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César Nombela, mandatario de la institución académica, opta por los paseos por La Magdalena cuando las aulas y la gestión le dan un respiro. :: ALBERTO AJA
UNIVERSIDAD INTERNACIONAL MENENDEZ PELAYO

«Aquí un rector siempre aprende»

César Nombela Rector de la UIMP

G. BALBONA

Lunes, 15 de julio 2013, 02:03

Ha cumplido medio año al frente de la institución académica. Discípulo de Severo Ochoa, catedrático de Microbiología, expresidente del CSIC e integrante de la Comisión de Bioética, César Nombela (Carriches, Toledo, 1946) es un hombre de universidad que, sin embargo, no se prodigó en las aulas de la UIMP. El talante del científico, su análisis riguroso, su inquietud por cuestiones en ámbitos como el conocimiento, los valores y la salud empiezan a cuajar en la textura de la Universidad Internacional, que afronta una nueva etapa bajo su mandato.

Más allá de las claves y criterios que gobernarán su gestión, ya desveladas durante la ceremonia oficial de inaguración de los cursos, muestra aquí las señas de identidad de su vínculo con el entorno académico, social y cultural que configura el universo de la UIMP. Es su primer verano plenamente santanderino, entre reflexiones sobre el momento que atraviesa la universidad española, reinvenciones del modelo tradicional de la UIMP y búsqueda de nuevos rumbos. Nombela, que se suma a una larga lista de prestigiosos rectores, apuesta por «sentir la vida como una gran oportunidad para hacer las cosas que solo se dan una vez».

-Tras un mes de actividad, ¿la experiencia como rector responde a la imagen que tenía de la UIMP?

-Es una experiencia apasionante, con muchas facetas, todas ellas muy interesantes. Culmina, no digo una aspiración, porque esto te toca o no te lo esperas, pero sí es el fin a una de las oportunidades a las que podía aspirar en estos momentos. Me he encontrado con una universidad necesitada de unos impulsos que requiere este peculiar momento, afectada por las circunstancias que vive todo el conjunto del país. Lo que hay que hacer es plantearse un proyecto ambicioso, encontrar un equipo de colaboradores que realmente merezcan la pena y compartan los objetivos e ideales y motivar al personal al que se le tienen que pedir grandes esfuerzos. Porque cualquier tarea universitaria nunca puede conformarse con pasar el tiempo y cubrir el expediente. Tiene que ser una tarea de esfuerzo, una universidad y, más como ésta, tiene que reinventarse. Eso es lo que exige la tradición, la idea de crearla supuso un gran impulso, pero no podemos quedarnos en lo de siempre.

-Desgraciadamente hay mucha gente que sigue pensando que una universidad de verano es como una especie de balneario...

-Sí, es inevitable que el hecho de ubicarse en una ciudad como Santander y en un entorno como es el del Palacio de La Magdalena inspire a mucha gente una idea de paso, de estancia agradable.Pero no funciona el tópico. Desde que he sido nombrado he puesto mucho esfuerzo además de en combinar la ambición universitaria, la alta cultura, la investigación, que es lo que me mueve, afrontar el reto de los recursos con una eficacia en la gestión. Estoy convencido que por muchas buenas ideas que tengamos si no somos capaces de plantear una gestión ordenada, desaparecíamos de este mercado. En etapas no muy lejanas see ha hecho un desarrollo muy importante en titulaciones regladas aparte de los cursos avanzados. Es un nuevo camino para la UIMP que debe coexistir también con la recuperación de las enseñanzas de español y de la cultura española.

-¿Qué poder tiene un rector?

-No es mi primer puesto de gestión. Ya fui director del CSIC, donde tenía más de 10.000 personas bajo mi responsabilidad. En organismos de este tipo hay que combinar la autoridad y la exigencia con lo que es el planteamiento de proyecto serio. La UIMP, por su propia naturaleza, está creada como un organismo independiente del Estado. Tiene mucha autonomía para concebir proyectos, y en la gestión después tiene que someterse a un presupuesto y a los avatares de la administración. Generar un equipo de colaboradores y motivarlos tiene su eco.

