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Carlos Alcorta
Santander
Lunes, 16 de agosto 2021, 09:01
Ben Clark, poeta nacido en Ibiza en 1984 y residente en Málaga, tutor de poesía de la Fundación Antonio Gala, será el próximo invitado de las Veladas Poéticas de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. La lectura de sus poemas tendrá lugar el próximo martes día 24 de agosto a las 19.00 horas. Considerado por la crítica como uno de los poetas de referencia de las últimas promociones, su trayectoria ha ido in crescendo desde que fuera galardonado con el premio Arte Joven de las Islas Baleares en 2005 por su libro 'Cabotaje' (2008). Posteriormente, su obra ha sido avalada por premios como el Premio Hiperión (2006) por su libro 'Los hijos de los hijos de la ira' –un explícito homenaje al libro de Dámaso Alonso publicado en plena posguerra, en 1944–, el Premio Félix Grande (2011) por 'La mezcla confusa', el Premio de Poesía Joven RNE (2012) por un libro escrito al alimón con Andrés Catalán, 'Mantener la cadena de frío'.
Su libro 'Fiera' recibió los premios Ciutat de Palma Joan Alcover (2013) y el Premio Ojo Crítico de RNE (2014). Su reconocimiento más reciente y, sin duda, el de mayor prestigio, ha sido el del Premio Internacional de la Fundación Loewe en 2017 por su libro 'La policía celeste', pero no es esta su última entrega, desde entonces y hasta la fecha ha publicado títulos la antología 'Armisticio (2008-2018)', '¿Y por qué no lo hacemos en el suelo?' (2020) –una especie de antología también, pues recopila poemas de temática amorosa de muy variada factura de sus libros anteriores, junto con poemas de nueva creación sobre tan intemporal asunto– y el más reciente, 'Círculos negros', una edición artesana publicada por el Centro Cultural Generación del 27 de Málaga con las mismas prensas, las de la Imprenta Sur, que utilizaron desde 1925 Emilio Prados y Manuel Altolaguirre, un libro de homenajes que trata de enmendar, a través de las palabras del poema, el dolor que provoca la ausencia de seres queridos, entre ellos, su tío Robert Derek Saul, tío Bob, pintor y paracaidista muerto en soledad a causa del covid después de vivir casi un siglo; al poeta Manel Marí, fallecido prematuramente a los 42 años; a la editora Belén Bermejo; el poeta Miguel Ángel Herranz; la poeta madrileña Guadalupe Grande Aguirre que nos visitó en este mismo ciclo hace dos años o el novelista malagueño Pablo Aranda.
La obra poética de Ben Clark posee ciertas constantes como la siempre presente cuestión de la escritura del poema, enfocada a lo largo de los años desde diferentes perspectivas, pero, como digo, una interpelación repetida en todos sus libros, o la destacada importancia del lector en la construcción propia del poema. Siguiendo al poeta británico Paul Muldoon, escribe que la clave de la creación poética es «convocar una inquietud en el lector para que el lector encuentre algún tipo de satisfacción (no certezas absolutas), pero sí algún tipo de respuesta a esa inquietud, pero dentro del poema», algo que –me refiero a la intervención del lector en el significado del poema–, por otra parte, se viene proclamando desde hace décadas por poetas de ámbitos y generaciones muy diferentes.
Sin embargo, probablemente influidas por las redes sociales y por la enorme difusión que proporcionan, sus ideas, no sobre la poesía propiamente dichas, sino sobre su difusión, han ido sufriendo algunos cambios, hasta el punto de afirmar que «hay que tener clarísimo que el trabajo del poeta no es suficiente para alcanzar que el objetivo funcione», una opinión, como se ve, controvertida que parece exigir al poeta, más allá de la escritura del poema, una labor intensa de promoción que, según piensan muchos, excede la tarea creativa del poeta, al mismo tiempo que lo expulsa de ese espacio personal y solitario, de su torre de marfil, para adentrarlo en la vorágine de la competitividad virtual.
A este respecto, Clark especula con la idea de que «debemos empezar a buscar una tercera vía que es la de la vía de respetar a toda esa gente que tiene una inquietud poética y queda fascinada por cuestiones como el poema viral, porque su interés por la poesía es legítimo».
Tal vez no le falte razón. Los efectos de la pandemia nos han enseñado que muchas de nuestras convicciones, más que equivocadas, estaban obsoletas. La de pensar que la poesía es cosa solo a un grupo de privilegiados, puede ser una de ellas.
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