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Las guerras no las gana nadie, simplemente unos pierden más que otros. Esto se hace muy evidente en la guerra de tarifas arancelarias. El gobierno ... de Trump quiere hacernos creer que China será la gran perdedora; pero los múltiples expertos que pueden consultarse dicen que ambas superpotencias se pueden hacer mucho daño mutuamente, y que el resto del mundo sufrirá los daños colaterales. Algunos añaden que si EEUU no pisa el freno y da marcha atrás, será la más perjudicada. Apunto dos errores que aducen para explicarlo:
El primer error de Trump –el autoproclamado mago de las transacciones comerciales– es poner el carruaje delante de los caballos. Mi experiencia en todas las operaciones de integración vertical, es que tu proveedor habitual debe ser el último en enterarse. Primero debes construir el departamento de fabricación del producto que quieres integrar, y solo después suspendes las compras al actual proveedor; de otro modo se crea una obvia rotura de la cadena de suministro, que va a durar tanto tiempo como tardes en fabricar el producto tú mismo. En el caso de los productos chinos se habla de años. ¿Cuánto tiempo puede aguantar el consumidor sin esos productos que usa a diario, desde ropa a móviles y electrodomésticos, los cuales EEUU ha perdido la capacidad de producir él mismo o, en el mejor de los casos, podría producir a precios prohibitivos para la mayoría de consumidores?
El segundo error es creer que China va a perder más, porque exporta más a EEUU que a la inversa. Como digo, los consumidores americanos se han acostumbrado a tener a su disposición muchos productos chinos, a unos precios imbatibles, y nunca van a entender que por razones políticas su gobierno haya cancelado la importación de los mismos. Por el contrario, lo que China importa de EEUU son productos agrícolas que fácilmente pueden importar de terceros países o el gas licuado que está en el mismo caso; o aviones comerciales cuya compra puede demorar sin mayores quejas de los súbditos de a pie… En cuanto a los chips, China, al contrario que EEUU, lleva años preparándose para esta eventualidad, las primeras sanciones las aplicó Trump en 2018.
Y es que cuando Trump, allá por 2018, tuiteó que «Estados Unidos está perdiendo muchos miles de millones en sus tratos comerciales con virtualmente todos los países del mundo, por lo que la guerra arancelaria está justificada y es fácil ganarla», el presidente había leído las hojas del té al revés: lo fácil es perderla. Aunque aún estamos en sus prolegómenos, todos los indicios apuntan en esta última dirección. No es cierto que su balanza comercial fuera negativa, si consideramos que el superávit en el sector servicios prácticamente compensa la pérdida en el sector industrial. Tampoco acierta cuando afirma que China está jugando esta mano de póker con una pareja de jotas. De hecho lleva las de ganar en la mutua escalada de tarifas, porque EEUU importa productos chinos más vitales para su economía que al contrario; como prueban los dos ejemplos precedentes. Es más, si los chinos creyeran que esta guerra estaba perdida nunca hubieran respondido como lo están haciendo; no solo piensan que están obligados a ganarla, sino que están dispuestos a conseguirlo cueste lo que cueste. Caben pocas dudas sobre cuál de los dos pueblos está más preparado para apechugar con las adversidades.
El superávit que China pierde a causa de las tarifas es básicamente monetario –pérdida de ingresos– y puede remediarse reduciendo los gastos, aumentando las exportaciones a terceros países, estimulando la inversión del ahorro con reducciones fiscales, diluyendo el impacto en los territorios más afectados mediante subvenciones, incrementando el consumo interior, etc. Mientras que Estados Unidos pierde productos y servicios que está comprando porque no los produce de forma competitiva o simplemente no tiene los medios de producción requeridos. EEUU, al contrario que China, gasta más de lo que ahorra; en una guerra comercial ha de reducir el suministro de cosas que necesita, cosas bastante más difíciles de sustituir que el mero dinero que China deja de ingresar. Como consecuencia, el impacto incide directamente en determinadas industrias, localidades y hogares que van a echar en falta productos que consideran necesarios y difíciles de reemplazar. Por no hablar del capital exterior que Estados Unidos toma prestado ventajosamente y que por causa de la guerra comercial ahora se está retrayendo.
En resumen, la analogía del póker que tanto gusta al equipo de Trump es equívoca. El póker es un juego de suma cero –lo que yo gano lo pierdes tú– mientras que el comercio internacional es una suma positiva: lo que te va bien a ti también me favorece a mí. En el póker, las fichas que pones sobre la mesa las pierdes si no ganas la mano. En el comercio, el dinero que pones sobre la mesa te compra los productos y servicios que estás requiriendo.
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