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El Faro del Caballo, sin aglomeraciones
Desde el pasado sábado, personal de Naturea controla que solo accedan a este enclave santoñés los visitantes con reserva previa, lo que está evitando masificaciones
Tras casi una hora de caminata a través del monte Buciero, Javier y María, que pasan estos días de vacaciones en Cantabria, tomaron el último desvío que conduce al Faro del Caballo. Allí, para su sorpresa, se toparon en la mañana de ayer con un control de acceso justo antes de comenzar el descenso de los 763 escalones. Junto a la caseta de madera instalada, estaba Ángela Cagigas, informadora del programa Naturea, que les pregunta si tienen reserva. «No tenemos», responde la pareja, oriunda de Castilla y León.
«Entonces, no podéis bajar porque es necesario sacar cita previa. Es un sistema que se ha implantado para conservar el lugar y evitar las masificaciones». Ángela les explica que pueden sacar el pase a través de la web del Ayuntamiento de Santoña o en el código QR que figura en un cartel pegado en la caseta. Prueban. Hasta las dos de la tarde no hay hueco y son poco más de las diez y media de la mañana. Deciden no esperar y se dan media vuelta. Antes, se acercan a un mirador para ver el faro y su idílico entorno desde las alturas. «Es una faena porque no nos habíamos enterado. Hemos mirado en internet información para hacer la ruta y no ponía nada. Nos hemos quedado con las ganas porque tiene que estar chulo», comenta la pareja resignada, pero, en el fondo, lo entiende. «La medida nos parece bien, aunque la tienen que dar más difusión y poner carteles».
Se permite el paso a 100 personas cada dos horas, y si se llega antes de la hora de la cita, se debe esperar para poder bajar
Lo cierto es que carteles sobre el acceso limitado hay. Dos. Justo al arrancar la caminata, pero la mayoría de visitantes no se detiene a leerlos. Aún así, cada vez son más lo que hacen los deberes y reservan con antelación. La iniciativa, puesta en marcha por el Gobierno de Cantabria con la colaboración del Ayuntamiento de Santoña, entró en funcionamiento este pasado sábado, tras la experiencia piloto del verano pasado, y se extenderá hasta el 31 de agosto. «Al ser algo novedoso hay mucho desconocimiento al principio, sobre todo de la gente que viene de fuera. Pero, poco a poco, cada vez vienen más personas con la reserva hecha». Si han realizado el trámite, Ángela les pide el número de la reserva y lo anota en un papel junto al lugar de procedencia. Karen, Valentina y Christian llegan desde Santander. «Nosotros lo vimos en las redes sociales y hemos reservado esta misma mañana a primera hora. Nos parece una buena iniciativa para evitar las aglomeraciones».
El problema viene cuando no disponen del requerimiento. «Hay gente que lo entiende y otra que no». Ayer, dos personas se empecinaron en bajar al faro y Angela les tomó los datos avisando de que «serán remitidos a las autoridades competentes» al estar incumpliendo la normativa. Ella tira de paciencia ante este tipo de comportamientos y les ofrece otras rutas alternativas por el monte y hasta les ayuda a tramitar la reserva 'in situ', si es preciso. Eso sí, tienen que esperar a la hora que haya libre. El aforo fijado es de cien plazas cada dos horas. El control comienza a las 10.00 horas y finaliza a las 20.00 horas. Los que llegan antes de tiempo deben esperar para poder iniciar el descenso.
Ayer, a eso de la una de la tarde, muchos aguardaban su turno sentados en los alrededores de la caseta. Eneritz y Álex hacían tiempo jugando a las cartas. También desconocían la obligación de reservar, pero por el camino «un hombre nos lo ha comentado y lo hemos gestionado. Nos parece algo lógico. Es verdad que cuando hemos llegado no había mucha afluencia, pero estando aquí está llegando una horda de gente». Álex, que es de Bilbao, apunta que en San Juan de Gaztelugatxe, también hay esta medida. «Aquello era una locura al ponerse de moda y, ahora, por lo menos, está más controlado y aquí, pasará igual».
Disfrute con tranquilidad
La espera al final tuvo su premio y cuando llegó su turno y bajaron la empinada escalera, se encontraron un Faro del Caballo sin masificaciones y con espacio libre para contemplar y disfrutar con tranquilidad del cautivador enclave. La estampa, con público limitado, nada tiene que ver con la masificación de los estíos de los últimos años. Sobre todo, se agradece en los estrechos escalones que se pueden descender y ascender sin necesidad de apartarse o de esperar para dejar paso a otros caminantes y pudiendo agarrarse a la cuerda metálica que facilita el trayecto. Se garantiza la seguridad.
Entre los que aplauden la medida están vecinos como Paquito Fernández, que ayer informaba a los visitantes que se encontraba en su paseo matinal del control de acceso para evitarles un chasco. Cuenta que lleva casi 60 años «pateando» el monte al tener una huerta cerca de la Casa de la Leña. «Por aquí antes no venía un alma, igual en agosto te encontrabas medida docena de parejas francesas y desde hace cuatro años yo he llegado a contar hasta 350 personas un día de verano. Se pone hasta arriba de masificado, así que me parece una buena idea».
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