Borrar
Altas montañas cercanas al mar en la costa de Castro. Jesús Garay
Viniendo de Santander (II)

Viniendo de Santander (II)

Castro de ayer y de hoy ·

Las naves de vela que circundaban al Cantábrico notaron esa sensación de alivio y seguridad que da nuestra costa

Javier Garay

Castro Urdiales

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Miércoles, 27 de enero 2021, 16:22

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Como recordarán, viniendo de Santander, al llegar a la altura del cabo de Cerdigo, un poco más de costa que corre más al sudeste, nos lleva a montar otra punta: la punta del Rebanal. Después surgen los peñones y, detrás de éstos, algo sugiere que es diferente. Montas los peñones y te encuentras con una ensenada que corre al oeste majestuosa única como no hay otra y eso dentro de la mar. Es por ello por lo que hoy en día invito a alguien, si quiere experimentarlo, a que naveguen hasta esa altura y lo comprueben.

Esto fue así también antaño, no solo para los periplos de gente comercial e invasora. Todas las naves de vela que circundaban al cantábrico en la época de vela en el comienzo de la navegación y, posteriormente, casi hasta nuestros días notaron esa sensación de alivio y seguridad que da nuestra costa. Las naves (leeremos testimonios) que venían corriendo, muchas desde Galicia), los tiempos a veces no duros de vientos del NW y del oeste se veían en la necesidad de sotaventear y dejarse caer con el viento por la dificultad que encerraba maniobrar a vela con estos vientos y tratar de tomar refugio en cualquier puerto de la costa que corrían.

«Estamos en el centro de dos abras, las dos más ricas en pesca de todo el Cantábrico»

Javier Garay

Era prácticamente imposible intentar ganar barlovento y ceñir para entrar a… ¿dónde? La costa al oeste es más inhóspita que la nuestra y no había posibilidad de luchar con los elementos, había que dejarse ir . ¡Ay, amigos! Pero otra cosa era comenzar a vislumbrar nuestra costa. Sin querer algo te manda a ella, encima los vientos del cuarto cuadrante te ayudan. Algo había detrás de ese gran monte que ya entrando en su jurisdicción empezaba a mostrarte su bondad. Y cada eslora que navegabas, más bondad (dentro siempre del peligro).

Pronto se hizo conocida esta bondad y a Castro había que impulsarle no solo como puerto por tal, sino que estamos en el centro de dos abras, las dos más ricas en pesca de todo el Cantábrico: la del Asón, en Colindres –Santoña, Laredo y Colindres y la del Nervión en Bilbao. Dos abras ricas, muy ricas en pesca, con multitud de ensenadas riquísimas. Veamos Oriñón, Urdiales, la gorda, Ontón… donde el calado y la costa te permitían sistemas de pesca que en otros lugares eran imposibles. Un gran placer, dos abras riquísimas y multitud de ensenadas en las que reyes dictaron reglamentaciones para protegerlas. Comercio, pesca, guerras… un buen siglo el XII para lanzar a Castro. En Plena guerra de reconquista. Lana merina para los telares del norte; expediciones de pesca; comercio; guerras y la ballena que comienza a ser metería fundamental para las hambrunas.

J. Garay
Imagen principal - Viniendo de Santander (II)
Imagen secundaria 1 - Viniendo de Santander (II)
Imagen secundaria 2 - Viniendo de Santander (II)

Lo mismo que los navíos descubrían, unos por necesidad y otros en sus periplos, nuestra costa, las ballenas también sufrían los duros embates del Cantábrico, a veces con olas procelosas y con sus crías encontraban refugio en nuestras aguas y encima pesca en ambas abras. Por supuesto, no trato de hacer exclusiva la ballena en nuestro entorno, pero hay que entender que venían miles y miles de ellas en su periodo migratorio a nuestra costa y la más gratificante era la nuestra. Tampoco diré que fue la primera en cazar la ballena, aunque en un momento dado fue la de mayor auge, pero, sin ninguna duda, que en otorgar los fueros y, con ellos, privilegios únicos, mucho tuvo que ver la ballena.

Castro necesita ese empuje económico que surge después de otorgarle el placer de villa, pero hay una razón en Castro: hay que invertir, es un lugar estratégico en cuanto a lo comercial y pesquero, hay que darle etiqueta y esa se la da la iglesia de Santa María. Con el comienzo del Siglo XII se comienza su construcción, ya entonces Alfonso es adulto y la inversión en Castro es fundamental. Mucho dinero habrá que gastar, pero ya se recuperará. Se necesitaba mucho dinero, era una inversión a largo plazo, pero vaya que si la amortizaron, y durante siglos, y si no, vean este pasaje del historiador Masas. «Quince y afuera», decían los pescadores de traineras desde que salían por la boca de la dársena hasta montar el Cantu de Santa Ana. Quince paladas de remo para hacerse a la mar y otras quince para escapar del peligro dentro de su concha.

«Castro Urdiales sin sus peñones, hoy en día seria solamente una encantadora playa, llena de riesgos para los bañistas»

Javier Garay

Tan abierto está Castro a la mar, que prácticamente vives en ella. Con quince paladas te encuentras inmerso con la realidad, la realidad del mar Cantábrico. Ese mar que con tanta saña ha batido y bate nuestras costas, que incluso la propia iglesia tiene cicatrices de sus olas. No es Castro un paraíso ni el pairo de la mar, pero sí algo especial. Y todo su empuje económico tiene que ver con el terreno.

Castro Urdiales sin sus peñones, hoy en día seria solamente una encantadora playa, llena de riesgos para los bañistas, con un sinfín de pequeños habitáculos que la colindaran y de multitud de aficionados surfistas que en ella tendrían una de las mejores playas de olas de todo el peligroso mar Cantábrico.

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios