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El artista Banksy ha dibujado dos renos en una pared de ladrillo en Birmingham, y lo ha hecho de tal forma que parecen tirar hacia ... el cielo del banco donde suele dormir Ryan, un hombre sin casa. Cuando se tumba, el banco se convierte en un trineo y Ryan en un 'papá noel' con anorak. La estampa pretende ser una bengala en este cielo navideño sobreiluminado: viene a recordarle al mundo occidental que a pobreza, las desigualdades que genera el sistema, no entienden de celebraciones; que los cajeros, los bancos, las paradas de autobús o los puentes y pasos subterráneos siguen siendo refugio obligado para de miles de personas estos días.
Es una realidad que atraviesa los cascos urbanos y los extrarradios, pero obviada, casi oculta. Según la federación europea Feantsa, unas 700.000 personas en Europa pernoctan cada noche en calles o en alojamientos de emergencia. En España, las organizaciones que velan por su cuidado estiman que hay 40.000 personas en esta situación.
«Aquí es Navidad todo el año». Jesús Castanedo, director técnico de la Cocina Económica, avanza por los pasillos del centro, adornados ya con espumillones y lemas de adviento, todo manufacturas salidas de sus talleres ocupacionales. Se refiere Castanedo con sus palabras a que los servicios que aquí se gestionan -comedor, residencia, higiene, formación- requieren más continuidad que empellones. En cualquier caso, la Navidad se celebra en esta casa. «Y lo vamos a celebrar como una familia», incide, con encuentros entre el personal o los voluntarios. «Lo que pasa en el mundo también pasa en la Cocina».
Sor Clara Gallego, directora de la Cocina Económica desde hace un año, ultima ya los menús festivos. La cena de Nochebuena tendrá entrantes, cordero, turrones, dulces típicos. «Son menús más especiales. De alguna manera, la abundancia material puede ayudarnos a cubrir, estos días, las faltas afectivas. En Nochebuena, los sentimientos están a flor de piel. Hay muchos usuarios que carecen de lazos familiares, o los tienen lejos. Hay, quizá, más tristeza en el ambiente, pero el equipo está motivado para mostrarse más acogedor si cabe», revela.
Servirán, calculan, hasta 180 cenas ese día. Y si todo sale según lo previsto la Liga Profesional de Fútbol costeará los menús navideños. «Hemos mandado toda la documentación y estamos en gestiones», anuncia Sor Clara. El 24 de diciembre también se celebrará una misa del gallo y una familia vinculada a la Cocina interpretará un belén viviente. «La idea es potenciarnos más como familia. Crear lazos, comunidad, que las familias cenen juntas. Y hacerlo con dignidad», añade Castanedo.
El Banco de Alimentos organizó a finales de noviembre La Gran Recogida, una campaña de colecta de alimentos. 1.450 voluntarios y 200 establecimientos participaron en la acción. Francisco del Pozo, su presidente, ha destacado que la solidaridad, este año, podría pesar 250 toneladas más que el pasado. Parte de estos alimentos se distribuirán entre familias para consumir en los días de Navidad.
En estas fechas, también se organizan recogidas de juguetes, como la de Cruz Roja, y otras acciones solidarias. A la Cocina Económica llegan estos días diferentes donaciones. «Todo es bienvenido», recuerda Sor Clara.
En 2018, en España, una media de 18.000 personas se alojaron en centros de atención a personas sin hogar (un 9,5% más que en 2016), según el INE. Y se sirvieron, también de media diaria, más de 48.500 servicios de comida. La Cocina Económica ofrece ambas cosas: desayunos, comidas y cenas, y plazas de residencia, tanto en centro como en pisos. Les inquieta, sin embargo, que no haya cama para todas las personas sin hogar que transitan por Santander, y quieren paliar este vacío reforzando el servicio residencial (en 2018, la Cocina prestó acogida a 115 personas). «Nos preocupan mucho las personas que duermen en la calle. Muchos llegan a desayunar mojados», lamenta Castanedo. «Estamos buscando alternativas a la calle. Nadie quiere dormir así», añade.
Son las once de la noche y Jesús Fernández ha terminado de cargar en la furgoneta los termos de café y leche, las bandejas de bocadillos y repostería, las mantas. Se pone en ruta, junto con un voluntario, para repartir el alimento entre las personas que pernoctan al raso. Fernández es uno de los coordinadores del programa Ola de Frío que pone en marcha el Ayuntamiento de Santander, un servicio que funciona entre el 1 de octubre y el 31 de mayo. La ruta, que parte del Centro de Acogida Princesa Letizia, en Candina, nunca se suspende. Los días 24 y 25 de diciembre Jesús tratará de cargar algo más en la furgoneta. «Un caldo, por ejemplo. Son días distintos, trataremos de que haya algo especial».
Durante esta noche, muy ventosa, Fernández y su compañero irán deteniéndose en distintos puntos de Santander: una parada de autobús, cajeros automáticos, calles poco o muy transitadas de día, aparcamientos, jardines públicos en pleno centro. «Nos acercamos, preguntamos, charlamos un rato. Muchos agradecen la compañía y la cercanía», explica el coordinador, que viste un chaleco reflectante para su identificación y seguridad en carretera. Los perfiles de aquellos a quienes visiten esta noche son distintos, aunque Jesús, que lleva cuatro años trabajando en el programa, identifica casos de drogodependencia, casos de jóvenes inmigrantes sin hogar, o casos de reveses personales que han derivado en la pérdida de lazos familiares, o redes de apoyo social. «Se ve que hay un gran desnivel social».
El equipo recibe el apoyo de algún establecimiento, como el que regenta Irina Babina en Santander, que pide que el programa dure todo el año: «No debería de quitarse en verano». El programa municipal, que se gestiona desde la Concejalía de Servicios Sociales, recibe ayuda directa de la Obra Social 'la Caixa', y también de Sobaos Serafina o Café Dromedario. Las existencias se reparten a diario entre unas veinte personas (se puede llegar a treinta). Esta noche, con la furgoneta ya detenida frente a un cajero del centro, y mientras Jesús y su compañero conversan y reparten café entre un grupo de personas, un hombre se acerca y se presenta. Es la primera vez que se encuentra con el equipo Ola de Frío. «Me conformo con lo que sea», comenta tímidamente.
«Ojalá tuviéramos que cerrar porque no hacemos falta». El deseo de Sor Clara suena utópico, pero en la Cocina Económica, al igual que otros colectivos de intervención, lo marcan como objetivo.
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