
Fallece Sonia Cuetos, la 'mujer burbuja' de Laredo
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Llevaba tres años padeciendo Sensibilidad Química Múltiple además de una vasculitis de Weneder. Su pareja la halló muerta anteayer en su viviendaSonia Cuetos, la vecina de Laredo, de 47 años, que vivía un auténtico calvario desde hace casi tres años como consecuencia de la Sensibilidad ... Química Múltiple (SQM) que padecía -una enfermedad emergente y crónica cuyo único tratamiento es evitar la exposición a las sustancias químicas- falleció el pasado miércoles.
Fue su pareja quien se la encontró muerta, a eso de las cuatro de la tarde, cuando llegó al piso que tenían ambos en Laredo. Y aunque intentó reanimarla no pudo hacer nada por salvar su vida, al igual que los servicios sanitarios del 061 que acudieron hasta el lugar. Fuentes de la Guardia Civil señalaron este jueves a este periódico que no hay indicios de delito y que se han instruido las correspondientes diligencias judiciales. Asimismo, aseguraron que hoy llegará el resultado de la autopsia realizada en el Instituto de Medicina Legal de Santander y por la tarde está previsto su funeral, a las 16.15 horas, en la iglesia de Santa María de Carasa (Voto).
La noticia del fallecimiento de Sonia Cuetos se extendió ayer entre los vecinos de Laredo y los de la Junta de Voto -donde residen sus familiares y donde ella tenía una casa-. Eran muchas las personas que conocían a esta mujer que hizo público su delicado estado de salud a través de los medios de comunicación hace ya algo más de tres meses. «Quiero vivir. No estoy bien. Necesito un sitio donde pueda controlar el aire que respiro. Cada día estoy más débil», aseguró en una entrevista concedida a este periódico el pasado 27 de agosto, acompañada de una de sus hermanas.
La enfermedad que padecía esta vecina de Laredo no está considerada en la actualidad dentro de las catalogadas como «enfermedades raras» porque el número de afectados supera el umbral de los 0,5% de población y se acerca al 5%. Aún así, es desconocida «incluso por los médicos» y sólo desde 2014 está reconocida en la ley española, y en Alemania desde el 2000. Por el momento, la medicina convencional no ha dado con un tratamiento contra esta enfermedad, que obliga a quien la padece a aislarse por completo.
Sonia -que deja una hija, un nieto y siete hermanos- lanzó un mensaje este verano a través de los medios de comunicación en el que reclamaba un lugar aislado «donde seguir viva». «Una cabaña, una casa o un choco. Cuatro paredes para poner una colchoneta, sin más química». Se había trasladado provisionalmente a una casa que tiene en San Miguel de Aras (Voto), donde permanecía en un espacio de apenas seis metros cuadrados protegido de papel de aluminio. Entonces se mostraba desesperada porque su salud había empeorado y no encontraba ese lugar en el que pudiera estar lejos de los productos químicos.
«En mi piso de Laredo (donde ha fallecido) no puedo estar más. Necesito un sitio donde no haya madera barnizada, a poder ser con baldosas en el suelo y en el que apenas haya un baño y un colchón donde poder dormir. Incluso una caravana podría valerme si la adapto a mis necesidades», señaló con la esperanza de encontrar ese lugar.
El origen de la enfermedad de Sonia se remontaba a noviembre de 2015. En ese momento trabajaba como limpiadora del instituto Fuente Fresnedo, en Laredo, y de la Escuela Oficial de Idiomas, una tarea que venía realizando desde hacía siete años. En aquella época el instituto pejino llevó a cabo una restauración del tejado de los talleres de automoción.
«Retiraron unas placas de fibrocemento, las dejaron amontonadas y el taller se inundó porque llovió justo después de retirar las placas. A mí me tocó limpiar todo aquello sola. No se podía entrar. Vino una empresa especializada a retirar las placas, pero el amianto que llevan quedó en suspensión. Había mucho polvo, suciedad y hasta hongos». Finalizada la limpieza de los talleres, se procedió a pintar las instalaciones y fue entonces cuando Sonia empezó a tener los primeros síntomas. «Entré un día a los talleres y no podía respirar debido al fuerte olor. Era como si respirase veneno».
