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Nacho Zubelzu
Sábado, 30 de diciembre 2023, 01:00
Hoy la naturaleza está helada, fría y triste. Hoy los pájaros no cantan, los rebaños callan y las águilas, linces osos y lobos, miran con ... tristeza al cielo. Una nueva estrella luce allá arriba. Adiós Suso, amigo. Fuiste un luchador, un quijote, una referencia y un modelo. Me enseñaste a disfrutar de las pequeñas cosas, a valorar lo inmaterial, a apasionarme por lo efímero: un amanecer, un canto o una brisa. «Lo que se puede comprar con dinero no me interesa», me decías. Me enseñaste, sobre todo, a entender la vida.
Fuiste un nómada incansable siempre a caballo entre las brumas, nieblas y acantilados cantábricos y las jaras y encinas de tu amada dehesa extremeña. Y al final de la vereda, esperando, tu querida compañera de vida, Isabel.
Con tu sencillez, humildad y sobre todo generosidad, me embriagaste y me hiciste de tu rebaño, engrosando este inmenso redil que es el planeta. Tuve la suerte de acompañarte en numerosos viajes y trashumancias. Un viaje junto a ti hasta Andalucía o Teruel era como ocho años de universidad. Cada frase, cada comentario era una tesis.
Como los grandes maestros, en cada conversación dejabas señales para luego analizar, reflexionar e interpretar. Momentos inolvidables que me han influido como persona ycomo artista, inculcándome valores y principios que han inspirado mis obras de arte.
Fueron viajes apasionantes, aventuras llenas de vicisitudes, problemas y alegrías; pero en todos, articulabas naturaleza y ganadería con historia, antropología y geografía.
Siempre positivo, supiste, como nadie, aunar ciencia y humanidades, aportando recursos y dando soluciones. Como decías, hay que «parar, templar y mandar». Verdaderas enseñanzas de vida, compartidas con un sabio
Sin Jesús Garzón, la sierra, como dice la tonada, se queda triste y oscura cuando se van los pastores. Hoy, un sentimiento de soledad y tristeza inunda, no solo la sierra, sino los corazones de los que te conocimos. No olvidaremos ese gen latino que te proveía de creatividad, ingenio y chispa, combinado con el otro alemán, que ponía la constancia y la serenidad. Esa mezcla aderezada de talento te hacía invencible. Sin duda, tenías la inteligencia natural de un gentleman de campo, la dureza de un guerrero y la astucia de un lobo en los despachos. Sin embargo, luego podías ser un cordero en la majada y tener la sensibilidad de un poeta.
Fuiste un profeta del mundo natural. Tus artículos de hace 50 años ya reflejaban la realidad medioambiental actual. Como el ganado siembra y abona cañadas, cordeles y veredas, tú, has sembrado y abonado la conciencia y los corazones de tus muchos seguidores, por ello debemos darte gracias. Conseguiste que las ovejas pasaran por Madrid, creaste numerosas asociaciones para mantener viva la trashumancia y proteger especies en peligro de extinción. También, gracias a ti, hoy disfrutamos de espacios naturales como Monfragüe.
Como nómada de ida y vuelta, siempre en busca de las dos primaveras, has emprendido tu último viaje que te ha llevado a esa eterna primavera. Allí, seguro seguirás siendo, lo que siempre fuiste y por lo que luchaste, «un hombre libre en una tierra libre».
Nacho Zubelzu era amigo de Jesús Garzón
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