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El recluso, en lo alto de la vertiginosa chimenea. :: RAFA SÁNCHEZ
CANTABRIA

«¡Devolvedme mis CD o me tiro al vacío!»

Los bomberos rescatan a un recluso de El Dueso que se encaramó a una chimenea de 25 metros

RAFA SÁNCHEZ

Sábado, 6 de febrero 2010, 10:00

Antes muerto que privado de sus discos y de una tortilla española. «O me devolvéis mis CD y me traéis una tortilla de patatas, o me suicido». Así de tajante fue la condición que puso ayer un recluso del centro penitenciario de El Dueso para no tirarse al vacío desde lo alto de una chimenea de más de 25 metros de altura a la que consiguió encaramarse y sobre la que permaneció tres horas.

El interno rumano llegó a la prisión hace escasas semanas, procedente de otra cárcel del País Vasco. Su historia comenzó poco antes de las 11.00 horas y acabó pasadas las 12.45 horas, con la intervención de los bomberos del Parque Comarcal de Emergencias del 112 que el Gobierno regional tiene en Laredo.

Sin que nadie se percatara, el preso trepó a la torre-chimenea, que está fuera de servicio desde hace años y formaba parte del módulo taller de La Tejera, en uno de los laterales del patio de la prisión. En el momento en que la Dirección estuvo al corriente de la situación, se acabó el tiempo de asueto para el resto de reclusos que disfrutaban de una soleada mañana fuera de las celdas, ya que se les obligó a volver a las dependencias interiores.

Encaramarse en lo alto de la chimenea no es tarea fácil. Según testigos presenciales, el recluso comenzó a escalar la torre con ayuda del grueso cable de un antiguo pararrayos y valiéndose de los numerosos anillos metálicos colocados para sostener la estructura ruinosa y evitar su derrumbe. Los huecos que el tiempo ha dejado en la construcción también le sirvieron para acomodar pies y manos durante la ascensión.

Veinticinco metros más arriba, se instaló en la boca de la chimenea, de menos de medio metro de diámetro, y colocó una pequeña mochila en la antena. Con la cara semicubierta, anunció a gritos que se iba a tirar. Llegados a ese punto, la dirección del centro pidió ayuda al servicio de emergencias 112. La llamada se recibió a las 10.54 horas y, de inmediato, se pasó el aviso al Parque de Laredo, desde donde se envió el camión escala y otro vehículo de apoyo. Unos minutos después, los bomberos llegaron y pasaron al interior del patio, pero tuvieron que aguardar a que fructificaran «las negociaciones» entre el amotinado y el director de El Dueso.

El recluso rumano se enconó en una amenaza: «Si suben los bomberos, me tiro al vacío». Con la ayuda de otro compatriota que actuó de intérprete, exigió que le devolvieran unos CD que le incautaron cuando ingresó en el centro cántabro. Además, pidió una tortilla de patatas y la presencia del director y de un funcionario en concreto. Fueron momentos de angustia, no sólo por el riesgo de que cumpliera su amenaza de tirarse, sino también por que pudiera ceder la vieja estructura sobre la que se sostenía.

Afortunadamente, 110 minutos de negociaciones sirvieron para que pudiera ser rescatado por los bomberos, que llegaron hasta él con la escala. Una vez en el suelo, fue conducido a una celda de aislamiento. Coches patrulla de la Guardia Civil pusieron en marcha un dispositivo de vigilancia para evitar la presencia de curiosos, especialmente, en la atalaya que, desde el barrio cercano, permite divisar el centro penitenciario.

«Conflictivo»

El preso amotinado ayer ya ingresó, tras su reciente traslado, con heridas en parte de su rostro. Según los testimonios recogidos entre familiares de otros reclusos de El Dueso, la semana pasada «se cosió los labios» para reclamar la devolución de sus CD, por lo que tuvo que ingresar en la enfermería. Según fuentes del penal, el recluso podría estar intentando, con este tipo de actuaciones, evitar la extradición a otro país, probablemente, Rumanía. La retirada de los discos compactos es una medida general aplicada a todos los internos desde 2007. Sólo pueden adquirirlos en el exterior mediante el concurso del funcionario conocido como «el recadero», que, por encargo de la Dirección, los adquiere en uno de los centros de proveedores autorizados y se los entregan a sus destinatarios con cargo a las tarjetas conocidas como 'peculio'. Funcionan como si se tratara de tarjetas de crédito con las que se abonan los pedidos que se realizan en el economato de la prisión.

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