lgo en él le decía que tenía ese don de los escritores que saben comunicar: «Soy muy sincero conmigo mismo y si no hubiera estado seguro, no hubiera sometido a mis amigos y a los lectores a la tortura de leer algo que podría ser malo». Los hechos le demostraron que había tomado la decisión correcta. El vértigo que supuso este cambio de vida -«sin apoyos de amigos o familiares», afirma- «hay que afrontarlo si uno quiere que su sueño deje de ser irreal». Además de escribir (va por su tercer libro ), ha creado una editorial, 'La Vieja Era', y regenta un bar en Noja y un restaurante en San Mamés de Meruelo. Se nota que disfruta cada momento de esta segunda oportunidad y llama la atención cómo se emociona cuando le llaman 'Hile', «así lo hacen mis amigos».
-Usted cumplió el sueño de buena parte de la población, de dejarlo todo, para hacer lo que de verdad a uno le gusta. En su caso, escribir en Cantabria. ¿Hay que ser un valiente o más bien un inconsciente?
-Los cambios radicales siempre conllevan un riesgo. Yo lo hice con 50 años y con un buen trabajo en Madrid. Mi vida estaba muy encarrilada, después de unos cuantos avatares. La gente de mi alrededor tomó esta decisión como una locura. Pero no podía continuar así. La vida se me estaba escapando. Tampoco fui un gran inconsciente. Mis hijos ya eran mayores. Solo me faltaba la valentía, que finalmente llegó. En los años en los que había estado trabajando en Brasil, con un proyecto de diseño de muebles, fue cuando di mis primeros pasos en la escritura. Con el transcurrir del tiempo, decidí apostar por ello. Nací en Madrid, pero con diez días ya estaba en Torrelavega, donde mi padre era ingeniero de la Sniace. Este siempre ha sido mi lugar. Estoy instalado en San Mamés de Meruelo con mi segunda esposa, Idoya Merino, y soy feliz.
-Licenciado en Ciencias de la Información, se dedicó al marketing en España y Brasil. Sin embargo, terminó reinventándose de tal manera que para pagar sus facturas, además de escribir, se ha hecho hostelero.
-Ya había tenido un restaurante hacía muchos años en Segovia. Era consciente, cuando llegué, que de ser escritor solo pueden vivir unos pocos, así que busqué algo que me permitiera seguir con mis libros. En Noja encontré un bar desde el que se ve la mejor puesta de sol del mundo, 'La Cabaña'. Hace menos de un año, abrimos un restaurante al lado de casa, 'El Fijón de San Mamés', muy acogedor, en el que se toma producto de temporada.
-Alguno le tildaría de intrépido, porque además ha creado una editorial, 'La Vieja Era'. ¿No todo está perdido en el mundo de las letras?
-Mi propia experiencia me llevó a creer en la necesidad de este tipo de pequeñas editoriales. Las grandes no están para atender a gente como yo, que se presenta con su primer libro sin que nadie haya oído hablar de mi. Ellos reciben al día montones de libros. ¿Tú crees que tienen tiempo para atendernos? Yo sabía que escribía bien y necesitaba que alguien me diera la oportunidad de publicar mi primer libro, 'Destinos insólitos'. Así que me la di yo. ¡Y acerté! Fue muy bien acogido. Para el segundo, 'Samira en dos orillas', apostó por mí una editorial de Alicante. Para el tercero que acabo de escribir, aún no he decidido qué haré. Pero lo que sí es seguro es que mantendré la editorial para mis propios proyectos y para otros escritores que se encuentren como yo, al inicio.
-Desde su experiencia en el mundo de las empresas internacionales del marketing, ¿cómo ve a Cantabria?
-Cantabria lleva años moviéndose y vendiéndose muy bien. Dejando claro que no tengo ningún interés en la política, reconozco que la visibilidad que le ha dado el presidente Revilla a la región es mucho mayor que cualquier otra. Por otro lado, campañas como la del Año Jubilar Lebaniego fueron todo un acierto. Creo que se están haciendo bien las cosas para vender el nombre de Cantabria fuera de nuestras fronteras. Siento que cada vez hay más personas que dejan el sur para venir al norte a veranear y Cantabria es uno de sus destinos favoritos. Lo único que necesitaríamos para mejorar de verdad es un tren con Bilbao, cuyo trayecto dure, como mucho, una hora,
-El covid-19 ha avivado el hábito de lectura. Pero, por otra parte, está haciendo mucho daño a la hostelería. Usted está afectados por ambas circunstancias.
-Sin duda, esta situación está suponiendo un gran palo para todo el sector hostelero. He de decir que me siento un tanto afortunado, porque he estado muy bien durante el confinamiento, con mi mujer Idoya, mi jardín, mis animales, escribiendo... Además, nosotros pudimos abrir el restaurante el 12 de mayo, ya que está en un municipio de menos de 5.000 habitantes, lo que nos ha permitido recuperarnos bastante bien. Sin embargo, en Noja, en el bar, notamos que a la gente le cuesta aún ir a alternar. Les noto con miedo.
-Si alguien que quisiera seguir sus pasos y quisiera venir a Cantabria a escribir, ¿dónde le recomendaría que fuera?
-Esta es una pregunta complicada, porque cada uno tiene que encontrar su sitio por si mismo. Pero dicho esto, hay un lugar a quince kilómetros de Meruelo, hacia el interior, que se llama Llueva, que es un pequeño paraíso. Pero si no se acierta a la primera en la elección del sitio, no pasa nada. No hay que tener miedo a seguir intentándolo.
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