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«Mientras avanza dibujando una y otra vez/ con sus pisadas círculos estrechos,/ el movimiento de sus patas hábiles y suaves/ va mostrando una rotunda ... danza,/ en torno a un centro en el que sigue alerta/ una imponente voluntad». Los versos de 'Der Panther' (La pantera) forman parte de 'El mundo de Rilke', una acuarela, collage y lápiz sobre papel que preside la iconografía del último Eduardo Gruber. El veterano artista no solo ahonda en esa conjugación del pintor y el escritor, del dibujo, el trazo y la palabra que configuran su universo más maduro, sino que también regresa fruto de un diálogo con uno de los referentes que ha proyectado en el pasado su trayectoria: la galería Siboney.
'Diez años no son nada', se dicen entre sí la sala de Juan Riancho y el artista Eduardo Gruber. Una década después de su última colaboración han conseguido encajar, como piezas de un puzle, el espacio expositivo y la serie de acuarelas de pequeño formato, 'El largo camino al paraíso', surgida para este proyecto durante el tórrido verano del 2022. Son dieciséis las acuarelas que configuran esa mirada del último Gruber. Entre referentes, citas y coherencia artística, la muestra revela y certifica un paso más en el ideario imaginativo y creativo del pintor, a la que se suma su propia confesión definitivamente reveladora.
Detenerse durante unos minutos para contemplar. Esa fue la última propuesta que Gruber (Santander, 1949) bautizó como 'En la sala de espera', exhibida en 2021 en la sala Casyc UP de la Fundación Caja Cantabria.
Ahora, con motivo de su regreso el propio Gruber explica que «hay algo cíclico» en el modo de enfrentarse a los proyectos y a sus resultados. «Supongo que inconscientemente tiene que ver con la necesidad del descanso intelectual más que del físico. De todas esas experiencias a lo largo del tiempo se desprenden dos verdades imprescindibles en mi trabajo: valorar la autoestima como necesaria, pero sobre todo ser implacable con la autocrítica». Y de manera gráfica señala: «Hace un tiempo rompí en mil pedazos una acuarela de grandes dimensiones con las que había estado luchando un mes. Al observar sentado en una silla aquel montón de trozos de papel amontonados en el suelo, me pareció que había hecho el acto más auténtico que se puede exigir a un artista. En 'El gorrión blanco', texto ad hoc escrito por el artista para la muestra caben algunas reflexiones en el tiempo que no solo contribuyen a expresar una diáfana voluntad comunicadora sobre sus intenciones -cosa insólita entre artistas- sino también todo un manifiesto creativo. «En el arte siempre debes de orientarte hacia lo desconocido» y «si tienes una buena idea y puedes hacerla, ¡hazla!», suele decir. «Posiblemente la primera vez que mezclé ambas afirmaciones fue cuando decidí lanzarme a diseñar la escenografía y el vestuario para la ópera 'Der Freischutz' (El cazador furtivo). Sabía que, si renunciaba, perdía el futuro». Y reflexiona: «El camino del artista siempre lleva a un punto donde nunca encuentra a nadie, lo sé por experiencia, y huir de los eufemismos te aporta seguridad en la búsqueda de lo desconocido. Aún a riesgo de confundirse el artista siempre tiene razón y sorprende la dificultad que a menudo se tiene para comprender cualquier trabajo que va en una dirección aparentemente diferente a la esperada».
Confiesa que le gusta que los 'temas' de sus obras aparenten ser banales, pero que enfatizados por medio de imágenes o palabras les pueden convertir en poderosos. 'Saber inspirar conversaciones ilustradas' o 'Sabemos que vas a perder' son algunos de los títulos de las acuarelas de la exposición que se inaugura el próximo viernes, día 3 de febrero.
Gruber se pregunta: «¿Qué universo llevo conmigo al estudio? Podría decir que mi experiencia personal, que imagino similar a la de muchos artistas, e ir añadiendo, día a día, casi de un modo pasional, conversaciones, imágenes, escritos, interés por la política o la ecología, y la lectura. La lectura es un placer, aunque requiere disciplina y esfuerzo, en eso consiste el amor genuino a los libros, todo ello se entrecruza y se añade a la memoria lejana y a la cercana, una memoria que tiende a seleccionar, convirtiéndose en un misterio qué es lo que la impulsa a ello. Así se forma el universo particular».
Antes de la pandemia, Gruber protagonizó una de las exposiciones más importantes de su ya densa trayectoria. Marco, el Museo de Arte Contemporáneo de Vigo, albergó a finales de 2019 su obra reflejada en series, en una instalación, en un libro de libros, en libros de artista, todo ello hasta conformar 'El salón de los espejos'. Y entre los diferentes trayectos un territorio común: el desvelo del proceso creativo y la necesidad de contar el mundo. Mientras ha crecido su escritura, plasmada en novelas, las pausas reflexivas del artista están sembradas de alumbramientos que señalizan su inquietud: su presencia en la serie de la Caverna de la Luz o su cartel de la pasada edición de la Feria del Libro Viejo son dos de ellas.
El regreso a Siboney es, al cabo, otra estación en un camino fértil de trabajos surgidos de la reflexión, las azarosas búsquedas y los hallazgos. Ante esta comparecencia una enésima confesión: «'Lo que importa en el arte es el significado', tengo escrito en mi cuaderno de tapas rojas, pero a veces me pregunto si se ha ido parasiempre la belleza como la hemos entendido hasta ahora. No lo creo y por ello me afano en hacer coexistir lo intelectualmente bello con lo físicamente bello».
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