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Ya lo he señalado en alguna otra ocasión. La obra poética de Álvaro Pombo no ha despertado nunca el interés que merece, ni entre los poetas ni entre los lectores asiduos al género. Tampoco ha ocupado jamás el imprescindible y significativo lugar que reclama a la hora de valorar el conjunto de la obra pombiana.
Sin embargo, quizá paradójicamente, quiero dejar aquí apuntado que la poesía de Álvaro Pombo sí ha sido premiada en alguna ocasión con destacados galardones (por ... ejemplo, con el Premio El Bardo en 1977); fue reunida en 2004, entonces como poesía completa en un único volumen para conmemorar el treinta aniversario de un sello editorial tan importante como el barcelonés Lumen; y, además, ha tenido la enorme fortuna de encontrar un crítico y estudioso de verdadera enjundia en Mario Crespo López, cuyo acercamiento a la poesía pombiana es hoy por hoy ineludible (véase el libro 'Existir innumerable. La poesía de Álvaro Pombo', ediciones Tantín, Santander, 2021).
En opinión de José Antonio Marina, «el éxito de la narrativa de Álvaro Pombo ha hecho que su poesía pase sigilosamente, casi de puntillas, de incógnito, por el paisaje literario español. Un fenómeno injusto a todas luces, porque se trata de una obra brillante e innovadora, que contiene, además, la clave del resto de su literatura».
Estoy por completo de acuerdo con el segundo aserto, no tanto con el primero. El gran éxito de la narrativa precisamente podría haber despertado el interés por la poesía, aunque fuera un interés comparativamente modesto, pero es evidente que no ha sido así.
Llevo un tiempo enfrascado en la preparación de una antología de la poesía de Pombo que debería ver la luz este mismo año. Por tanto, he leído con atención toda su poesía publicada hasta la fecha y creo poder señalar una razón de peso para la dificultad de su recepción: el discurso poético pombiano a lo largo de todos sus libros es un discurso continuo, hilvanado de libro a libro, de poema a poema, casi sin solución de continuidad. Me explico. Con alguna señalada excepción, quizá fundamentalmente unos cuantos poemas de 'Los enunciados protocolarios', sus libros de poesía no están conformados por conjuntos de poemas «exentos» que puedan leerse uno a uno como unidades significantes independientes entre sí, sin necesaria relación entre ellos.
Los poemas de Álvaro Pombo, sobre todo los reunidos en sus cuatro primeros libros de versos ( 'Protocolos', 'Variaciones', «Hacia una constitución poética del año en curso», y «Protocolos para la rehabilitación del firmamento»), son eslabones de una misma cadena discursiva, de una misma «constitución poética», por emplear el feliz y preciso hallazgo del poeta.
Estamos, sí, ante una Constitución Poética en la que cada libro es un capítulo de la misma, y cada poema ejerce el papel de artículo constitutivo de un todo que lo asume y del que forma parte. De alguna manera cada poema está «enlazado» con el que le precede y con el que lo continua, configurando así un único discurso, un único poema extensísimo en el que el autor, en efecto, ha dejado reveladas (aunque no explícitas) las principales claves de su biografía exterior e interior, de su pensamiento y de su literatura. Por eso, el lector que aborda la poesía del premio Cervantes leyendo poemas sueltos no hallará fácilmente asideros de inteligibilidad y cerrado sentido en ellos. Al revés, encontrará que el poema elegido al azar para su lectura rara vez empieza y termina en sí mismo, no se abre y se cierra en sí, por lo que dicha azarosa lectura de poemas puede generar un frustrante sentimiento de acercamiento a algo inacabado, inconcluso. Es como si el lector contemplase solo una, dos, tres…, piezas de un gran puzle cuyo conjunto terminado prometiese, sí, una compleja autobiografía trascendida y una íntima y personal visión del mundo y la existencia, talladas ambas por el uso de un brillante e innovador lenguaje poético concebido como método de descifrar la propia historia, la propia experiencia de ser y estar en la vida.
Así, antologizar la obra poética de Álvaro Pombo es una empresa condenada de antemano al fracaso, pues el antólogo lo único que tiene a su alcance, en el mejor de los casos, es ofrecer al lector fragmentos (más o menos elocuentes, más o menos eficaces en el propósito de su elección), que muestren la manera pombiana de concebir y resolver la escritura poética y propaguen la particular atmosfera (ironía ensoñada, melancolía filosófica…) que exudan los poemas: una aventura ciertamente singular, única, en la poesía española del último medio siglo.
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