
Carmen Núñez Cuenca
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Carmen Núñez Cuenca
«No nos pueden separar de los placeres de la vida porque seamos viejos». Y la guía para transitar la longevidad en pleno disfrute y ... de forma apasionada la describe la socióloga de origen cántabro Carmen Núñez Cuenca en su último libro, 'La auténtica sensualidad empieza a los 50 años', donde busca desmontar los estereotipos y las falsas ideas: «Claro que hay sexualidad y masturbación en la vejez, y no hay que asustarse de ello».
–¿La auténtica sensualidad comienza a los 50 años?
–Esto es un guiño al estereotipo, lo que hago es decir justo lo contrario para enfrentarme a las estructuras: la sensualidad, la sexualidad, el erotismo y la belleza también existen a partir de los 50. Los jóvenes y los maduros tienen acceso a todo tipo de sexualidad plena, abierta, sincera y apasionada. Sin embargo, cuando llegas a la vejez parece que te separan, te dejan como mucho con las caricias, la ternura y, si puedes, la inteligencia y la sabiduría, pero de la sexualidad plena nos divorcian. La gente tiene que saber que los adultos mayores no nos divorciamos de nuestro cuerpo. La medicina del siglo XIX y la tradición religiosa de la Edad Media nos separaba y nos ligaba a la enfermedad, al deterioro, a la dependencia funcional... y es cierto que cuando envejeces vas teniendo más enfermedades crónicas y mayores dificultades a la hora de hacer determinadas actividades, pero también es cierto que no nos pueden separar del placer, de las ganas de vivir, de ser amados, tocados y deseados. Habrá gente que a los 80 esté asexuada, pero hay gente que sí le interesa y lo necesita.
–¿Pero entre los 50 y los 90 hay distintas etapas, no?
–Sí, pero también te puedes encontrar con gente de 70 y 80 años que siguen teniendo un deseo sexual y, sin embargo, se nos ridiculiza. Por ejemplo, el estereotipo de viejo verde, ese deseo del hombre que es lujurioso se ha entendido como que está enfermo, que está mal, que algo le pasa, cuando está demostrado en estudios realizados que los hombres que mantenían su sexualidad hasta la última etapa de su vida tenía una tasa de mortalidad inferior a los que no tenían deseos sexuales. Hay que cuestionarse todas esas ideas que venimos arrastrando en un estereotipo tradicional, antiguo, que tiene su ser en nuestra cultura. Hay que desembarazarse de ciertas creencias que son falsas totalmente, para trabajar mejor con los mayores.
–¿El sexo alarga la vida?
–Claro, y el sexo tiene muchas formas. La gente no entiende la diferencia entre sexualidad, erotismo y sensualidad. Es importante, y el libro lo detalla muy bien, qué entendemos por cada una de esas cosas, íntimamente relacionadas pero que no son lo mismo.
–¿Y cuál gana peso a partir de los 50?
–El erotismo, sin duda. Para que se entienda, vamos a pensar en nosotros mismos como si fuéramos un ordenador, el hardware, la parte mecánica, es la sexualidad biológica, lo que tiene que ver con el instinto de reproducción de la especie, lo que más le mueve al joven; el erotismo es esa otra fase en la que nosotros utilizamos para sentir emocionalmente, impactar nuestro psiquismo, imágenes románticas, fetiches, deseos, juegos, caricias, etc... sería el software de la sexualidad. Para el adulto mayor el erotismo es muy importante, porque ya no tiene que reproducirse, no está obligado a la parte instintiva, sino a la lúdica, más de conocimiento de ti y de la pareja. Y la tercera pata es la sensualidad, que quiere decir disfrutar con los cinco sentidos. Yo puedo disfrutar con los cinco sentidos plenamente de mi sexualidad como adulto mayor, pero también puedo disfrutar con los cinco sentidos de otra serie de placeres muy intensos que tiene la vida, como bañarte desnudo en la playa, leer un libro frente a una chimenea tomándote un vaso de vino hecho de manera artesana por un amigo... Para el adulto mayor lo importante es el giro tántrico.
–Vamos a explicar eso...