-¿El mundo se ve de otra manera desde La Magdalena?

-Más que de otra manera, permite una visión bastante amplia de muchas cuestiones, permite el contacto con muchas personas relevantes en nuestra sociedad, en la política, la economía, los negocios o en la cultura y creo que uno tiene el privilegio de completar la visión que en los años de experiencia haya podido adquirir. El rector siempre aprende mucho también.

-¿El escenario de la UIMP impone o, desde su experiencia, ya no hay nada que le impresione?

-La verdad más que imponer, a uno le compromete. Este puesto, así lo dice la ley, tiene que ser para un catedrático de la universidad española. Es responsabilidad del Patronato nombrar un rector adecuado. En este sentido, uno tiene que comprometerse con lo que son los valores académicos, culturales y científicos de mayor relevancia para nuestro país en estos momentos. El valor global es la quintaesencia de la universidad. El poder del compromiso no radica en tener grandes facultades, sino en la responsabilidad de poder abordar y analizar vías de futuro, ese sí que me impone para bien. Tienes que luchar para alcanzar un nivel que el proyecto demanda.

-Para un poeta «la vida es un error maravilloso» y para un hombre de ciencia, ¿qué es la vida?

-Yo soy un científico de las ciencias de la vida y lo primero que trato de entender es qué es una célula, los procesos vitales. Me asombra en mi disciplina entender qué son millones de organismos de los cuales podemos conocer casi todo a través de su rastro genético. Esto puede servir de metáfora literaria también. Entiendo que la vida humana basada en biología lo desborda. La vida es la oportunidad que el ser humano tiene de buscar el sentido, de tratar de encontrarlo y de practicar todo lo que lleva en sí. Lo humano es realmente sentir la vida como una gran oportunidad para hacer las cosas que sólo se dan una vez.

-Si fuera un joven universitario, un becario, ¿saldría a la calle, sería un indignado?

-Soy una persona muy crítica en mis juicios y en mis valoraciones, pero no he sido nunca de los de salir con la pancarta. Prefiero actuar desde la reflexión, desde la propuesta concreto. Entiendo que para muchas personas en algún momento, la situación que tienen pueden llevarle a la protesta. Sí me siento inclinado a proponer a los responsables de nuestra sociedad que realmente actúen con honradez y que además sepan explicarlo. Tal vez con eso podríamos encontrar que las cosas tendrían otro cariz. En cualquier caso, vivimos en una sociedad de libertades, y esa es nuestra suerte.

-Le he oído decir que ahora más que nunca «hay que hacer más con menos»...

-Efectivamente. Soy de una generación donde en las etapas de estudio, había que plantearse que el aprendizaje requería esfuerzo, capacidad para competir. He hecho oposiciones de catedrático muy fuertes. Vivimos en una sociedad que tenemos que potenciar y convencernos de que hace años que no estamos solos, formamos parte de la Unión Europea. Quizá habría que haber utilizado mejor los recursos que nos llegaban de Europa para haber creado una mejor infraestructura. No obstante, tenemos empresas españolas con producción puntera a nivel internacional y son líderes en sus sectores.

-¿Qué le enseñó Severo Ochoa?

-Varias cosas. La primera sería el apasionamiento por la ciencia como tal. Como muchos científicos que han realizado un hallazgo la primera pregunta suele ser para qué sirve. Ochoa tuvo que arrastrar esta pregunta: el ser la primera persona que tiene en sus manos algo que no conoce nadie y pensar, valorar si puede tener trascendencia. Después aprendí una forma de trabajo ordenada, muy sistemática para establecer la experimentación, con un método muy riguroso. Ochoa fue de los pioneros que dieron el salto, de los que acarrean el triunfo de la biología experimental. Y luego, de su escritura científica. La publicación al final se hace en inglés. Pero su dominio de la escritura científica era tan preciso que en el entorno, en nuestro departamento acudían otros científicos a que el doctor Ochoa revisara su trabajo. Hizo de corrector de estilo de mucha gente que tenía en el inglés su lengua materna. Esto es quizá lo que más nos cuesta enseñar a nuestros estudiantes, y eso lo aprendí de Severo Ochoa con mucha intensidad..

