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Scarlett Johansson, en 'Ghost in the Shell'.
Una máquina de matar averiada

Una máquina de matar averiada

El salto a imagen real de 'Ghost in the Shell' quiere gustar tanto al espectador medio que se desnaturaliza y pierde fuelle

Borja Crespo

Jueves, 30 de marzo 2017, 18:26

En pleno siglo XXI es difícil que una película con olfato comercial, que parte de un material conocido, adaptándolo o rehaciéndolo, no eche a andar sembrando la polémica en internet. Odiar algo antes de que exista está al orden del día en las redes sociales, como ya ocurriera de manera exagerada con la nueva versión de 'Cazafantasmas', estrenada el pasado verano con más rédito del que algunos quisieran creer. El salto a imagen real de 'Ghost in the Shell', un manga, léase cómic japonés, indispensable, y un anime de referencia, superior a las viñetas de partida, que ya es mucho decir, no ha estado exento de fuertes críticas desde que se conoció el proyecto apadrinado por Paramount. Internautas rabiosos, con ansias de ser califa en lugar del califa, esgrimiendo el 'no tiene sentido, yo lo haría mejor', encontraron en la elección de la actriz protagonista, Scarlett Johansson, el blanco perfecto para dirigir su ira en forma de tuits y posts envenenados. ¿Es otra muestra del whistewashing made in Hollywood? ¿De nuevo han decidido cambiar los rasgos del papel protagonista para que sea occidental? ¿Es importante siendo su forma ficticia? Quien pone el dinero tiene el poder, la última palabra en la producción cinematográfica, y el estreno que nos ocupa no oculta en ningún momento su deseo de llegar a la mayor cantidad de público posible, su mayor lastre, de ahí que no sea de extrañar que hayan decidido cargar el peso del filme en una artista de reconocida trayectoria, popular incluso en medios sensacionalistas, que ha demostrado sobradamente su capacidad para defender roles en películas de acción. Su participación en 'Lucy', la alucinógena propuesta del cineasta galo Luc Besson, es un ejemplo. En sus imágenes adrenalíticas la inocente chica de 'Lost in translation' repartía golpes a diestro y siniestro tras adquirir poderes increíbles por el efecto de una extraña droga.

Cómic y anime

  • 'Ghost in the Shell' inició su andadura en formato cómic en 1989. El manga, obra de Masamune Shirow, acaba de ser reeditado en nuestro mercado con cierta polémica sus páginas han sido objeto de censura. Su popularidad derivó en dos películas dirigidas por Mamoru Oshii y una serie de animación para televisión de dos temporadas. La adaptación cinematográfica que visita la cartelera este fin de semana se mira en el espejo del anime, fechado en 1995, loado en su momento por crítica y público, una de las puntas de lanza del fenómeno otaku en Occidente junto a 'Akira' y 'Dragon Ball'. La recomendable película, uno de los símbolos del cyberpunk, fue reconocida internacionalmente. Sobresalió por la originalidad de sus recursos estilísticos, por el despliegue de imaginación y su hábil metáfora sobre la existencia, a través de los ojos de un cyborg, una máquina de matar con conciencia. La médula y el cerebro sobreviven bajo la piel sintética del androide. La identidad preservada bajo el esqueleto robótico. El ser artificial es más humano de lo que parece. La influencia de 'Blade Runner' (1982) o 'Robocop' (1987) es evidente. Las viñetas de partida, por el contrario, lejos de explorar la vida y el conflicto moral sobre la ceración, tenían cierto componente erótico y se centraban principalmente en las aventuras de la Sección 9.

Scarlett Johansson también defiende con nota alta su caracterización de Viuda Negra en las franquicias de Marvel. En la primera entrega de 'Los Vengadores' cuenta con algunas de las mejores escenas de acción. La presentación de su personaje en el tebeo de imagen real dirigido por Joss Whedon es memorable. Quizás por ello sonó su nombre desde un principio para encarnar a Motoko Kusanagi, la Mayor, un androide con cerebro humano, único en el mundo, que capitanea la Sección 9, un grupo de operaciones especiales de élite dedicado a combatir contra terroristas cibernéticos y criminales corporativistas. 'Ghost in the Shell', aka 'El alma de la máquina', ofrece una nueva perspectiva del aplaudido título de animación oriental bajo la dirección de Rupert Sanders, responsable de 'Blancanieves y la leyenda del cazador', un dato más problemático que la elección de la artista protagonista. La idea original, con un claro perfil metafísico, pedía una mano autoral, no un mero artesano preocupado únicamente por la estética. La forma se come al fondo, síntoma de una de las mayores enfermedades que aquejan el cine actual, el deseo irrefrenable de ensanchar el target hasta perder el espíritu primigenio. La película quiere gustar tanto al espectador medio que se desnaturaliza y pierde fuelle. La ciencia-ficción, no siempre fácil de entender, es víctima de este tipo de abusos en el medio audiovisual. Se mastica tanto la información que se convierte en una papilla insulsa.

El alma de la película

La historia de 'Ghost in the Shell' la hemos visto mil veces. En su salto del dibujo a la carne se ha simplificado tanto el relato que ha perdido el alma, lo que resulta una paradoja dado la traducción del título al castellano. La filosofía Cyberpunk se queda en lo meramente superficial y el conjunto carece de emoción más allá de los efectos visuales, una apología del horror vacui que brinda lo más destacable del filme, otra vuelta de tuerca a la tragedia del moderno Prometeo. El envoltorio de 'Blade Runner' elevado al cubo ofrece al espectador los momentos más atractivos del paquete. Los diseños presentes en una Shanghai futurista, donde la tecnología se come al ser humano y la publicidad está presente hasta en la sopa, por no decir ramen, derrochan toda la imaginación de la que carece el guión. Deudora en algunas escenas de la singular 'Under the Skin', también protagonizada por Scarlett Johansson, cuya estética fagocita en algunos instantes de ensoñación, mimetiza al máximo el anime en algunas secuencias, curiosamente las más llamativas, aunque el argumento no se permite dar volantazos con tal de seguir el camino previsto, una línea recta de la que no se desvía con tal de no plantear las cuestiones existenciales que caracterizaban a los ingredientes originales.

La intriga de 'Ghost in the Shell', la caza y captura de un hacker cyber-tecnológico que está eliminando cruelmente a todo aquel que lo creó, científicos y jerifaltes de una multinacional con delirios de grandeza, está al servicio del espectáculo, se vende a las escenas de acción y el barroquismo infográfico. El apartado gráfico puede ser el mayor deleite del espectador consciente. El continente por encima del contenido. En las distancias cortas, en las conversaciones y primeros planos, es donde peor se desenvuelve uno de los lanzamientos más esperados de la temporada, cuyo casting goza de un guiño excepcional, la presencia de Takeshi Kitano, el líder de la Sección 9, cuyas escenas finales son las más frescas del lote, poco dado al humor (tomarse demasiado en serio la ciencia-ficción no la hace mejor, ya lo dejó claro 'Prometheus'). El actor y director oriental, alma máter de 'El verano de Kikujiro' o 'Sonatine', aporta el toque global al reparto. Quizás era la persona ideal para afrontar el proyecto en lo alto de la pirámide, o alguno de sus contemporáneos coreanos. En Oriente sí saben rematar bien este tipo de cine, no quedándose únicamente en lo exterior, aunque pequen de horteras la mayoría de las veces.

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