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MARÍA ANTONIA MANZANO
Domingo, 1 de octubre 2023, 02:00
Y así podríamos resumir, en pocas palabras, a Pito Manzano, como todos sus amigos y familia le conocían.
Desde bien pequeño, cuando de niño corría ... por su pueblo natal, Suesa, se empezaba a vislumbrar la persona en la que más tarde se convertiría. Con sus padres y hermanos, pronto, muy pronto, conoció el trabajo duro, el sacrificio para conseguir las cosas y el esfuerzo necesario para salir adelante.
Sus trabajos en la fragua de Villaverde, con la que bien joven consiguió su primera bicicleta, y como segador de fincas con la cuadrilla de Suesa, le permitieron ayudar en la economía casera y ahorrar para poder comprar las primeras vacas y asentarse en la finca de Los Leones en Loredo, trabajando para otros, con aquel primer tractor Massey Ferguson que llegó a su casa, siempre con jornadas de trabajo de incontables horas.
Con 20 años conoció al amor de su vida, Tere, y con ella formó una familia.
Mientras tanto, siempre gustoso de seguir con las tradiciones, fue uno de los ganaderos que, con su yegua y su carro, participaron en el Derby de Loredo, desde sus inicios hasta casi sus últimas ediciones, en las carreras de percherones, no tan lucidas como las de los caballos de pura sangre, pero si más identificadas con la zona de Ribamontán al Mar, donde las ganaderías y el sector primario eran las generadoras de los ingresos del municipio en aquel entonces.
No se nos pueden olvidar las veces que bajo los sauces del corral de Los Leones se colocaban los tableros y los caballetes y se improvisaba una comida para celebrar el Derby, o para comer todos juntos después de una dura jornada de ensilaje del maíz o de la hierba seca, rodeados de manos amigas que siempre estaban dispuestas a echar una mano en las duras jornadas agrícolas y ganaderas.
También practicó el tiro de cuerda con el segundo equipo de Los Tractorudos, hombres que después de su duro trabajo se reunían para entrenar y/o participar en los concursos de tira soga por las boleras de Cantabria.
Y mientras, la familia iba creciendo, formando «la piña», como siempre decía, con hijos, hijos políticos, nietos... predicando con el ejemplo todos esos valores que se aprenden desde bien pequeños y que hacen que la unión, el respeto y las diferencias engrandezcan las relaciones familiares; estar siempre juntos en las alegrías y también en las penas, preocuparnos por las pequeñas cosas, disfrutar de lo cotidiano y sentir que juntos se puede con todo.
Pito era un hombre de campo, sí... Un hombre sencillo, que, con su palabra y estrechando la mano, valía más que un contrato ante notario. Que se preocupó de dar a su familia la formación que él no tuvo, que predicó con el ejemplo y que lo que más le gustaba era estar con los suyos y con sus amigos, alrededor de una mesa, paseando con su carro y su yegua, o con su bicicleta, y «echando una parlotada» con sus vecinos.
En sus últimos años, su salud le convirtió en una persona dependiente, y aún así, siempre podíamos ver su sonrisa pícara y esa mirada azul que te embelesaba... y seguía disfrutando con la familia a su alrededor.
Esta historia es la de nuestro padre, pero también la de muchas otros hombres y mujeres, que a través de una vida sencilla y cotidiana consiguen rodearse de una gran familia y extraordinarios amigos, que te acompañan siempre.
María Antonia Manzano es hija de Agapito
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