La flota cántabra aguarda con incertidumbre la veda «casi segura» de la sardina en 2018
Las cofradías creen que la medida podría afectar a unos 40 barcos de cerco, pero apuntan que esta no es una «especie objetivo como el bonito, la anchoa o el verdel»
«Vinculante no es, pero el estudio científico resulta tan demoledor que deja muy pocas opciones», explica la eurodiputada española Clara Aguilera, en referencia al informe del Consejo Internacional para la Exploración del Mar (ICES) que aconseja a la Comisión Europea cerrar los caladeros de sardina en las costas de la península Ibérica ante la escasez de ejemplares. El organismo, al que las instituciones tienen muy en cuenta antes de tomar una decisión en materia de pesca, afirma que sólo un parón absoluto durante 15 años permitiría recuperar la especie. Así que, aunque la decisión definitiva no se tomará hasta finales de año, es «casi seguro» que habrá una veda por lo menos durante 2018.
Ante este panorama, en las cofradías cántabras prefieren mantener la calma. «De momento es sólo una propuesta. Nadie nos ha comunicado nada. Lo que digan los científicos es importante, pero la Comisión Europea tendrá en cuenta también factores socioeconómicos y discutirá el asunto con los países implicados», señala César Nates, patrón mayor de Laredo. Si se cumplen los pronósticos, el cierre afectará a los cerca de 40 barcos de cerco que existen actualmente en Cantabria, pero mucho más a los pescadores gallegos, portugueses y gaditanos.
«Cantabria no vive de la sardina. No es una especie objetivo como el bonito, la anchoa o el jurel. En cualquier caso, no poder pescar nada en 15 años sería una bestialidad. Cuando nos pregunten, daremos nuestra opinión», dice Nates, quien recuerda que el próximo 2 de noviembre habrá una reunión interfederativa de las cuatro regiones costeras del norte de España en la que se tratará el asunto. «Por eso la afectación, de confirmarse esa decisión, sería relativa», remarca Ana Marta López, directora general de Pesca del Gobierno de Cantabria. Por eso, y porque, como recuerda López, los informes del ICES hacen referencia a la sardina ibérica.
Desde hace varios años la flota cántabra captura la sardina francesa, situada en aguas comunitarias, fuera de las seis millas del país galo y a unas 40 de la costa de Laredo. «La ibérica, la que explotábamos tradicionalmente durante el verano, está muy mal. En cambio la francesa, que es más de otoño y es con la que sobreviven en este momento los barcos de la región, está algo mejor», matiza. Lo que no puede descartar López en caso de que la sardina francesa se libre de la prohibición es que no se produzca un efecto dominó. Es decir, que los barcos gallegos, que ahora no se acercan al golfo de Vizcaya en busca de esta subespecie, se desplacen ante una posible veda en su zona.
Los informes científicos dicen que sólo un parón absoluto permitirá recuperar la población
«Las comunidades tienen cierto peso, pero será el Ministerio quien tendrá que pelearse con la Comisión Europea. Estos informes no son vinculantes, pero sí muy orientativos», afirma la responsable autonómica de Pesca, quien recuerda que existen ayudas económicas para los barcos que se acojan a la veda, aunque piensa que serán muy pocos si finalmente hay zonas -más lejos, frente a la costa de Francia- en las que sí esté permitido.

«Fracaso» del plan de gestión
Las conclusiones del informe del ICES sobre la biomasa de sardina ibérica ponen de manifiesto el «fracaso» del plan de gestión actual. Se trata de un acuerdo de autoregulación suscrito entre España y Portugal en 2012 para intentar recuperar la especie. «Parece que ese plan no ha dado ningún resultado y teniendo en cuenta que este ya el segundo informe que pide el cierre del caladero...», explica Aguilera, quien la pasada semana solicitó tratar el tema en la última reunión de la Comisión de Pesca.
La eurodiputada socialista calcula que hasta diciembre no habrá una resolución firme de las instituciones europeas: «Ahora España y Portugal tendrá que hablar y pelear con la Comisión, que evidentemente tiene que tener en cuenta los efectos ambientales, pero también los sociales y económicos para no dejar a nadie tirado».
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