La tauromaquia como origen de dichos populares
ORESTES CENDRERO
Viernes, 5 de enero 2007, 02:25
Los festejos con el toro como protagonista están intrínsecamente ligados al pueblo español; tan es así que el más extendido de ellos, la corrida, ha dado origen a una serie de expresiones y frases hechas que son de uso cotidiano. Con esto no quiero decir, desde luego, que a todos los españoles les gusten los toros, pues hay gran número de detractores e incluso enemigos declarados de estos espectáculos, pero ni ellos pueden sustraerse a utilizar muchos términos propios de la tauromaquia. Harto se ha discutido sobre si las corridas son cultura; no voy a entrar en si lo son o no, pero dudo que ningún otro festejo, espectáculo o deporte haya aportado tanto de su vocabulario propio al habla popular en ningún país. Antes de adentrarme en ello citaré dos ejemplos que creo bien ilustrativos.
En una ocasión en que Daniel Barenboim dirigió una serie de difíciles conciertos en Nueva York, el corresponsal de un diario madrileño en esa ciudad tituló así su crónica sobre aquellos: 'Barenboim se encierra con seis miuras'. Otra vez presencié un partido de baloncesto en el que el mejor jugador del equipo ganador fue un norteamericano negro de más dos metros de altura. Ambiente y personaje desde luego ni remotamente evocadores de las corridas de toros; pues bien, sus seguidores le aclamaban gritando: «Torero, torero».
Así pues, muchos son los que dicen, sean taurófilos o no, que ven los toros desde la barrera cuando contemplan como otros les resuelven dificultades, o que se atan los machos (los cordones que sujetan a la pierna las taleguillas de los toreros) si se arman de coraje para afrontar riesgos. Un disgusto serio sienta como banderillas de fuego; pocos serán los que no digan al toro, que es una 'mona' o valor y al toro cuando tienen que acometer un trance delicado. De una persona audaz se dice que tiene más valor que 'el Guerra' (por el torero Rafael Guerra); si sobresale en su profesión se le calificará de primer espada o cabeza de cartel; si elude descaradamente una responsabilidad comprometida a la que tiene obligación de enfrentarse es que da 'la espantada', si sabe librarse de ella con habilidad es porque ha dado una larga cambiada y si la encara con decisión, ha agarrado al toro por los cuernos. Del mismo modo, quienes dan pruebas de pundonor profesional o no se avienen a realizar cosas poco dignas es porque tienen vergüenza torera, e incumplir normas y convenciones es saltárselas a la torera.
A una cuenta abusiva en un restaurante se la llama un puyazo; a una víctima de una contrariedad importante, le han dado una cornada; las personas de trato grosero o desagradable son marrajos o cabestros y las que no hacen caso de reprimendas y denuestos hacen el don Tancredo. Cambia de tercio quien muda bruscamente el tema de una conversación. El que está preparado para ayudar a resolver situaciones difíciles está al quite y cuando materializa su ayuda ha echado un capote; claro que eso puede suceder cuando ya se ha resuelto la cuestión, es decir, que la solución llega a toro pasado, y si se ha salido del paso chapucera y precipitadamente es que se ha dado una media lagartijera.
No paran ahí los símiles y metáforas taurinos; a un mujeriego afortunado en sus aventuras se le califica de buen torero, pero si no logra los favores de una dama se queda sin torear en esa plaza y si no culmina el acto amoroso a satisfacción es que le han devuelto el toro al corral. ¿Estoy hecho un toro! proclamará el tal, alardeando de su potencia en los lances amatorios; fuerte como un toro se aplica también los individuos muy vigorosos. Si del que comienza a ejercer una profesión se dice que ha tomado la alternativa, el que se retira de la vida activa se corta la coleta; está para el arrastre aquel a quien los trabajos y pesadumbres sufridos a lo largo del tiempo han quebrantado y también quien se ha agotado físicamente por un haber realizado gran esfuerzo en breve plazo o ha padecido una penosa enfermedad. La persona objeto de continuos engaños o a la que se le niegan reiterada y tramposamente derechos que reclama dirá que la están toreando.
¿Va a haber toros y cañas! Con esta frase se quiere decir que hay riesgo de altercados o de discusiones violentas, y con la de viene con las de un miura se alude a quien se le adivinan intenciones de causar graves daños a terceros. Cuando algo o alguien empeora de forma insalvable una mala situación da la puntilla a quien la sufre, si bien antes puede haberle dado una estocada en todo lo alto causándole un disgusto o un daño muy graves. Y parece que el asunto no da más de sí o, dicho de otro modo, el toro ya no tiene más pases, por lo que al que esto escribe le corresponde tomar el olivo (la barrera de los cosos taurinos solía estar hecha de madera de olivo, y el torero que tomaba el olivo es que la saltaba para irse), pero antes de hacerlo desea formular una pregunta: ¿habrá que suprimir todas estas expresiones por políticamente incorrectas?
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