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Andoni Iturbe, jefe del servicio foral de Patrimonio, y el prehistoriador cántabro César González (derecha), ante el gran panel.
"Es apabullante la puesta en escena del panel en la cueva de Lekeitio"

"Es apabullante la puesta en escena del panel en la cueva de Lekeitio"

El catedrático de Prehistoria de la Universidad de Cantabria César González es el encargado del estudio de arte rupestre del hallazgo de Armintxe

Álvaro Machín

Domingo, 16 de octubre 2016, 07:43

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«La Universidad de Cantabria ha jugado un papel importante en la formación de muchos investigadores del País Vasco y también con la presencia de algunos de sus propios investigadores». El catedrático de Prehistoria de la UC César González lo sabe bien. Lleva años trabajando allí. En la última década, el volumen de estudios, publicaciones y hallazgos en la comunidad vecina se ha multiplicado. «Como ocurrió en Cantabria o en Asturias durante los años setenta, ochenta y principios de los noventa». Habla de generaciones preparadas «que estuvieron en Santander haciendo tesis o cursos de doctorado» y de una buena sintonía entre la administración y las instituciones que juegan un papel decisivo. Todo eso da frutos, «muchos frentes abiertos». Y hallazgos como el de la cueva de Armintxe, en pleno casco urbano de Lekeitio (Vizcaya). A él suelen llamarle para los informes técnicos cuando aparece algo. Si es antiguo, si tiene interés... Esta vez le pidieron que se ocupara del estudio del arte rupestre de un lugar singular en muchos sentidos. «Es apabullante la puesta en escena y no tengo dudas respecto a su antigüedad».

Un experto habitual en los trabajos en el País Vasco

  • desde mayo

  • «Trabajo ahora más allí que aquí», explica González en torno a su tarea en el País Vasco (compartida, obviamente, con su labor docente y diaria en Cantabria) y a un contexto más favorable para desarrollar el trabajo. Investigaciones, informes o cursos en la universidad de verano, en Vitoria (es un habitual allí). Por eso, tiene un contacto fluido desde hace ya algunos años con los espeleólogos del Grupo ADES o los miembros de la Asociación de Arqueología AGIRI (los que se metieron por la curiosa cueva entre casas de Lekeitio). Trabajo compartido con ellos. Fue en mayo y, desde entonces, el cántabro ha accedido al lugar «varias veces» para ocuparse de estudiar el arte rupestre.

El experto cántabro participó el jueves en la presentación pública de la investigación organizada por el Servicio foral de Patrimonio. Paleolítico Superior de la época Magdaleniense, unos 14.000 años. «Armintxe no es más de lo mismo», dijo. Hay varios motivos. De entrada, el tipo mismo de la cavidad. Lo normal es que estas cuevas se encuentren a media altura de una ladera, en puntos elevados con galerías inferiores por donde circulaba el agua. Espacios que quedaron después agotados, fosilizados. Pero Armintxe se sigue inundando estacionalmente. Pasaba en su día y sigue pasando. «En cuanto empiece a llover se llenará de agua y así estará hasta la primavera». Eso obliga a transitar por las partes más altas y convierte a este espacio en una excepción.

Lo mismo que sus paredes. Son inestables y el surco de la herramienta que usaron los hombres de otro tiempo no genera la doble línea fina, paralela, estrecha. Es otra cosa. Incidir es desconchar y el grabado aquí produce un surco ancho, de bordes más irregulares. La consecuencia son figuras más grandes y un efecto casi pictórico en el panel. «Se ven de lejos mejor que los grabados normales». No hace falta hacer sombras con las linternas para seguir las líneas, verlo por partes. Se pueden mirar mejor que en otros lugares de lejos, con iluminación frontal. Otra particularidad.

Los leones

Pero la que más ha llamado la atención y, además, en Vizcaya, con lo que allí significa este animal es la presencia entre las figuras de dos leones (y hasta tres, aunque habrá que seguir investigando). El león sin melena propio de esta etapa, de cabeza corta y con una cola acabada en un penacho. Representado diferenciando sus extremidades delanteras y traseras, con todo detalle. «No son los únicos leones que han aparecido en la Península, pero hay muy pocos y son los más claros». Una figura más presente en los yacimientos franceses, lo mismo que un conjunto de «signos claviformes». Los hay pintados en series, como en Cullalvera (Ramales) o en las cuevas del Pindal (Asturias), pero no grabados, no con la misma técnica. Otro nexo con los hallazgos clásicos del país vecino.

Leones, signos y esa técnica particular son los elementos distintivos. Porque también hay mucho en común con los tesoros que se encuentran en Cantabria. La representación de bisontes, caballos, cabras... Pintados o grabados con las técnicas habituales en muchas cuevas repartidas por la región. En rincones de La Pasiega (Puente Viesgo) o de La Garma (Omoño). O en el yacimiento de la cueva de El Castillo (también en Puente Viesgo).

Nexos, conexiones, huellas... «Hasta los años ochenta se creía que la Cornisa Cantábrica era el fondo de saco que recibía las influencias que llegaban de fuera». Un viaje de tendencias sin retorno. Una teoría que ha evolucionado desde entonces y que González defiende en favor de la interacción. Estilos, ideas y maneras que ponen de manifiesto una conexión mayor entre pobladores de territorios alejados. A su juicio, lo hallado en Lekeitio refuerza esta idea. «Aunque el arte rupestre en ese nivel de interacción de poblaciones no es estable, sufre oscilaciones». Épocas de mayor aislamiento que se manifiestan con una tradición cantábrica específica (Covalanas, en Ramales, es un buen ejemplo) y otras que muestran un estilo más internacional (como ocurre en Las Monedas, en Puente Viesgo). «Y los polícromos de Altamira apunta el experto serían la bisagra entre estas dos épocas».

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