-¿Qué es lo que más le preocupa?

-Mi forma de ser me ha llevado a aceptar retos, he estado en muchas cosas que suponen un servicio hacia las personas. Ahora mismo, me preocupan en realidad las mismas cosas de siempre: el ser humano, mis semejantes, las personas que tienes al lado. No puedo ser ajeno a la situación de mi país, del mundo. El conocimiento global de las cosas enriquece. Si hemos comenzado el programa de la UIMP, por ejemplo, con una conferencia sobre el calentamiento global es porque el instrumento que tengo a mano, que es el académico, el mundo de la ciencia, aporta cosas en la medida de lo posible para el bien de todos, sobre todo del país en el que vivo y de la sociedad a la que me debo.

-En un entorno como este ¿no le gustaría sacar las aulas a la calle?

-De alguna forma estamos abiertos. Aunque la verdad creo que ahora una conferencia está mejor en una sala. Dicho esto, todo lo que pueda ser trasladar y comunicar nos importa mucho. Ahora no hace falta salir a la calle para comunicar y aquí estamos tratando de comunicar a todas horas para que lo aproveche quien pueda.

-Sus hijos han elegido el ámbito científico en sus trayectorias profesionales. ¿Es fruto de su guía y ejemplo?

-No impuse nada. Mi hijo es científico, está dedicado a la investigación con unos excelentes resultados. En los últimos meses ha publicado un estudio en la revista 'Nature' y como padre me siento muy orgulloso (CésarNombela-Arrieta). Mi hija mayor es farmacéutica, ha trabajado en la OMS. Y mi hija pequeña es médico de atención primaria. No hemos sido muy originales. Lo que sí me importó siempre es que estudiaran en serio y se dedicaran en serio a su profesión.

-¿Fe y ciencia se conjugan bien?

-Soy creyente y en ese ámbito de reflexiones ninguno de los aspectos me lleva a contradicciones. La ciencia puede explicar muchas cosas, pero no responde a ciertas preguntas. Hay otras preguntas que tiene el ser humano sobre el sentido de la vida. Puedo entender cómo he llegado hasta aquí, sé como se desarrolla una célula, pero eso no nos explica el por qué y uno se hace esa pregunta. Algunos dicen que esta pregunta no tiene sentido y la apartan, otros que el sentido está en el sinsentido y en el absurdo. El siglo XX ha sido muy amplio en estas preguntas. Yo encontré un camino en la fe cristina para explorar esas respuestas. Esa ha sido mi trayectoria vital. Ahora me sigo haciendo esas preguntas que están en la entraña de lo que es humano. Tengo muchos amigos que no participan de mi reflexión. Ese diálogo que he tenido con muchas personas ha sido de lo más enriquecedor. Creo que el porcentaje de científicos creyentes es parecido al de no creyentes. No me parece que haya una inclinación especial hacia un lado o hacia otro. Yo valoro mucho los padres que he tenido, los maestros, aquellos de los que he podido aprender.

-Frente al dolor, la enfermedad o la muerte, ¿cuál de los dos ámbitos le proporciona más consuelo?

-Realmente, lo natural es tratar de evitarlo y superarlo. El mensaje cristiano no se fundamenta en la recreación en el dolor. De todo lo que uno encuentra en la vida tiene que tratar de aprovechar la oportunidad aunque la muerte siempre llega. No deja de interesarme que haya científicos que especulan con vivir 400 años y cosas así, no deja de ser ciencia ficción.

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