–El adulto mayor tiene una serie de disfunciones reales a medida que va cumpliendo años. Los hombres erecciones más cortas, menos capacidad de eyaculación, menos duración de la estimulación sexual... Y la mujer igual: resecación, incomodidades, falta de deseos, etc. Ante esas faltas funcionales, hay que adaptarse, no excluirse de la sexualidad, sino pasar a un erotismo, a una sensualidad más culturizada, más de juegos, más creativa, más simbólica... Pero no excluirse, insisto. La sexualidad en nuestra sociedad, hipersexualizada y falocéntrica, tiene unos códigos hegemónicos muy importantes. Pero igual el orgasmo no es lo más importante, ¿entiendes? Tú te tienes que desvincular de esa sexualidad dominada por esos códigos y tener una sexualidad más acorde con los cambios que tiene tu cuerpo. Y eso es el erotismo. Y no solo disfrutar de su propia sexualidad, sino de todos los placeres naturales que existen y se nos olvidan. Puedes aprender a ser sensual y erótico en tus relaciones, con tus propias limitaciones y desde la situación de dependencia en la que te encuentres como viejo o adulto mayor.
–¿Cuáles diría que son los tres grandes mitos sobre la sexualidad que hay que desmontar?
–Uno de ellos es lo del autoerotismo, que en los mayores no hay masturbación, cuando precisamente los mayores acceden más fácilmente al autoerotismo que las personas con pareja estable. Hay que desmitificar que los padres y los abuelos no tienen relaciones sexuales, que las tienen; hay que desmitificar que no tienen autoerotismo, que por supuesto que lo tienen; y hay que desmitificar estereotipos como el del viejo verde.
–¿Es habitual dar por hecho que nuestros mayores, nuestros padres y abuelos, no tienen sexo?
–Sí, y es un error, las personas tienen sexualidad a cualquier edad. Estamos hablando de deseos, las pasiones, los goces existen, aunque estés en una silla de ruedas y tengas 80 años. Las fantasías no mueren hasta que deja de latir el corazón. Y si tienes la gran suerte de tener una pareja, puedes sentirte amado y, a la vez, amar y querer. Claro que los padres tienen sexualidad, y los abuelos. La abuela puede tener autoerotismo, sus masturbaciones... No nos pueden separar de esos placeres de la vida solo porque seamos viejos, hay que verlo con normalidad y no asustarse de ello.
–¿Se puede ser sexy, atractiva y vieja sin parecerse a Demi Moore?
–Por supuesto, esa es mi idea. Es una cuestión de actitud. Se puede ser una vieja imperfecta y suficiente, atractiva y sexy con lo que uno es, aproximando tu imagen a la realidad y no dejándote llevar por esa fabricación de la belleza de la que hablan muchas artistas y divas de nuestro país. Esa fabricación de la belleza factura y da dinero, pero no representa al grueso de las mujeres. El resto tenemos que configurar nuestra propia belleza y lo que somos de una manera distinta; supone cuidarse, alimentarse bien, hacer ejercicio, abrazar la persona en la que te estás convirtiendo...
–Pero para quien no es tan optimista, ¿qué le propone para afrontar con esa actitud la vejez?
–Cada persona tiene que encontrar su camino. Vivimos en un mundo que nos manda muchos mensajes, viendo imágenes que se graban en el cerebro de cómo tenemos que ser, pensar, comportarnos... Para quienes están un poco desanimados o consideran que la vejez no es una buena etapa, yo les recomiendo que intenten leer a los clásicos, que han sido maestros en siglos anteriores, para entender que muchas personas se han sentido afectadas por ser viejas y han sabido manejarse, y aceptar los retos de enfrentarse a las estructuras.
–¿Qué es lo que no debe hacerse?
–No dejarse caer o abatir, huir del 'que vieja soy'... Aquí hay dos posturas, el 'yo ya...' que es la que dice 'yo ya he llegado a una etapa en la que voy a hacer lo que me apetece y me pongo el mundo por montera'; o la contraria, el 'ya yo...' que es la versión pesimista: 'Ya yo no puedo...' Hay que salir de ese discurso, del edadismo autoinfligido, el vivir la vejez de forma negativa, como una enfermedad, que nos queda poco tiempo, que no valemos, que no somos atractivos. Es el paradigma tradicional que hay que cambiar y entender que en la vejez no somos tontos, vamos a tener más riesgo de disfunciones y enfermedad pero tenemos que completar la pata de la vejez con lo positivo, los beneficios de la nueva longevidad, que son muchos y hay que conocerlos. Atrévete a ser tú misma, cuídate, busca gente que te sume y no que te reste. En definitiva, se trata de tener mayor bienestar en los últimos años de la vida.
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