

Secciones
Servicios
Destacamos
Violeta Santiago
Viernes, 23 de enero 2015, 07:37
Es una casa sencilla, construida hace 60 años. Su hija vive cerca, lo mismo que el sobrino que crió -que reside en el barrio Ateca de Monte-. Igual que Marco, el nieto que paga la hipoteca en la zona de General Dávila y que este año recogió kiwis de una planta que hasta ahora no había dado ni uno. Pero es 23 de enero: dentro de 9 días Amparo tendrá que marcharse. La mujer lleva meses de rebelión, porque cree que no le hacen justicia con el dinero (79.000 euros) que le dan para derruir su propiedad, ya expropiada, y ha recurrido el justiprecio. Ahora, un tribunal acaba de dictaminar que tiene que irse recalcando que su salida de la vaguada de Las Llamas no es un desahucio, sino un desalojo, porque la casa ya no es suya y con su negativa a marcharse está entorpeciendo una obra de interés general para Santander. Su salón está helado y, ella, descorazonada. Dice que el próximo día 2, estará «aquí, sentada, esperando».
El juez acaba de dar la razón al Ayuntamiento. ¿Cómo ha acogido la familia el auto judicial?
(Responde Marco, su nieto) Ha sido un mazazo terrible. El juez no ha profundizado en el caso: se ha limitado a comprobar que el Ayuntamiento ha dado bien todos los pasos legales y no valora algo muy importante: que a mi abuela le recalificaron la finca y la convirtieron en rústica para abaratar la indemnización.
-¿Tiene memoria de en qué momento pensó por primera vez «no, no acepto el justiprecio de la expropiación, no me voy de aquí»?
-No he pensado en irme nunca. Nunca. Esto no es el Palacio de la Magdalena y tampoco lo quiero. No es un palacio, pero es el doble de lo que me quieren dar (alude al piso ofrecido por el Ayuntamiento, de 40 metros, en Peñacastillo, que le supondría gastar el dinero de la expropiación y añadir 10.000 euros de su bolsillo). Esta es mi casa. Me maté a trabajar para tenerla, nadie me dio nada. Y ahora vienen a joderme.
¿Y recuerda la primera vez que oyó hablar de expropiación?
(ella no se acuerda, responde su nieto). Se supo en abril de 1998. Pero estuvimos desde 2010 sin recibir una sola carta, ni una sola notificación. Cambiaron el número de la casa y Correos lo devolvía todo. Hasta que mi hermana se interesó por el asunto en 2011, y ya no había nada que hacer. Ha habido muchas artimañas legales, porque también modificaron la calificación del suelo en 2010. Esto era suelo urbanizable no programado.
-Y este empeño en quedarse... Si hubiera sabido que el final iba a ser un desalojo, ¿hubiera tomado la misma decisión de no marcharse?
Es que la solución tenía que haber salido de él (en referencia al alcalde), pero no pone remedio. Muchas veces pienso: si esto queda bien, hasta iría de rodillas al Carmen. Lo veo tan negro...
A día de hoy, ¿le pide algo al Ayuntamiento?
No pido nada. No me entra en la cabeza que me manden así a la calle. (La familia quiere que se la realoje en su entorno, que no se la aleje de la zona actual).
¿Qué hará el día 2 de febrero?
Voy a esperar aquí. Me voy a sentar en una silla a esperar. Aunque a ver si puedo con todo lo que se me viene encima, igual no lo aguanto... ¡con todo lo que trabajé!
¿Entiende que el Ayuntamiento no puede saltarse la ley con un solo vecino?
A otros vecinos, otros años, les dieron soluciones. A todos los que expropiaron para hacer la S-20 se les realojó en San Román, incluso a los que tenían casas ilegales, que no estaban en regla... Tengo unas ganas de pillar a los que han dicho que esta es una vivienda de mierda... Aunque también habrá quien piense que quiero piso en El Sardinero... Pero el Ayuntamiento no habla con nadie, no negocia, se ha enrocado. Yo solo quiero algo parecido a esto, esta es mi casa. ¿No puede ser una dueña de lo suyo?
¿Tiene algún plan para después del día 2 de febrero?
No, ninguno, me voy a quedar. Yo no debo nada a nadie... No me extraña que la gente se tire por las ventanas. Aunque yo no me voy a tirar.
¿No está siendo muy duro vivir aquí sola, con la obra ahí al lado?
Nadie sabe lo duro que está siendo aguantar... pero, como me lo están haciendo adrede, pues aguanto. Tengo mucha rabia. Soy diabética y, con esto, se me ha disparado el azúcar. Me están matando los nervios, pero tengo amor propio. Siempre tuve la ilusión, desde los 15 o los 16 años, de una casa. Lo hablaba con una amiga: una planta baja, con una higuera y una parra. Me casé con 24 años y enseguida empezamos la construcción. Yo he tirado con la bañera por encima de la cabeza para abajo, por esas cuestas (señala la ladera en dirección a Los Castros). Me he reventado a trabajar. Y me quieren meter en 40 metros, en Peñacastillo.
Como tiene familia, mucha gente se pregunta por qué no se va usted a vivir con su hija.
A mí me gusta estar en mi casa. Yo voy a comer donde mi hija, que me ha ayudado siempre, porque con lo que cobro... A mis años hay gente que no se vale sola, pero yo me defiendo. Me operaron de la rodilla, me fui a quedar con mi hija y a las tres semanas ya estaba otra vez aquí. Qué opiniones más raras tiene la gente. Viene un día uno y me dice con toda su cara dura que por qué no me voy de alquiler. Y yo digo: pero ¿por qué me voy a ir de alquiler, si aquí lo tengo todo pagado? El que tiene dinero, no se acuerda del que no lo tiene. También dicen que para este vial somos 39 expropiados y que yo soy la única que se queja. Nadie se da cuenta de que no es lo mismo 36 trozos de finca y dos casas que estaban deshabitadas que lo mío. Yo soy la única que vive aquí. ¿Cómo pueden tratar por igual a los 39 afectados? Tenía que haber un trato distinto, porque no tengo dónde ir con lo que me ofrecen.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.