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Aisha Al-Said Albella (Santander, 1979) aprendió desde bien pequeña que el cuidado del medio ambiente y la empatía y compromiso con los que tienen ... menos no debía de dejarse en manos de terceros. Así se lo enseñaron en su casa. Ha trabajado para el Gobierno de España, universidades y empresas privadas. Hoy, teniendo a su cargo a niños, a través de la Fundación Barça, considera que en la educación en los colegios «no sólo deberían de primar las asignaturas de matemáticas o lengua. También debería de hablarse de solidaridad, de valores humanos, del respeto al trabajo en equipo y a nuestra tierra».
-Su inquietud por mejorar el planeta en todos los sentidos le llevó a dirigir sus pasos profesionales hacia la cooperación y el cambio climático. ¿Qué le despertó ese interés?
-Provengo de una familia multicultural en la que la preocupación por el otro siempre estuvo presente. Desde muy joven quise comprometerme con causas solidarias y lo que comenzó como un voluntariado poco a poco se fue convirtiendo en una profesión. Estudié Ciencias Políticas porque quería entender lo que pasaba en el mundo y encontrar solución a las injusticias. Luego te das cuenta de que todo es más complicado y que no existen soluciones simples para problemas complejos, pero creo que todos podemos contribuir, desde nuestras casas, a mejorar el mundo.
-Es responsable de Alianzas, Innovación y Conocimiento en la Fundación Barça. ¿Qué implica?
-Llevo trabajando en la Fundación Barça tres años y medio. Esta entidad, comprometida con la infancia más vulnerable, utiliza el deporte como una herramienta para mejorar la calidad de vida de estos niños. Mi papel en la Fundación es gestionar las más de treinta alianzas que tenemos con instituciones de todo tipo. La más reconocible es la alianza con Unicef, organismo internacional con el que colaboramos desde 2006, y con la que hemos impactado en las vidas de más de un millón de niños. Mi labor es coordinar los recursos y las actividades para hacer que más niños logren mejorar su educación a través del deporte. También estamos muy enfocados en la investigación y la innovación, lo que nos hace seguir aprendiendo y mejorando constantemente.
-Usted defiende que el deporte contribuye a mejorar la vida de los niños. ¿Esto es lo que persigue a través de los programas de la Fundación Barça? ¿En qué consisten?
-En mi trayectoria profesional nunca se me ocurrió que el deporte podría ser un medio para mejorar la calidad de vida de los niños. Pero en la Fundación Barça he comprobado cómo a través del deporte y del juego, niños que estaban en situaciones muy complicadas, como por ejemplo en campos de refugiados, podían volver a hablar, a relacionarse con otros niños, a sentirse mejor consigo mismos, ¡a poder dormir! En los 58 países en los que trabajamos, con contextos muy diferentes, encontramos que una manera maravillosa de mejorar la inclusión social y prevenir la violencia entre jóvenes es a través de la práctica deportiva y el juego.
-¿A través a su trabajo con los jóvenes en la Fundación Barça, los ve con inquietudes por la cooperación y el cambio climático?
-No sólo por mi trabajo. Veo a los jóvenes con inquietudes por todas partes. Un claro ejemplo son las movilizaciones sobre el cambio climático que hay en todos los rincones de la tierra. Los niños y jóvenes están muy comprometidos con el planeta, pues ven la amenaza muy cerca. Por eso están manifestándose, haciéndose y haciéndonos preguntas incómodas que debemos poder responder o actuar en consecuencia. Esto está llevando a que tengan una nueva forma de consumir, de relacionarse, mucho más respetuosa con el otro.
-Usted es partidaria de que la gestión de la cooperación para el desarrollo se canalice también a través de alianzas público-privadas. ¿Cree realmente en la responsabilidad social corporativa de las empresas o aún falta concienciación?
-Creo en que para que el mundo vaya mejor hace falta que todos contribuyamos: los individuos, concienciándonos y actuando de muchas maneras (votando, manifestándonos, escribiendo, ayudando al que tenemos al lado, etc.); el sector público (escuchando a la gente, avanzando en legislaciones y políticas que protejan a los más débiles, invirtiendo en sanidad, educación, etc.); las empresas (generando productos y servicios más sostenibles, convirtiéndose en activistas por el desarrollo, la igualdad, el bien común, etc.) y las ONG (denunciando las injusticias, las ilegalidades, protegiendo a los más débiles). Y como esto no lo podemos hacer solos lo tenemos que hacer en alianza, de la mano de aquellos que vemos que están comprometidos con las mismas causas que nosotros. En este camino, todos tenemos un papel que jugar y es más fácil ejercerlo cuando vas acompañado.
-Estudia desde hace años un tipo de refugiados de los que apenas se oye hablar: los que se desplazan por causas climáticas, no reconocidos por la mayoría de los países ¿Qué opciones tienen?
-Hace un tiempo trabajé algo en este tema. Es complejo porque los movimientos de personas son causados por múltiples factores. Legalmente, no se puede hablar de refugiados, pues la causa climática no está reconocida por la Convención de Ginebra. Pero millones de personas se van a ver afectadas por el cambio climático y muchas tomarán la decisión de migrar porque sus ciudades o pueblos ya no serán habitables. Tenemos que prepararnos para eso. Hace unos días apareció un estudio sobre cómo la subida del nivel del mar nos va a afectar a todos los que vivimos en zonas costeras. Las opciones pasan porque estos sean más resilientes, se preparen para lo que se avecina, se adapten a lo que va a suceder. Y este es un trabajo en el que todos tenemos un papel que jugar. El liderazgo ha de venir del sector público.
- ¿En estos momentos, qué es lo que más le preocupa?
-Muchas cosas. En el ámbito global, la crisis climática, la creciente desigualdad y el impacto que esto tiene en las agendas políticas; el uso de las redes sociales y cómo estas nos afectan como individuos y como sociedad. En España, el auge de la extrema derecha, con su discurso racista y xenófobo. Creo que estamos viviendo un momento convulso, por muchos motivos, de cambio. Esto no tiene por qué ser malo, pues el cambio nos puede permitir mejorar y avanzar, pero también tiene muchos riesgos.
-¿No teme por toda una generación de niños que viven en los campos de refugiados, por conocer en qué tipo de adultos se convertirán?
-Los niños refugiados y migrantes, que no sólo viven en campos, también en ciudades, están en una situación muy compleja. Me preocupan ahora, por lo que les está sucediendo en este preciso momento. En el caso de los jóvenes migrantes sin referentes adultos (mal llamados 'menas'), no debemos olvidar que son niños, no debemos dejar de ponernos en su lugar y empatizar con su situación. Hacen falta mejores políticas de acogida, más recursos. Lo primero que tendríamos que hacer es no criminalizarlos.
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