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Nacho González Ucelay
Santander
Miércoles, 28 de octubre 2020, 20:50
El fiscal asignado al juicio contra Luciano José Simón, el hombre que en julio de 2018 se atrincheró en su vivienda de Turieno (Liébana) ... e hirió a un agente de la Guardia Civil para darse posteriormente a una fuga que se alargó durante 19 horas hasta su posterior detención, elevó ayer de 13 a 14 años y medio su petición de cárcel al ampliar uno de los tres delitos que se le imputan al encausado –atentado a agente de la autoridad– a todos los efectivos participantes en aquella operación, a los que el procesado llamó «mentirosos» en el uso de su última palabra (luego también les pidió perdón) y cuya actuación cuestionó su abogado llegando a calificarla de «auténtica chapuza».
Todo esto sucedió en la segunda y última sesión de un juicio que ha colocado el foco principal sobre la intención del acusado de matar a los guardias civiles que se presentaron en su vivienda y a los que Luciano José Simón recibió a tiro limpio de escopeta. Las acusaciones han concluido que sí, que tuvo intención de matarles, razón por la que le imputan un delito de homicidio en grado de tentativa –además de otro de atentado continuado a agentes de la autoridad y un tercero de tenencia ilícita de armas– y la defensa, al contrario, ha concluido que no, motivo por el que rebaja la calificación de los hechos a un delito de lesiones.
Para arrojar algo de luz a esto, este miércoles comparecieron ante el tribunal los médicos forenses que examinaron al guardia civil herido en el tiroteo y al procesado, y los agentes del Laboratorio de Criminalística y del Departamento de Balística de la Benemérita que inspeccionaron el lugar del suceso; la vivienda del acusado y los alrededores.
En su turno, los forenses subrayaron las múltiples lesiones que por la acción de los perdigones sufrió la víctima en un pie, heridas que requirieron de hasta dos intervenciones quirúrgicas y han impedido al agente reincorporarse a la unidad a la que pertenecía, la Usecic, así como las secuelas materiales y estéticas que le han quedado.
Respecto al procesado, los doctores, que por las muestras de cabello que se tomaron en su día creen que el acusado es consumidor de drogas en bajas dosis, negaron que Luciano José Simón tenga problemas psiquiátricos. Más aún, los forenses indicaron que lo ocurrido en aquellos días «no cuadra con un ataque de ira». Para ellos, la secuencia de los hechos, prolongada en el tiempo, no induce a sopesar esa opción. «Ese proceso no se puede encuadrar en un momento de ira», insistieron al respecto.
Y en el suyo, los responsables del Departamento de Balística, que trabajaron entre sombras porque el arma nunca se encontró, explicaron que los cartuchos, del calibre 12,70, fueron detonados por una escopeta yuxtapuesta, posiblemente de dos cañones, cuya marca y modelo no pudieron determinar.
De los restos allí recogidos, ellos creen que se dispararon diecinueve vainas, siete de ellas percutidas por el cañón izquierdo y las doce restantes por el derecho que, a juicio de sus colegas del Departamento de Criminalística llegaron a alcanzar sendas distancias de 11 y 37 metros considerando los perdigones hallados en la inspección.
Una vez finalizadas las pruebas tanto testificales como periciales, las partes tomaron la palabra para transmitir sus conclusiones al tribunal.
El fiscal, para quien ocultarse debajo de un coche cuando uno es sorprendido por los agentes «es una curiosa manera de entregarse», insistió en que el acusado, «cuya declaración no merece mucha credibilidad», dijo, «tuvo intención de matar a los agentes que acudieron al lugar» y «solo el equipamiento de los guardias civiles impidió un resultado peor».
Frente a esta hipótesis, que comparten el abogado del Estado y la acusación particular, la defensa insistió en que el encausado nunca tuvo intención de matar a nadie.
«Me ha tocado venir aquí a jugar un partido perdido», adelantó en sus conclusiones el letrado, que tuvo gruesas palabras contra la actuación de la Guardia Civil, «a mi modo de ver una auténtica chapuza que ha traído a mi cliente hasta aquí».
Así, según indicó, los dos primeros efectivos que llegaron «salieron de allí por patas incapaces de reducir por sí mismos a un señor de 60 años que esgrimía una navaja de cuatro centímetros»; una conducta para él «extraña» que conllevó la llegada de refuerzos cuyos testimonios en el juicio calificó de «ensoñaciones» y la posterior intervención de una unidad que, recalcó, no fue capaz de preparar un cerco que evitara la huida al monte de su defendido «mientras los agentes estaban fumando».
Nada expresivo durante el juicio, Luciano José Simón, que este miércoles tan solo apartó la vista del frente dos veces, una para mirar su reloj y la otra para mirar a la letrada que defiende al agente al que hirió, hizo uso de la última palabra para negar otra vez que quisiera matar a los guardias civiles, acusarles de no haber dicho la verdad («no han contado más que mentiras»), reprocharles que quisieran hacer méritos a su costa («vinieron a mi casa a ponerse la medalla») y, en cualquier caso, «pedirles perdón a todos ellos y a mi familia por cuanto sucedió esos días».
Además, también quiso aclarar que a él no le gustan las armas y que si tenía una en casa «era para defenderme por si alguien venía a robarme las plantas de marihuana que tengo allí». Para eso y para nada más, dijo, «porque he sido siempre contrario a las armas». Es más, acabó, «el primer tiro en mi vida lo disparé ese día». El día preciso en el que José Luciano Simón tuvo «un mal despertar».
Durante la primera sesión del juicio, el jefe del equipo de la Unidad de Seguridad Ciudadana (Usecic) de la Guardia Civil que accedió a la vivienda relató que, en un momento dado, los agentes decidieron colocar sobre una pértiga de madera una cazuela con una gorra que después elevaron hasta la posición de Luciano José Simón para comprar sus intenciones. Un original cebo que el acusado negó ayer que existiera y al que su abogado hizo alusión durante su alegato para destensar el ambiente en la sala. «No existió intención de matar, luego nos encontramos frente a un delito de lesiones. O, si acaso, frente a un delito de homicidio de señuelo», soltó el letrado.
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