Los ajetes: la adolescencia del ajo
CULTURA GASTRONÓMICA ·
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En su mejor temporada, la primavera, es un alimento perfecto para comer crudo, como guarnición o para hacer suculentas salsasUn superalimento. Así califican los expertos al ajete, cuyo cultivo es muy antiguo. Pertenece a la familia de las liliáceas, como la cebolla y el puerro y es la planta joven del ajo que puede encontrarse a finales de invierno y principio de primavera.
La parte inferior del ajete, el bulbo, suele ser de color blanquecino, rojizo o morado y las hojas son tersas y de un color verde intenso. Se cree que es originario del suroeste de Siberia. Ya era muy apreciado por egipcios, griegos y romanos que lo consideraban no solo para la cocina, sino como una excelente medicina. En la actualidad es muy apreciado como condimento y se cultiva en casi todo el mundo, principalmente en Asia.
Antecedentes Las primeras referencias a su utilización en la cocina se remontan a la Grecia clásica.
Curativo En la antigüedad era utilizado como antibiótico y antifúngico, genial para los que padecen reumatismo.
En la cocina asiática Son un clásico, aunque con otros nombres, por ejemplo 'Nira' en Japón y 'Buchu' en Corea.
Su composición es muy similar a la del ajo, pero menos concentrado por su contenido en agua. Aporta pequeñas cantidades de hierro, silicio, azufre, yodo, manganeso, selenio y vitaminas B1, B2, B6 y C. Reduce la presión arterial y el colesterol y está considerado como un alimento muy adecuado para personas con afecciones reumáticas.
Los mejores meses para su consumo son los correspondientes con la primavera. De abril a junio se pueden encontrar con mayor facilidad en los mercados. Los más frescos son los que tienen el bulbo de color blanquecino y las hojas son de un verde intenso. Su conservación será mejor en tanto en cuanto se guarden en un recipiente o envoltorio que lo aísle del resto de los alimentos en el frigorífico.
Llevados a la cocina, su aroma y sabor resulta menos concentrado que el del ajo maduro. Contienen sustancias que protegen la salud en general y, además, combinan con casi todos los tipos de alimentos por cuanto se pueden añadir a guisos y sofritos, o simplemente como guarnición. Son un clásico en los platos salteados de la gastronomía asiática.
Una hortaliza. Proceden de los ajos secos y se suelen utilizar en infinidad de elaboraciones y recetas.
Sabor suave. Menos concentrado y fuerte que el ajo, de color blanquecino, morado o rojizo y hojas verdes.
Muy saludables. Son capaces de mejorar la circulación sanguínea y prevenir la vasodilatación.
Los mejores. Dado que se cosechan en primavera, los más frescos se encuentran en el mercado en marzo y abril.
Hasta crudos. Sólo acompañados con un poco de pan y alguna salsa o aliño, son sanos y apetitosos.
En revueltos. En nuestra cocina es lo más habitual utilizarlos salteados y acompañados de setas o jamón.
Para su preparación conviene cortar el extremo de las raíces y la parte más fibrosa superior, dejando el tallo más tierno al que se suele retirar una o dos capas externas. Crudos, perfectos para un pesto aunque pueden resultar algo indigestos para aquellas personas que tienen que tener cuidado con su estómago, por delicado. Y también se pueden cocinar como los típicos calçots, enteros directamente sobre brasas, una parrilla o a la plancha, también al horno.
Braseados son magníficos compañeros para carnes o deliciosos por sí solos, con un poco de pan y alguna salsa o aliño. Pero sin duda lo más tradicional en nuestra cocina es en revueltos y tortillas, picados al gusto y salteados antes de incorporar el huevo. Y con setas de temporada, gambas o jamón serrano.
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