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Frente a las costas de Comillas se encuentra uno de los principales campos submarinos de algas. / Sane
Oportunidad económica inesperada

La caloca hace historia en la costa

Los científicos tratan de averiguar los motivos del desprendimiento masivo de los campos submarinos y apuntan a un efecto del cambio climático

Nieves Bolado

Jueves, 28 de noviembre 2013, 13:23

La caloca ha irrumpido este otoño de forma excepcional en las playas de Cantabria, dando una oportunidad económica inesperada a los tradicionales recolectores del gelidium corneum, caloca en Cantabria, ocle en Asturias y oca en Galicia. Como ejemplo, baste un dato: en poco menos de quince días, y sólo en Noja, se han recogido 200 toneladas de caloca mojada, por la que se ha pagado entre 10 y 12 céntimos de euro el kilo (seca puede llegar al euro), dependiendo de los grados de pureza.

Pero no solo ahí. En Comillas (donde existen grandes poblaciones naturales), en San Vicente de la Barquera, en La Maruca, en Santander..., y también en cualquier arenal de la costa cántabra, la caloca ha venido a ayudar a pasar un mal trago económico a muchas familias. Una actividad, orillada en los últimos años por la falta de algas y menor necesidad de dinero, ha vuelto con fuerza potenciada por la industria que utiliza el agar-agar (el gelidium, la gelatina que se extrae de la caloca) como aditivo en diversos sectores industriales de consumo.

Científicos y caloqueros coinciden en que en el último mes las fuertes corrientes y los oleajes mar adentro han arrastrado toneladas de algas hasta los arenales. Lo que ahora tratan de determinar los expertos es qué ha hecho que los campos submarinos de caloca situados entre 20 y 30 metros de profundidad se hayan desprendido masivamente, porque oleajes hay todos los años.

Para el investigador biólogo César Peteiro, del Instituto Español de Oceanografía, que trabaja en el Centro Oceanográfico de Santander, es difícil precisar científicamente los motivos de la presencia masiva de caloca este año en las costas del Cantábrico. «La aparición de los arribazones de caloca (restos de partes de estas algas que son desprendidas, que se acumulan en el fondo del mar y que con la llegada de los temporales son depositadas en las costas), es un proceso natural».

Lo que ya no es tan habitual es la cantidad. Peteiro considera que el aluvión de este otoño-invierno podría deberse «a un proceso cíclico cada ciertos años ocurre o que puede estar acelerado por la desaparición y muerte de este alga por efecto del cambio climático, con un aumento de la temperatura de las aguas, como está determinando el Departamento de Biología Vegetal y Ecología de la Universidad del País Vasco, que investiga este proceso».

A pie de playa no se detienen en estas consideraciones científicas, sino que se vive la recolecta de este año con sorpresa y satisfacción. Así lo expresa Antonio Maza, conocido popularmente como Berrio, hijo y nieto de caloqueros de Noja, que asegura que el de este año «es un hecho histórico por la cantidad que ha llegado a las playas». Desde hace 70 u 80 años se lleva realizando esta actividad asociada a la economía complementaria de los agricultores y ganaderos de las zonas costeras, que antaño la usaban como abono.

Ni los más viejos del lugar

«Los más antiguos recolectores no recuerdan algo igual», explica. La caloca comenzó a llegar masivamente a los arenales de Cantabria hace dos semanas, «coincidiendo con la mar fuerte, aunque ya ha empezado a decaer». Maza cree que se debe «principalmente» a los fuertes oleajes aunque otros años ha habido peor mar «y casi no llegaban algas a las playas. No sé si le afectará el cambio climático», precisa.

La caloca se está vendiendo este año preferentemente en mojado, ya que las constantes lluvias del último mes dificultan el secado en los campos, donde necesitan viento Sur y sol para perder al menos el 75% del agua que contienen, «y si la caloca permanece mucho tiempo mojada se produce la fermentación que dificulta su venta porque pierde valor».

Prácticamente toda la caloca recogida tiene como destino las dos únicas fábricas que existen en España para la transformación de las algas marinas y la fabricación de agar: Hispanagar en Burgos e Industrias RoKo, en Llanera, Asturias.

El agar está presente en los productos agroalimentarios que contengan el conservante E-406: helados, flanes, jaleas, confituras, jarabes, mayonesas, quesos... y todos los alimentos que precisen de cierta consistencia. Pero también en cosméticos, e incluso, en la industria textil.

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