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Maribel, Pedro y Juan Carlos tienen prisa. No dejan de rastrillar. Amenaza tormenta. El termómetro marca casi 38 grados y tienen mucha faena aún por delante. Han ido a la hierba temprano. Ayer se les mojó. No quieren que hoy suceda lo mismo. Son los únicos que se ve en Lombraña (Polaciones) a las cuatro de la tarde en un calurosísimo día de verano. Juan Carlos conduce el tractor que guía por la finca con una segadora adosada en forma de peine. Poco a poco va cortando por los lugares más accesibles. Los más recónditos hay que hacerlos a mano. Con el dalle.
La presencia de foráneos les llama la atención. «Toma, cógelo. A ver qué tal se te da». El mayor interés de Pedro es ver cómo el periodista se maneja con el rastro. «Bueno, bueno... ni tan mal», comenta socarrón. Los tres son hermanos. Dos de ellos van atropando la hierba que acumulan en pilas. Luego vendrá una máquina para hacer pacas. «Si no fuera por el tractor nos tocaría todo a nosotros. Ese aparato hace el trabajo de cuatro o cinco personas», explica Maribel, que a sus 51 años no se queja del calor. «Es lo que hay. Cuanto más haga, más secará la hierba», añade. Esta labor tan típica del verano en los pueblos se convertirá en la comida que después, durante el invierno, se comerán sus yeguas y vacas. «Somos autosuficientes. Con lo que cortamos ahora tenemos para que pasen el invierno de forma holgada».
Ellos representan la fábula de la cigarra y la hormiga. Ahora les toca trabajar. Otros años a estas alturas ya habían subido a los animales al puerto de Sejos. Pero este, no. Además de que arriba «los pastos están más secos de lo habitual», apuntan, tienen miedo «al lobo». «Hay muchos allí arriba y el año pasado a unos vecinos les mataron unos potros», cuenta Maribel antes de continuar con el rastro.
El verano en Polaciones es así. Toca abastecerse para cuando las temperaturas se desplomen y la nieve comience a cubrir desde Peña Labra toda la sierra del Cordel. Aunque el estío no ha llegado a la mitad, se ve mucha leña en las socarrenas. Prácticamente en cada casa la madera se apila en tacos perfectamente alineados. «Mucho mejor hacerlo ahora y así luego sólo tengo que salir a la calle a por tacos para avivar la lumbre», cuenta un vecino en Uznayo. «Aquí, al invierno, como se suele decir, no se lo come el lobo», recalca.
Ahora el ritmo diario es más relajado. «Aunque hay días y días», cuenta Pilar mientras atiende en el restaurante Casa Enrique, en La Laguna. Con un simple vistazo al comedor el viajero se hace una idea cabal de lo que se puede hacerse en la zona, aunque el verano no sea la época más adecuada.
Hay una seta de buen tamaño tallada en madera junto a un ventanal. La recolección de estos hongos es una de las actividades que más interés despierta. Sobre todo los perrechicos, muy cotizados en el mercado. Encima de la chimenea está colgada la cornamenta y el cráneo de un venado. Es un trofeo de oro. Diecisiete puntas. Falta menos para la berrea. Entre mediados de septiembre y octubre. Entonces, el monte se llena de aficionados a la contemplación de este rito de apareamiento. Sejos es como un templo para estos animales tan estéticos. Allí se pueden ver a algunos de los mejores ejemplares.
Otro vistazo alrededor nos conduce a la cabeza disecada de un jabalí. La caza es otra de las grandes aficiones en la zona. Pero lo que más llama la atención es la gran cantidad de fotos y autorretratos que hay colgados de Miguel Ángel Revilla. «Es el mejor embajador que tenemos en la zona», afirma una mujer en Lombraña. «Los que vienen de fuera siempre nos preguntan por él», aseguran en Casa Enrique.
En la plaza que hay junto a la carretera en La Laguna un grupo de turistas contemplan una escultura del presidente regional de cuando le nombraron hijo predilecto de Polaciones. «Qué feo sale, mamá; se parece a los de las cuevas de Altamira», suelta un niño, ante las risas de los presentes. Vienen desde San Sebastián. «Hemos subido después de oírle hablar tantas veces de ello en la tele», afirman; «es un valle muy bonito pero tampoco parece una aldea incomunicada como suele decir», recalca uno de los acompañantes.
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