Suárez estuvo aquí
El expresidente cultivó amigos y compañeros de partido. Muchos ven en él a quien hizo posible que la región lograra la autonomía
irma cuesta
Lunes, 23 de marzo 2015, 18:24
El 23 de julio de 1990 Adolfo Suárez, de cuya muerte se cumple el primer aniversario, vino a Cantabria para hablar de los momentos cruciales de la democracia. Era entonces el líder de Centro Democrático y Social y el partido hervía en problemas. Pero el expresidente se marchó guardando en su maleta la Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Fue el primero de los dos grandes reconocimientos que recibió en la región. Ocho años más tarde, en 1998, Adolfo Pajares Compostizo colgó del cuello de quien había sido presidente de España entre 1976 y 1981 la medalla de oro de la Asamblea de Cantabria.
Aquel día habló de la Constitución. Dijo que la norma era «suficientemente ancha para que por ella puedan discurrir todos los españoles», y advirtió de que, en caso de querer hacer prosperar posiciones secesionistas o confederalistas, sería imprescindible modificar de manera radical el texto constitucional. «La soberanía radica exclusivamente en el pueblo español y no cabe reducirla a partir de voluntarias entregas de los diversos pueblos de España», afirmó ante la entonces Asamblea regional mientras le rendía honores una tierra en la que muchos creen deberle, entre otras cosas, haberse convertido en comunidad autónoma. «Cuando planteamos el tema de la autonomía se puso de nuestra parte a pesar de que había quienes mantenían una posición en contra. Nos entendió, lo único que pidió es que fuéramos moderados, que hiciéramos un estatuto posible».
Lo cuenta Justo de las Cuevas, que fue uno de los líderes de Unión de Centro Democrático, presidente de la Asamblea mixta de Cantabria y diputado nacional, y que hoy habla del expresidente con unas buenas dosis de admiración y respeto.
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El paso de Suárez por la región
Adolfo Suárez comenzó a tejer sus vínculos con Cantabria de la mano de Alfonso Osorio, ministro de la Presidencia con el primer gobierno del Rey Juan Carlos I, vicepresidente segundo más tarde y el encargado de suministrarle buena parte de los nombres que conformarían su primer gobierno. El cántabro fue el hombre fuerte de aquel Ejecutivo y quien, de algún modo fortaleció los lazos que le unirían a una región en donde siempre encontró más adhesiones que rechazo y en la que cultivó algunas de sus más leales amistades. Además de Justo de las Cuevas, Manuel Garrido, Alberto Cuartas, Francisco Laínz... engordan la lista de políticos cántabros que aseguran haber sido leales amigos del hombre que se convirtió en el pivote sobre el que giró la transición.
Garrido, exdiputado regional, miembro de Unión de Centro Democrático y Centro Democrático y Social -agrupación que llegó a liderar- cuenta que la relación de Adolfo Suárez con Cantabria no fue solo la que obligó su carrera política; que tuvo amigos que mantuvo durante años y que durante mucho tiempo no era raro que el matrimonio Suárez-Illana pasara unos días en la región, ver al expresidente tomando unas sardinas en San Vicente o a Amparo, su mujer, disfrutando de chocolate con churros en Áliva. «Más de una vez me llamó porque su hija Laura quería pasar unos días de descanso en Cantabria y localizábamos una casita en Pechón en donde disfrutaba de sus vacaciones», apunta, al tiempo que rememora que también él pasó algún tiempo en compañía de la familia Suárez en su casa de Ávila. «Hablábamos de política, del 23F, de la operación golpista...». Garrido es de los que cree que el expresidente fue un hombre «muy castigado», pero que «terminó venciendo a todos sus enemigos».
Tabaco para el presidente
Entre quienes estuvieron cerca de Adolfo Suárez durante sus primeros años al frente del Gobierno de España estaba también Francisco Laínz. Diputado nacional de UCD durante la legislatura constituyente y uno de los fundadores del partido en Cantabria, fue durante mucho tiempo, además de su amigo, quien suministraba tabaco al presidente, declarado fumador empedernido. Laínz, propietario de la fábrica que comercializaba "Jean", se sentaba detrás del banco azul que ocupaba el entonces jefe del Gobierno y le iba repartiendo pitillos a medida que transcurría la jornada parlamentaria. También fue él quien, cuando Suárez, recién nombrado presidente, recibió en la Moncloa a los diputados y senadores cántabros de su partido, y este les agradeció haber sumado votos para la UCD, se encargó de hacerle saber que todo el mérito era suyo. «Es a ti a quien han votado. Si se hubieran presentado unas vacas apoyando tu candidatura, habrían salido», cuentan que le espetó.
