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En Cantabria verano es sinónimo de verde maizal. Y en San Román de Cayón esa simbiosis todavía es más incontestable desde hace tres años, ... porque uno de sus panojales reta a los más aventureros a perderse en más de dos hectáreas de enrevesados caminos por hallar la única salida. En torno a 30 minutos requiere de media escapar del nudo de calles, y una vez fuera la experiencia no termina, ya que el enorme pasatiempo se encuentra en la finca ganadera La Flor, en la que se puede estar en contacto con las vacas e, incluso, dar el biberón a las terneras o entretenerse con otras series de juegos, darse un chapuzón en el río y comer.
A eso de las cuatro de la tarde entró el otro día la familia Sainz Gutiérrez por el acceso del laberinto de Cayón. Y no se la vio salir hasta media hora después. Aunque el benjamín, Yoel, apareció diez minutos antes. «He retado a mis padres y a mi hermano a ver si lo lograban antes que yo y he ganado», decía él, que en lugar de esperarlos optó por volver a hacer el reto seguidamente y se introdujo en el maizal. «Es complicado, si lo hiciera ahora por tercera vez no creas que lo cruzaría a la primera», reconoce.
En eso consiste simple y llanamente el pasatiempo, en perderse. Y todo está orquestado para que así sea. Tanto, que el más versado de los cartografistas caería en las trampas. El itinerario induce una y otra vez al engaño;cuando parece que una calle tiene salida, resulta que a unos pasos te topas con un muro infranqueable de plantación. Piensas que ya vas a salir y te descubres dando vueltas sobre la misma zona. Y no se fíen de las pérfidas flechas, porque ellas también forman parte del ardid. «A la gente le damos un número de teléfono por si se agobian y no encuentran la salida. No es frecuente, pero pasa», asegura Celia Bustamante, una de las encargadas del espacio, al tiempo que concreta que «en lo que llevamos de verano nos han llamado pidiendo ayuda dos grupos».
A todo ello hay que añadir que el pasatiempo ofrece un segundo desafío. En el recorrido te topas con varios letreros que te hacen preguntas sobre ganadería. Por ejemplo, el tiempo de gestación de una vaca. «Me ha parecido muy interesante, yo pensaba que el ordeño tenía lugar dos veces al día, una por la mañana y otra por la noche, pero en esta granja se hace tres veces», apuntaba a la salida la madre de Yoel, Toñi, junto a su marido, Timo, su otro hijo, Sergio, y su perro Milú, aunque el amigo de cuatro patas no fue de gran ayuda para la expedición. «Ya habíamos recorrido un laberinto y esa vez nos guiamos por él, pero ya aprendimos que no daba una», ríe Toñi.
Los Sainz Gutiérrez, que viven en Logroño pero tienen una segunda residencia en Noja, no son los únicos 'Indiana Jones'. Esa misma tarde estaban otros como los santanderinos Adrián del Pino y Amaro Cayón, que lograron escapar en 45 minutos porque, como ellos reconocían mientras tomaban algo después de la caminata, «entramos como pollos sin cabeza y hemos tenido que retroceder». También había un grupo de varios niños que veranean en Cantabria y el año pasado ya superaron el galimatías, pero ahora han querido repetir. «Está muy chulo, porque de tantas vueltas al final te marea», valora Jaume Villegas, de doce años, mientras su hermana Eva, de nueve, explica que a ella le gusta más ir a La Flor por ver a los animales y no tanto por el laberinto. «En Valencia no hay mucho campo ni vacas», observa la pequeña mientras le da un biberón a una ternera recién nacida.
Este es el tercer verano que Jesús Alonso dibuja un laberinto en uno de sus panojales y cada temporada cambia. «Ya el pasado año por el covid decidimos hacer los caminos mas anchos. Y fue un acierto», explica el ganadero, que incide en que «los días que más viene la gente son los nublados», llegando a sobrepasar el centenar de visitas en determinadas jornadas.
Aunque lleva tiempo dedicándose al agroturismo, la fuente de ingresos principal de Alonso son sus 200 vacas lecheras. Así, pese a que el laberinto tiene un único camino, brinda dos salidas, ya que no sólo es un pasatiempo, también cuando toque a su fin la temporada esas dos hectáreas serán cosechadas para el ganado. «Tenemos más campos. Con eso sólo tendría para alimentarlas 20 días», calcula Alonso. Pero eso no será hasta mediados de septiembre, hasta entonces todavía quedan muchos intrépidos por perderse en el maizal.
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