Hay fechas que parecen históricas y que van a tener una gran repercusión futura y, sin embargo, con el paso del tiempo pasan casi desapercibidas. ... No es el caso del día 2 de abril de 2025, en el que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, decidió unilateralmente establecer un conjunto de nuevos aranceles a prácticamente todo el mundo, en algunos casos con subidas de más del 20% y que llegan hasta el 50% a los Estados que él considera que son «enemigos del comercio». Un mes más tarde, vemos que ha tenido que aplazar esas decisiones tan drásticas debido a la presión internacional y también a las consecuencias económicas internas, donde las medidas están teniendo unos efectos negativos considerables, con la caída de las bolsas, del valor del dólar o la subida de la inflación.
Creo que puede ser una de las fechas históricas de verdad, al menos una de las más significativas de su mandato. Llama la atención que a pesar del primer enfrentamiento que hay con México y Canadá y con los países latinoamericanos, en la resolución del día 2 solo se contempla un arancel del 10% a todos ellos. En todo caso, a pesar del aplazamiento, hay medidas que, al afectar a la confianza, no solo de los mercados, sino de los países, van a tener un efecto importante a lo largo de su mandato, ya que la confianza es difícil de conseguir, pero es muy fácil de perder, y creo que estamos en esa situación.
Las decisiones adoptadas en el llamado 'Día de la liberación' consistieron en poner un arancel a todos los países del mundo del 10%, salvo excepciones, menos a los ya citados que se consideran desleales y que llegan hasta el 50%. Entre ellos hay que señalar a China con el 34%, a Taiwán con el 32%, a Corea del Sur con el 35% y a Japón con el 24%, entre otros. Con estas medidas, por un lado, Trump cree que hay que compensar lo que estos países han aprovechado de Estados Unidos y donde han tenido, según sus cuentas que son difíciles de justificar, unos aranceles reales el doble de lo que va a aplicar Estados Unidos. A esto hay que añadir que los aranceles del 25% ya se venían estableciendo al aluminio y al acero y, por otro lado, también se señala que a los automóviles de todo el mundo que no se fabrican en Estados Unidos se aplicará un arancel del 25%. El objetivo es que la industria manufacturera que ahora se produce en todo el mundo, vuelva a los Estados Unidos gracias a estas tarifas desorbitadas.
Creo esto porque debido a estos nuevos aranceles puede cambiar el comercio mundial, donde Estados Unidos se incorpora a una época de proteccionismo salvaje frente a un conjunto de Estados, posiblemente liderados por la Unión Europea, que sigan aplicando las políticas opuestas de liberalización comercial y de reducción de aranceles. Ello se realizará con acuerdos con otras regiones del planeta. Un ejemplo reciente de esta política opuesta es el acuerdo rubricado el 7 de diciembre de 2024 por la Unión Europea con Mercosur, que aunque está pendiente de su aprobación definitiva, abre un camino antagónico en el desarrollo del comercio mundial, poniéndo en marcha el acuerdo de libre comercio más grande del mundo.
Otro ejemplo en esta dirección es el acuerdo adoptado el día 31 de marzo entre China, Japón y Corea del Sur, que tenían establecido un área de cooperación económica con otros 15 países asiáticos y donde en esta reunión se comprometen a una liberalización comercial progresiva a pesar de que son países con regímenes políticos casi incompatibles. Las consecuencias económicas y políticas pueden implicar que no solo este proteccionismo económico radical lleve a un declive económico fuerte de los Estados Unidos, sino también a un orden económico y político diferente. Se está planteando ya la posibilidad de que Estados Unidos se salga de la OMC, planteado por Japón, o que abandone la OCDE, incluso se ha llegado a debatir que en el G7 le soliciten el abandono a los Estados Unidos para crear el G6, a pesar que Estados Unidos quería volver al G8 con la incorporación de Rusia.
La Unión Europea se encuentra en la oportunidad y quizás la obligación de plantear una alternativa al comercio mundial. Las palabras de la presidenta Von der Leyen en abril en Samarkanda, Uzbekistán, parece que ya apuntan a esta posibilidad cuando señala que está dispuesta a «apoyar cualquier esfuerzo para adaptar el sistema comercial global a las realidades de la economía mundial». Precisamente, estaba reunida en la cumbre de los países de Asia Central para llegar a un acuerdo en materia económica y, especialmente, sobre la búsqueda de nuevos mercados y, una vez más, de la liberalización comercial.
Estas decisiones económicas de esta magnitud pueden producir junto a otras reivindicaciones políticas, como son la pretensión de quedarse con Groenlandia, incorporar Canadá como 51º estado y recuperar el Canal de Panamá, unos cambios que van más allá de la economía. Prácticamente el único país que no se ha incluido en esta lista de aranceles ha sido Rusia, junto con Bielorrusia, Cuba y Corea del Norte, que son países afines. Es decir, Estados Unidos está castigando duramente a sus aliados tradicionales de la posguerra y, sin embargo, hace gestos a favor de los enemigos históricos durante la misma. Así, el «Día de la liberación» podría haber sido el principio del fin de la liberalización comercial, aunque un mes más tarde, dado lo radical de la decisión, empieza a haber dudas.
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