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ANA R. GARCÍA
Martes, 16 de octubre 2012, 10:28
Los inmigrantes instalados en Cantabria ya hace tiempo que empezaron a hacer las maletas, empujados por una situación económica cada vez más crítica. Pero es ahora cuando, por primera vez, la región pierde población extranjera, ya que arroja un saldo migratorio negativo de 899 habitantes, de los cuales 850 son extranjeros, según el informe 'Estimaciones de la Población Actual' hecho público ayer por el Instituto Nacional de Estadística (INE). En lo que va de año han abandonado Cantabria 3.069 personas, mientras que los que llegaron para quedarse sumaron 2.170. La diferencia confirma la tendencia que se inició tímidamente en 2011. Entonces se registró un saldo migratorio negativo apenas perceptible -un 0,53% (12 personas)-, aunque la causa no fue la salida de inmigrantes, sino la de españoles (164), ya que la población extranjera aún sumó 152 nuevos miembros.
La estadística de enero a septiembre de este año evidencia que la dinámica de crecimiento de la inmigración se rompe. Ya no sólo vienen menos (1.847, frente a los 4.398 de 2009; los 3.409 de 2010; y los 3.231 de 2011), sino que son más los que se van que los recién llegados. La confirmación de un éxodo que los expertos ya interpretaron hace meses como «un fin de ciclo» ligado a la crisis.
Íñigo González de la Fuente, sociólogo de la Universidad de Cantabria (UC), explica que «lo que está ocurriendo es consecuencia de la combinación de tres factores. El primero de ellos, los flujos migratorios de personas preparadas -las generaciones de los años 90 y 2000- que se van en busca de oportunidades laborales, especialmente a Europa y América Latina (Argentina, México, Brasil...). Según los datos del INE, en los primeros nueve meses de este año 372 españoles ya han optado por abandonar la región, aunque no ha habido un repunte de la emigración entre la población autóctona -el año pasado fueron casi 600- como en otras comunidades.
«A la migración de personal cualificado (ingenieros, profesores, enfermeros...) se suman los inmigrantes que han dejado de venir porque ya se ha extendido la idea de que aquí no hay trabajo; y, por último, un fenómeno más difícil de detectar, que es el de los extranjeros asentados con hijos españoles o inmigrantes de segunda generación, que tienen que optar por regresar a su país de origen porque carecen de una red social de ayuda (familia, amigos...) o porque han ahorrado durante su estancia aquí», añade el sociólogo.
De receptor a expulsor
El bajón de población inmigrante ha sido una constante desde los primeros años de la recesión (2008, 2009 y 2010), aunque hasta ahora llegaban menos inmigrantes, pero seguían superando a los que se marchaban. «Para que un inmigrante se asiente no sólo tiene que contar con una estabilidad económica (un trabajo), sino que también necesita un capital social (alguien a quien confiar el cuidado de los hijos, del negocio, que le asesore para realizar el papeleo...)», comenta González de la Fuente. En este sentido, «la merma del estado de bienestar, entre otras cosas con la limitación del acceso a la sanidad, ha sido determinante».
Desde enero de 2011 han emigrado casi un millón de personas de España. En los últimos nueve meses lo han hecho un total de 420.150, de los que 365.238 eran extranjeros y 54.912 nacionales -un 21,6% más que en el mismo periodo del año pasado-. Esto demuestra, según González de la Fuente, que «España está perdiendo esa imagen de país receptor de inmigrantes que ha tenido desde las dos últimas décadas del siglo XX, para volver a la de país expulsor».
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