A partir de ese momento empezaron las crisis respiratorias, ataques de asma, fatiga crónica, pérdida de memoria, escozor de ojos y garganta y confusión mental sin saber por qué. Tras pasar por varios médicos de cabecera, acudió a la Fundación Alborada de Madrid y tras realizar un test le confirmaron que padecía SQM.
«Fue una sentencia para mí. Me dijeron que llevase la vida más sana posible porque mi cuerpo estaba intoxicado por todos los productos químicos con los que había estado en mi trabajo».
A partir de ese momento tuvo que cambiar todos sus hábitos, empezando por la alimentación. Todos los productos que consumía eran ecológicos, el agua tenía que ser embotellada en cristal, además tenía que tomar suplementos vitamínicos que compraba a través de internet «porque son marcas muy específicas». En el caso de la higiene, tenía que utilizar agua, bicarbonato y vinagre para limpiar su ropa, que tenía que ser de algodón, orgánica y sin tintes.
Además, utilizaba filtros para la ducha, porque el cloro le hacía daño, y un purificador del aire. Todo este «protocolo» también tenía que cumplirlo su pareja para poder convivir con ella. «Vive como un enfermo sin serlo», lamentaba Sonia.
Por si no tenía ya bastante con esta enfermedad, Sonia empezó a encontrarse peor el pasado mes de mayo y le diagnosticaron una vasculitis de Wegneder que le afectaba a los vasos sanguíneos de los riñones y los pulmones. «Recibo un tratamiento y más o menos me va bien. Pero para la Sensibilidad Química no hay remedio, lo único es evitar todas las cosas que me hacen daño, pero ahora mismo tengo la sensibilidad muy alta», apuntaba entre lágrimas desde su vivienda de San Miguel de Aras.
El llamamiento de Sonia recibió respuesta por parte de algunos vecinos de Laredo que se movilizaron, incluso con una recogida de firmas, para que esta vecina tuviese ese espacio que reclamaba y que su estado de salud no fuese a peor. Además de lograr esa vivienda, también necesitaba acudir a una clínica privada de Madrid para poder seguir un tratamiento, motivo por el que necesitaba recaudar fondos.
El pasado 29 de septiembre, Sonia hizo pública una fotografía en la que aparecía en el jardín de la Fundación Alborada, en Madrid, sentada en una silla con su mascarilla y un gotero.
«Debido a mi SQM en grado severo tras una hospitalización por una vasculitis, este tratamiento es mi única opción para mejorar. Estos son los primeros pasos de un tratamiento muy largo y muy caro. Quiero agradecer de todo corazón la colaboración de muchas personas que de manera altruista y solidaria me han ayudado a poder llegar hasta aquí», señaló.
En dicha publicación, Sonia también aprovechaba para dar las gracias al Club Ademco Colindres, que organizó una marcha con el objetivo de pasar un buen día y recaudar fondos para ella. «Gracias, muchas gracias a Ana y David por su generosidad, sin ellos esto no habría sido posible. Gracias a la doctora Pilar Muñoz Calero por darme esperanza y apoyo. Gracias a mi familia y a todos vosotros. Os sigo necesitando a todos».
«Seguirás viva en mí... Te quiero». Este fue el mensaje que hizo público este jueves una de las hermanas de Sonia. Durante todo el día fueron muchos los mensajes de condolencias y de ánimos que recibió la familia de esta vecina de la villa pejina. «Vuela alto donde estés, esta vida no te permitió hacerlo». «Lo siento mucho Sonia Cuetos. Seguirás brillando porque fuiste valiente. No te olvidaremos».
Desde que Sonia dio a conocer su situación personal y las necesidades que tenía para poder vivir, han sido varias las personas, a título personal, y los colectivos que se han volcado con la causa. El pasado mes de septiembre, la Asociación de Espeleo y Montaña de Colindres (Ademco) destinó el dinero recaudado con las inscripciones de su marcha anual a ayudar a Sonia. Tal fue el éxito de convocatoria de la prueba que los organizadores se vieron obligados a ampliar el número de participantes hasta los 500.
También recibió el apoyo de otras personas con su misma enfermedad que ayer también le dieron su último adiós.
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