Fina vence al virus a los 103 años
Después de trece días ingresada en el hospital de Laredo por covid ya se recupera en su casa de San Mamés de Meruelo
Fina es un ejemplo de fortaleza y esperanza. A sus 103 años ha desafiado a todas las estadísticas doblegando como una auténtica guerrera al coronavirus. « ... Siempre ha sido un mujer muy luchadora», apunta su hija, Delia Palacio. Sus palabras las adereza con una mezcla de orgullo y emoción. Las dos últimas semanas han sido duras. Con mucha incertidumbre. Pero, al fin, la mujer se recupera ya en su casa, en San Mamés de Meruelo.
Atrás quedan los 13 días que ha permanecido ingresada en el hospital de Laredo plantando cara al bicho. «Lo ha pasado de forma suave. No ha estado en la UCI, pero sí que la pusieron oxígeno algún día y suero». Cada jornada, sus familiares aguardaban ansiosos la llamada del médico para saber cómo se encontraba. «Nos decían que ella estaba bien y animosa».
Un parte que les tranquilizaba, aunque la inquietud y el desasosiego siempre estaban presentes. «Cuando nos enteramos que había dado positivo nos pusimos en lo peor. Contaba con que mi madre no volvía a casa. Lo hemos pasado con miedo y preocupación». Sin embargo, el virus, que se ensaña especialmente con los mayores, no ha podido con la vitalidad de Ascensión Matanza. «Ese es su nombre, pero todo el mundo la llama Fina».
Las alarmas por su salud saltaron en la tarde del sábado 23 de enero. «La chica que la cuida vio que tenía fiebre, un poco cogida la garganta y le costaba algo respirar». El médico que se desplazó hasta el domicilio comprobó que presentaba infección de orina y recomendó trasladarla al hospital de Laredo. Allí le hicieron una PCR y salió el temido positivo. «A los familiares directos nos hicieron la prueba y a todos nos salió negativa. La mujer que la atiende sí que dio positivo y creemos que puede venir por ahí, porque en casa no entra nadie».
«Cuando nos enteramos que había dado positivo nos pusimos en lo peor. Por suerte, lo ha pasado de forma suave y ha estado tranquila y animosa»
Fina se quedó ingresada en el hospital donde ha estado «muy bien atendida». Tanto Delia como sus tres hermanos solo tienen palabras de agradecimiento para los profesionales que la han tratado. «No tengo ninguna queja». Las enfermeras han estado pendiente de ella, le hablaban, aunque «nos decían que no comía», pero «nosotros ya sabemos que para eso es un poco especial». El pasado jueves, a media tarde, le dieron el alta. En su casa de Meruelo, «desinfectada de arriba abajo», le esperaba Delia. «Al verme, enseguida me reconoció y me dijo que todas las enfermeras habían sido muy majas ».
Unas palabras que fueron un bálsamo para la familia, que no ha podido verla en estos trece días. «Cuando llegó no me lo creía. Fue una alegría inmensa. Saber que mi madre estaba en el hospital sin nosotros es muy triste», suspira con la voz entrecortada por la emoción. «No se lo deseo a nadie».
«Ha sido siempre una mujer muy luchadora y muy fuerte. Ha tenido una vida dura, trabajando en el campo»
Estos primeros días, la mujer se recupera en la cama. En cuanto coja algo de fuerzas la sentarán en la silla de ruedas y sacarán de la habitación. «Ve un poco la tele, pero, sobre todo le gusta estar en el mirador y ver pasar a la gente». Ayer, todavía estaba «algo desorientada», debido a todos los cambios que ha vivido estas últimas semanas. Aún así, ella habla algo con sus hijos, que no han parado de recibir llamadas de los vecinos preguntando por su estado. «La quiere todo el pueblo», agradecen.
Que a sus «103 años y medio» -nació el 29 de julio de 1917- Fina haya vencido al coronavirus es un milagro. Su genética es poco más que envidiable. Una fortaleza curtida en largas y duras jornadas de trabajo en el campo. Solo así se explica que haya sobrevivido a la gripe española de 1918, a la Guerra Civil y a este pandemia tan letal que ha paralizado al mundo. «De joven marchó a Santander a cuidar a un niño y trabajó también en un bar de comidas de mis tíos y en otro, en Noja», repasa Delia.
Desde que se casó, dedicó por completo su vida al campo junto a su marido. «La cuadra estaba en la parte de abajo de la casa y se dedicaba a segar, ordeñar... tenían gallinas, vacas, pollos». Se quedó viuda con 52 años y cuatro hijos. Y luchó para sacarles con mucho sacrificio adelante. «Ha sido muy fuerte y muy trabajadora». Adora a sus 9 nietos y 5 bisnietos que, por el virus, no pueden visitarla tanto como quisieran.
Cuando se jubiló aprovechó para viajar con el Imserso y «le encantaba jugar a las cartas en la asociación». Superó ya octogenaria un cáncer de pecho leve y nunca ha querido ir a una residencia. Hasta noviembre de 2019 fue totalmente independiente. Se le rompió la cadera por la edad. «La operaron, pusieron un clavo y lo superó con ayuda de un andador». A esta incansable vida se suma ahora la proeza de vencer, con más de un siglo de historia, al covid.
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