar munición al presidente en la lucha en la que lleva embarcado desde hace una semana larga contra los «insurrectos», aquellos que se manifiestan contra su política anti-inmigración que ha provocado ya numerosas detenciones y deportaciones.
Las redadas contra los indocumentados que residen en el país han llegado a tal extremo que muchos de ellos o han sido arrestados o se esconden sin salir a la calle para evitar su detención. Sectores como el hostelero, la construcción y el agrícola han pedido a la Casa Blanca que abanddone ya esta estrategia porque se están quedando sin mano de obra. Y, de hecho, las redadas se han paralizado en muchos invernaderos y edificios en construcción.
No hubo manifestaciones en la ciudad, pero sí algunos carteles de rechazo a la política del Gobierno. «Treinta millones sacados de nuestro ejército», rezaba uno de ellos en relación al coste del desfile. «No se trata de izquierda frente a la derecha. Se trata de lo correcto frente a lo incorrecto», «No dejemos entrar al miedo» o «El odio no hace grande a EE UU».
Horas antes del desfile circuló entre las multitudes la noticia de los dos asesinatos de «motivación política» ocurridos en Minnesota. La representante de la legislatura estatal Melissa Hortman y su esposo, Mark, fueron acribillados a balazos en su casa por un individuo disfrazado de policía. También el senador estatal John Hoffman y su esposa, Yvette, fueron víctimas de otro ataque en su residencia por parte del mismo tirador, que se encuentra huido. El agresor llevaba una lista con nombres de otros políticos. La Casa Blanca de Trump se enfrenta a sendos atentados de corte político sin precedentes desde los tiempos más oscuros de la historia del país. Seguramente al líder republicano no le gustó en absoluto que su gran celebración militar comenzara de esta manera, pero en público supo disimularlo.
Por la tarde, un contingente masivo de policías descargó balas de goma y gases lacrimógenos para dispersar a una multitud de manifestantes que se concentraban frente de un edificio federal en Los Ángeles, la ciudad californiana donde surgió la idea de celebrar esta jornada «sin reyes« para denunciar el talante «autoritario« de Trump. »Vergüenza, vergüenza«, gritaron los ciudadanos delante de los marines y los miembros de la Guardia Nacional que custodiaban el edificio mientras eran obligados a retroceder por los antidisturbios y policías a caballo. Según las fuerzas de seguridad, los manifestantes «arrojaron piedras, ladrillos, botellas y otros objetos» contra los agentes, aunque su acusación fue desmentida por los periodistas presentes en el lugar.
Incidentes
En Portland, Oregón, la Policía respondió también con gases lacrimógenos contra una concentración en el exterior de una instalación de la agencia de inmigración (ICE). En San Francisco, un automóvil atropelló y dejó heridos a cuatro manifestantes en un incidente que las autoridades investigan como un «posible acto intencional». Otro conductor embistió a decenas de personas en Culpepper (Virginia). Terminó detenido y en prisión.
Alguien aprovechó el asesinato de la legisladora en Minnesota para difundir un aviso falso de bomba en el Capitolio de Texas, que fue desalojado y acordonado antes de que equipos especializados en explosivos lo registraran. Y en Florida, unas mil personas marcharon hasta las inmediaciones de la mansión del presidente en Mar-a-Lago, en una iniciativa que fue correspondida por una contramanifestación de seguidores trumpistas. Y, posiblemente, la protesta más singular tuvo lugar en la isla Monhegan, frente a Maine , donde los manifestantes fueron montados en carritos de golf, la gran afición del inquilino de la Casa Blanca. Participaron cien personas, Todo un éxito si se tiene en cuenta que es bastante más que la población censada en este pedacito de Estados Unidos.
La Unión Americana de Libertades Civiles estimó en más de 5 millones lde personas la participación en un total de 2.100 manifestaciones. Sin embargo, el director de comunicaciones de la Casa Blanca, Steven Cheung, consideró que fueron un «fracaso completo y absoluto con una asistencia minúscula». «Es triste que los demócratas y los liberales prefieran apoyar a los delincuentes e ilegales en lugar de celebrar el 250 aniversario en nuestro gran día del ejército y la bandera», señaló.
La parada de Washington resultó mucho más espectacular del acto modesto que en principio pretendía realizar el ejército cuando en junio de 2024 presentó la petición para obtener el permiso de usar las calles de la capital en el Servicio de Parques Nacionales. Trump ya quiso celebrar un desfile así en 2018, pero el Ayuntamiento de Washington y las propias fuerzas armadas le convencieron de que no lo hiciera por su elevado coste y los daños que podrían sufrir las calles al paso de los tanques.
Esta vez sí lo ha conseguido. Ha tenido carros de combate en tierra y aviones en el cielo. El aeropuerto cerró el espacio aéreo mientras los cazas sobrevolaron Washington, muchas de cuyas calles quedaron cerradas al tráfico. Todos los empleados federales había sido conminados desde mediados de semana a trabajar desde sus casas para dejar libres las oficinas del Gobierno y acomodar allí a los militares. ¿Valió la pena todo este montaje? Meredith Joyce, una virginiana que viajó a la capital con su gorra MAGA, una bandera estadounidense y un entusiasmo desbordante por el espectáculo y su presidente, lo tenía claro: «Sí, lo ha dicho nuestro comandante en jefe (Trump): es patriotismo».
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