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Hace dos décadas, la familia Durán, José Miguel y sus dos hijos Mikel y Jon, plantaron las primeras viñas en Castillo Siete Villas con las que se engendró el proyecto de Bodegas Vidular. Superados las etapas más difíciles y las inversiones más serias, ha llegado el momento de ver resultados. Los vinos de Ribera del Asón ya han conseguido posicionarse en el mercado y a ellos se suman otras elaboraciones, una casa rural y una interesante oferta de enoturismo. Pero los Durán son inquietos y, siempre en el marco de una bodega pequeña, artesanal y de producciones limitadas, tratan de innovar y abrirse hueco en nuevos nichos de mercado. El mejor ejemplo en este complicado año 2020 es el lanzamiento del Brut Albariño Cantabricus, un espumoso que elaboran con el método champenoise. Apenas dos mil botellas que se comercializan en torno a los 12 euros y que pretenden convertirse en una de las bebidas para muchas familias de la región con las que 'regar' las próximas fiestas navideñas.
Mikel Durán reconoce que este proyecto ha recibido el impulso de la corriente existente entre muchos consumidores concienciados de dar una respuesta positiva a las elaboraciones locales, de proximidad. Y más en las circunstancias actuales, cuando el sector agroalimentario, muy dependiente del canal horeca, está atravesando un momento difícil por las limitaciones que impone la pandemia del covid. «Tras un verano en el que no fueron mal las cosas, ahora hay que ir tirando de músculo a la espera de que esto se pueda superar y que poco a poco podamos volver a la normalidad. Pero, hay que ser positivo y seguir adelante, tratando de consolidar lo que tenemos y de innovar», comenta el propio Mikel.
Este espumoso -que no se puede denominar ni cava ni champagne, porque no forma parte de estas denominaciones de origen-, es fácil de beber, fresco, ligero, de poca graduación y un buen acompañante para todo tipo de comidas.
Tras muchas pruebas -que no cesan y que se extenderán a otras variedades de uva plantadas-, el proceso comienza con los racimos de Albariño, protagonista al cien por cien de este espumoso.
Se parte del mosto blanco que hace la primera fermentación en los depósitos de acero inoxidable de la bodega de Vidular.
En el mes de marzo se preparó el tiraje, la siembra de levaduras para hacer una segunda fermentación durante nueve meses ya en la propia botella que se cierra con una chapa tipo tapón-corona.
Esta segunda fermentación genera un gas carbónico natural por la reacción química que producen las levaduras al convertir el azúcar en alcohol. «La botella alcanza una presión de seis bares, el equivalente a tres veces la presión de la rueda de un coche».
Un mes antes de degollarse las botellas para completar el proceso, éstas pasan a unos pupitres donde todos los días se mueven un cuarto de vuelta, de tal modo que el sedimento, las lías, se acumule en la boca. Esto facilitará que cuando se realice el degüelle en caliente con una abrebotellas específico para esta tarea, se extraigan las lías o sedimentos y el vino quede limpio.
El espumoso permanece y se comercializa en la misma botella, que antes se limpia, etiqueta y encorcha con un nuevo tapón.
Mikel Durán se muestra muy satisfecho con el resultado y optimista al respecto de cómo este producto puede encajar en el mercado. «Es algo diferencial, fácil de beber, fresco y con poca graduación, 11,5º. No entramos en competencia con los cavas o champagnes, apostamos por el cliente que gusta de consumir producto local de calidad».
Finalmente, Bodegas Vidular tiene la vista puesta en el horizonte y su próximo proyecto pasa por plantar dos hectáreas más de viñas y alcanzar un total de diez.
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