El Tour se da una vuelta por el infierno
La ronda gala comenzará marcada por el regreso del pavés, el lugar para distanciar a los escaladores
J. GÓMEZ PEÑA
Viernes, 2 de julio 2010, 10:37
'Germinal' es la novela de Emile Zola sobre la mina, la miseria, la injusticia, la derrota del minero y, también, sobre la semilla de libertad que plantaron sobre sudor y sangre millones de trabajadores a finales del siglo XIX. Cuando en 1993 el director de cine Claude Berri filmó la historia, convocó a Gerard Depardieu y al resto de los actores en Aremberg, la mina. El 'infierno del norte'. Por encima de esa galería rebotarán sobre pavés los corredores del Tour el próximo martes. Trece kilómetros adoquinados. Las piedras de la París-Roubaix, la última aventura. Fue un corredor, Jean Stablinski, el que descubrió Aremberg para el ciclismo. Desde la organización de la París-Roubaix le reclamaron consejo. La carrera se había debilitado, amansado. Y necesitaba una trinchera, una ciénaga de piedra. Antes de ser campeón del mundo, Stablinski había sido minero. Le pidieron descubrir un nuevo infierno. Y les invitó: «Venid a Arenberg».
Igual que en el origen del Tourmalet como icono ciclista, el pavés de los alrededores de Aremberg surge de una orden. En 1967, el patrón del Tour era ya Jacques Goddet, también director de la París-Roubaix. La clásica se había vuelto blanda. Apenas pespunteada con una veintena de kilómetros empedrados. Era un mero sprint. Goddet bramó: «Esta carrera está muerta. No queda pavés». El progreso había asfaltado los caminos. Brea sobre el adoquín. Así que ordenó a uno de sus ayudantes, Albert Bouvet, que husmerara por el norte. A la búsqueda de senderos empedrados. Bouvet era amigo de Stablinski, el ciclista francés hijo de emigrantes polacos. Niño minero. Él le enseñó a Bouvet el camino. El descenso al infierno. Sacaron fotos de aquel barrizal de piedra y las enviaron a Goddet. Le asustaron. «¿Y si el día de la carrera no llega ningún ciclista a Roubaix?», dudó. Llegaron. El primero fue Eddy Merckx. Con él y con Aremberg brotó la nueva París-Roubaix. Resucitó en el infierno.
Ensayo general
Stablinski decía que rodar por esos tramos de pavés era como bajar a la mina. El negro carbón. El color del luto. «Nunca sabes si vas a salir», decía el viejo ciclista. Ese temor ronda hoy por la cabeza de todos los favoritos del Tour que comienza mañana en Rotterdam: Contador, los hermanos Schleck, Armstrong, Basso, Menchov, Wiggins, Evans, Samuel Sánchez, Sastre... Han colocado siete cruces sobre el recorrido de esa tercera etapa (213 kilómetros entre Wanze y Aremberg). Un aspa por cada tramo de pavés, que en total suman 13,200 kilómetros de senderos empedrados. La jornada dejará lo mejor para el final: cuatro tramos en los últimos 30 kilómetros. El colofón se llama Haveluy (2,3 km.), el sendero situado a apenas 10 kilómetros de la meta. En la boca de la mina.
Por allí han pasado estos días todos los equipos del Tour. A tocar el infierno. Hushovd, segundo en la última París-Roubaix, tiraba el miércoles de Sastre, que botaba. El abulense aún lleva clavadas en la espalda las caídas del Giro. A Wiggins le guiaba Flecha, el especialista español en piedras. Geólogo ciclista. Clases privadas: los tubulares llevan menos presión; hay que poner doble cinta de manillar; las ruedas deben ser más anchas, de 25 milímetros... Y no hay que frenar. El que para ya no arranca. A la mina se entra en caída libre. También andaban por allí Armstrong y Evans, felices. A ellos les gustan las piedras. Confían en que el martes llueva granito sobre los escaladores. Se cruzaron con los hermanos Schleck, bien protegidos por dos ganadores en Roubaix, O'Grady y Cancellara, la apisonadora suiza, el coloso que mastica adoquines. El que no estuvo fue Contador. El madrileño, como Samuel Sánchez, ya había pasado por allí meses atrás. Ayer no se dedicó a picar piedra, sino a pulir su bicicleta para el prólogo de mañana.
El martes todos compartirán táctica: estar delante y evitar cortes. Pero todos no caben. Los caminos a la mina son estrechos. Hechos para la fila india. Para los condenados. Muchos sucumbirán. No es un Tour para la calma. Antes del pavés, el domingo espera el viento que siempre sopla sobre los diques holandeses. Puertas cerradas al mar. El lunes, camino de Spa, el Tour pisará territorio de la Lieja-Bastogne-Lieja. Cotas y curvas. Y el martes, el pavés. Una etapa en la mina.
Hasta que no pase ese día, ninguno de los candidatos quiere hablar del futuro, de la ausencia de una contrarreloj larga en la primera mitad de la carrera, ni de los rebajados Alpes, ni del centenario del Tourmalet, protagonista total del final de la ronda. En la película 'Germinal', uno de los personajes proclama: «Destruyamos este mundo, quizá nazca uno mejor a continuación». Eso quiere la dirección del Tour. Que después el pavés, reine la emoción. Y ha bajado a buscarla a la mina de Aremberg.
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