Piñal opera a rebeldes libios
Mahmud, de 22 años, y Khaled, de 25, se quedarán en Santander varias semanas más hasta que concluya su rehabilitación El cirujano cántabro interviene a cinco civiles que combatieron contra Gadafi
S. IZQUIERDO
Miércoles, 16 de mayo 2012, 10:38
Mira de reojo a las visitas que llegan. Una actitud de desconfianza fruto, quizá, de la desagradable experiencia que vivió hace meses, cuando un misil antiaéreo le alcanzó y le reventó su mano derecha. Fue el precio que Mahmud Abdurezak, de 22 años, pagó por ayudar a liberar a Libia de la tiranía de Muamar el Gadafi y que, a diferencia de los 40.000 mártires que murieron en aquella guerra, podrá contar. Y que ahora recuerda en Santander.
Mahmud es uno de los doce rebeldes que han pasado por la consulta del cirujano cántabro, Francisco del Piñal, a petición expresa de la embajada de Libia. Por eso, las visitas que recibe el joven en la clínica del doctor son para interesarse por su recuperación después de que uno de los mejores cirujanos del mundo le haya puesto su pulgar del pie en la mano y para preguntarle, de paso, si mereció la pena. Se relaja. Y sí: «Mi país es libre. No importa que haya perdido un dedo», le dice a su traductor esbozando una sonrisa.
El libio llegó a España hace unos meses, tras la caída del régimen de Gadafi. Según explica el doctor Piñal, cuando pisó su consulta ya había sido intervenido de varias lesiones, aunque habían consistido en el cierre de sus heridas y «poco más». La explosión que produjo aquel misil le amputó varias falanges y le destrozó parte del tejido de la mano. Por eso la labor de cántabro debía ser la de la reconstrucción en base a su especialidad: devolver utilidad a lo que otros darían por perdido.
«También hemos cogido tejido del dedo índice y lo hemos puesto en el dedo corazón para mejorar la estética y hemos logrado arreglar una fractura sin tratar», explica el cirujano mientras sostiene la mano vendada de su paciente.
Mahmud ya ha superado la fase de rechazo con éxito y, según explica el doctor, «ya empieza a mover los dedos». Su rehabilitación no será, de hecho, muy larga, ya que la previsión es que esté de nuevo en su casa en las próximas tres o cuatro semanas.
«He matado»
Sin embargo, aunque se recupere de sus lesiones físicas tendrá otras huellas que no podrá borrar. Pasar de ser un civil a aprender a combatir en medio de una guerra, termina pasando factura, porque un día se levantaron usando piedras como armas y al otro cargaban las escopetas y ametralladoras que les quitaban a los militares caídos. Y Mahmud mató, «no sé decirte a cuántos»; también vio morir a amigos -«a nueve»- y sintió la sed de venganza. «Pero no el miedo».
Explosión de bomba
La razón la da su compatriota Khaled Alhareshi, de 25 años: «Cada golpe que te dan, cada bala que esquivas, te hace más fuerte». Khaled refleja el mismo semblante tranquilo que Mahmud y reposa en la clínica Mompía a la espera de ser dado de alta. Se puso en manos del doctor Piñal después de haber perdido tres dedos tras estallarle la bomba de Goma 2 que llevaba en un maletín y que iba a colocar contra una ofensiva militar. El joven libio recuerda que un francotirador disparó a su maleta y que, después, todo transcurrió «a cámara lenta». «Oía un pitido constante», pero no recuerda mucho más.
En el primer hospital en el que ingresó, en Libia, le practicaron el método de reconstrucción más arcaico y peculiar que existe: introducir la mano en su propio estómago a través de varias incisiones practicadas desde el abdomen. Tal cual. Lo confirma el doctor, que dice que es una forma «muy antigua» de regeneración, y lo demuestra Khaled con varias fotos que lleva en su móvil.
El joven comparte con Mahmud esa alegría por haber derrocado a Gadafi, y lo hace casi de un modo sincronizado, idéntico. «No me duele la mano, me duelen los 40.000 mártires que perdieron la vida». Sin embargo, reconoce estar «enfadado» porque aún hay heridos en Libia que «no son enviados a ninguna parte a curarse» y hay dirigentes en el gobierno de transición seguidores de Gadafi, «que son los que piden la independencia». Aunque Piñal haya logrado reconstruir su pulgar y otros dos dedos gracias a amputar tejido de sus pies, lo que a Khaled le hace que se le ilumine la cara es imaginar la nueva Libia que le espera y que podrá ver con sus propios ojos más pronto que tarde.
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