Se escribían entonces las primeras líneas de la historia de la democracia y los que fueron testigos de aquello rememoran ahora lo que supuso el expresidente para Cantabria. Justo de las Cuevas cree que Suárez es parte de la «buena historia de España» y que a él le debemos avances importantes. «Siempre fuimos amigos leales. Inteligente, valiente, nos tenía a todos encandilados, pero es que, además, amparados por él se pusieron en marcha proyectos tan importantes como la mejora de los accesos a la meseta, y conseguimos que nos devolvieran el dinero que se había adelantado para la autovía a Bilbao a través de la Sociedad Vasco-Montañesa, y que nunca se destinaron a la obra. Aunque es cierto que por aquel entonces estaba especialmente preocupado por el País Vasco, y también por Asturias, de manera que nosotros no éramos su principal desvelo».
De que eran tiempos trepidantes da fe Jaime Blanco, diputado socialista por Cantabria durante la legislatura constituyente. También él le define como un hombre cercano al que le gustaba batirse en las distancias cortas. Cree, sin embargo, que habiendo sido uno de los líderes indiscutibles de la transición, «un hombre sin duda preparado para desmontar el franquismo, no gestionó con el mismo éxito el tiempo que luego estaría por llegar: el postfranquismo».
Haciendo memoria, Blanco recuerda que fue durante sus años al frente del Gobierno cuando se cerró la cueva de Altamira y que fue el artífice del nombramiento de Raúl Morodo al frente de la UIMP, un hombre del PSP que llegó cargado de ideas aperturistas y que provocó más de un quebradero de cabeza a los entonces líderes regionales. Pero, por encima de todo, el hasta hace solo unos años senador valora el trabajo de un hombre que estuvo al frente del Gobierno cuando todos los días se llenaban de sobresaltos.
De esas jornadas trepidantes habla en su libro 'Adolfo Suárez: la Memoria del Silencio', el político y escritor cántabro José Ramón Sainz. Cuatrocientas páginas que repasan los acontecimientos de la transición a la democracia; el tiempo que discurre entre julio de 1976 (nombramiento de Adolfo Suárez) hasta las primeras elecciones de 15 de junio de 1977. Sainz habla de la designación de Suárez como presidente del Gobierno el 3 de julio de 1976, de cuando el Rey optó por él en detrimento de José María de Areilza; desmenuza desde su primer discurso hasta el anuncio de dimisión, y apunta que introdujo un estilo al que España no estaba entonces acostumbrada: «Ni una agresión, ni una ofensa, ni una amenaza a nadie. Suárez proyectó todo lo positivo en favor de la imagen del Rey y de su popularidad y lo negativo lo asumió como jefe de Gobierno».
Suárez en campaña
A lo largo de los años en que Adolfo Suárez estuvo en primera línea política, se sucedieron muchas visitas a Cantabria. Entonces, como ahora, las agendas de los candidatos se llenaban de encuentros, mítines que les llevaban por toda España reclamando el voto. Las caravanas de la UCD, y después el CDS, recalaron en la comunidad autónoma en ese tiempo.
Aquí, el expresidente, en el Mercado Nacional de Ganados de Torrelavega, en el Hotel Chiqui de Santander, en la plaza de Cabezón del la Sal, desplegó ese carisma que le atribuyen quienes le conocieron consiguiendo, entre otros, el voto de quien años más tarde se convertirá en presidente de Cantabria.
Revilla pidió el voto
Miguel Ángel Revilla solo ha pedido el voto para alguien que no estuviera en su partido en una ocasión. La última vez que el CDS se presentó a unas elecciones, el líder regionalista se dirigió a los cántabros buscando apoyo para Adolfo Suárez. «En el año 77 me llamó porque quería conocerme. Me quedé sorprendido, y más cuando me propuso que encabezara la lista de su partido en Cantabria. Sin embargo, entonces yo era presidente de ADIC, estaba en otros líos, pero me sentí bien porque un hombre, indiscutiblemente importante para la historia de España, quisiera contar conmigo».
Revilla es uno más en esa lista de rendidos admiradores que a lo largo de su vida el político atesoró en Cantabria. Hay pruebas de esa devoción: el Pleno del Ayuntamiento de Piélagos aprobó el 14 de julio de 2009, por unanimidad dar a la nueva plaza mirador de Liencres el nombre de Adolfo Suárez González.
Las causas de la decisión se reflejaron en el papel. Además de reconocer su contribución a la consolidación de la democracia, el respaldo del expresidente a la vía constitucional abierta para llegar a la Autonomía de Cantabria y muestra el agradecimiento del municipio a quien nos ha llevado hasta hoy.
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