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Con el cielo despejado, los músculos tensos y en El Sardinero, así afinó el Racing este miércoles los últimos detalles de cara a un partido ... vital, que disputa este domingo contra el Oviedo, en casa, sin red y con un punto de ventaja que parece una migaja cuando se viene de caer en Cartagena.
En ese estadio, que será una caldera en tres días y que ahora está vacío, todo resuena más fuerte. «Vamos, aprieto, aprieto», se escucha atronador desde la banda. Es José Alberto, que no da respiro ni a las sombras. «Si no soy apoyo, ataco al espacio», gritaba el asturiano y la frase retumbaba en el graderío con fuerza en el segundo entrenamiento de la semana. No hay entradas ya para el domingo. Ni una. El Racing-Oviedo ha sido declarado de alto riesgo, aunque el verdadero riesgo sería no ganar. Los asturianos vienen como lobos por detrás, a un solo punto, oliendo el miedo ajeno. Y los cántabros, tras la derrota en Cartagena no se permiten más fallos.
El entrenamiento empieza con balón, pero pronto se convierte en una pequeña batalla. Dos equipos, peto rosa contra peto verde, y una sucesión de partidillos que no dejan respiro. Se rota, se cambia, pero el equipo verde apunta a ser el elegido por el entrenador para ser titular en casa. Aunque con José Alberto nunca se sabe, lo de hoy puede no ser lo de mañana. Ezkieta bajo palos, con Javi Castro y Manu Hernando detrás, Saúl y Sangalli en los laterales, Meseguer y Maguette en el centro, Andrés e Íñigo en las bandas, Pablo Rodríguez como enganche y arriba, Karrikaburu.
En otras fases, vuelven a coincidir Castro, Manu Hernando, Saúl, Michelin... pero entran Aldasoro e incluso Rober y Ekain. El míster no se casa con nadie, pero pide a todos la misma intensidad. «Vamos, vamos, vamos», ruge desde un lateral. Cuando Arana no apura una jugada, le llega el grito como un zarpazo: «¡Arana, dale!» «¡Vamos, Jere!», le suelta a Jeremy. Es un José Alberto que mezcla el látigo con el abrazo, que corrige pero también anima. No da tregua.
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El peto rosa es, en teoría, el suplente. Pero visto el ritmo, la palabra no parece adecuada. Parera defiende la portería; Arana, Lago, Vencedor, Mario, Montero, Pol Moreno y Jeremy lo rodean. A ratos, Suli y Salinas —este último del Rayo Cantabria que se ha unido a las dos sesiones esta semana— se suman al combate. Todos con la misma consigna, no regalar nada. «Un poquito más, tíos», insiste el entrenador. Porque un poquito puede convertirse en el todo.
La grada vacía hace más ruido que si estuviera llena. Cada pase suena distinto, y al final de la sesión, cuando las camisetas pesan y los muslos arden, José Alberto los reúne en el círculo central. Habla, señala, explica. No hay gestos de enfado, pero sí mirada fija. El del domingo no es un partido más, es uno de esos en los que se nota quién quiere subir y quién lo merece.
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