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El Cantábrico despedía hoy a Macel Sabou (Timișoara, 22 de agosto de 1965-Gijón, 9 de junio de 2025), transilvano que conoció el norte en ... Santander y después, tras una vida de trotamundos, como la de tantos futbolistas, hizo de Gijón su casa. La ELA, enfermedad que se le detectó hace poco más de una década, pero que padecía sin diagnóstico desde tiempo atrás, terminó con la vida de uno de los protagonistas del ascenso de 1993, muy identificado con una afición y un club que pudo tratarle mejor en aquel momento. Pero dos años, los transcurridos entre 1991 y aquel mágico inicio de verano del 93 fueron suficientes para que dejara muy grato recuerdo en Cantabria y en el racinguismo.
Se marcha sin hacer ruido, muy al contrario de como fue su llegada a España en la recta final de la Guerra Fría. Formado en la Politécnica de Timisoara, de donde pasó al Dínamo de Bucarest, equipo identificado con el Gobierno –como el Steaua con el Ejército, en un fenómeno clásico de la Europa Oriental–, estaba a punto de cumplir 24 años cuando aprovechó que el club disputaba el Trofeo Naranja en Valencia para escapar de la concentración y pedir asilo político en España, donde a Nicolae Ceaușescu le quedaban aún unos meses de mano de hierro.
Concedido el asilo por el gobierno socialista, recaló en el Castilla, donde jugó un puñado de partidos antes de que Tenerife y Rayo Vallecano se disputaran sus servicios.Los vallecanos argumentaban que habían llegado a un acuerdo con el Dinamo, pero eso de poco servía dada la particular situación del centrocampista y la UEFA les dio la razón a los insulares. No tuvo sin embargo el protagonismo esperado en Santa Cruz y al verano siguiente un Racing recién ascendido de Segunda B –categoría entonces insólita para los verdiblancos– le enroló en su nuevo proyecto.
Racing
Sporting
Al primer año de transición le siguió el equipo que, armado por José Antonio Saro y capitaneado por Quique Setién, devolvió al Racing a la élite. Sabou fue una pieza muy importante, pero en la recta final de la temporada el refuerzo de Andrei Zygmantovich le perjudicó. Con el bielorruso eran ya cuatro extranjeros y Paquito optó por sacrificar en muchos partidos al rumano en favor de Ivica Barbaric, uno de los refuerzos de aquel año que también abandonaría Santander. A diferencia del croata, Sabou sí quería quedarse en Santander, pero el club le dio las suficientes largas con su renovación como par que se comprometiera con el Sporting. Cuando al fin se decidió, ya era tarde.
Tres temporadas en El Molinón, todas ellas en Primera, precedieron a su última etapa en el Chaves, de la Primeira Liga, hasta su retirada en 2000. Atrás quedaban 86 partidos en la Primera División Española, 59 en la portuguesa y cerca de dos centenares en Rumanía. Y, por supuesto, los 66 partidos y nueve goles que firmó con el Racing en Segunda División en una época en la que el club verdiblanco recuperaba a pasos agigantados la autoestima con su inestimable aportación.
Probó en los banquillos de algunos equipos modestos y regresó a Gijón para establecerse definitivamente con su familia y emprender otros negocios ajenos al fútbol, entre ellos la ludoteca Indiana Bill, un local de celebraciones de cumpleaños infantiles y eventos especiales para adultos. Se había convertido en Gijón casi en un asturiano más, con una gran implicación en la vida de la ciudad hasta que la enfermedad comenzó a manifestarse con virulencia.
«Desde el Real Racing Club lamentamos el fallecimiento de Marcel Sabou, exfutbolista verdiblanco. Nuestro más sentido pésame a sus familiares, amigos y excompañeros de profesión. Para siempre uno de los nuestros. Descanse en paz», se lamentaba el club verdiblanco precisamente cuando 32 años después otra generación de futbolistas trata de seguir la senda que marcaron el rumano y sus compañeros en los Campos de Sport. «El Real Sporting de Gijón muestra su pesar por el fallecimiento del exjugador Marcel Sabou. El club envía sus condolencias a familiares, amigos, excompañeros y seres queridos», le secundaba también el Sporting.
«Hace seis años, a finales de 2013. Empecé a notar algo extraño en la mano derecha. Tenía menos fuerza y había perdido movilidad. Fui al médico. Así empezó todo. En primer lugar acudí al Hospital de Cabueñes y después al médico privado en el Covadonga. Me hicieron muchas pruebas. Nadie sabía qué tenía», explicaba el propio Sabou a El Comercio sobre una enfermedad que comenzó a manifestarse en aquel momento y se recrudeció a partir de 2017.
Tiempo después su hijo menor, Mario, comenzaba una campaña de concienciación sobre la ELA explicando la situación de su padre. Lo expuso en un duro vídeo publicado en 2019 y que como confesaba el propio Marcel Sabou, le cogió por sorpresa: «Tardé tres años en decírselo a mis amigos y solo se lo conté a los más cercanos. El vídeo sorpresa de mi hijo me descubrió. Fue una forma de concienciar de la enfermedad. Pero yo no quiero ser ejemplo de nada. No quiero protagonismo», decía.
Era una forma de poner cara a la enfermedad «Es peor que el cáncer y que cualquier enfermedad porque no existe la cura ni la esperanza», reflexionaba Sabou ya en aquel momento, y en 2022 manifestaba: «No pienso en el futuro, solo pienso en vivir el día a día. No sé lo que pasará mañana». Los efectos de la esclerosis lateral amiotrófica eran cada vez más evidentes.
El zurdo incansable tuvo todavía tiempo de recibir algunos homenajes antes de que se le agotaran las fuerzas
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