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El libro se reencuentra con la normalidad

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María Gil Lastra

El libro se reencuentra con la normalidad

Abre la Feria del Libro de Santander y Cantabria con 12 librerías y la particiación de más de 40 escritores e historietistas

Miércoles, 22 de julio 2020

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Quien entra al recinto tiene la sensación de estar en un ágora al más puro estilo clásico, un amplio espacio custodiado por estanterías llenas de color y atestadas de todo tipo de títulos que reclaman en silencio su atención. Para entrar en la Feria del Libro de Santander y Cantabria, que abrió ayer las puertas de su 39 edición en la plaza Alfonso XIII de la capital cántabra, donde permanecerá hasta el próximo 2 de agosto, primero tendrá que superar el control de acceso, en el que desinfectará su calzado, se le ofrecerá gel hidroalcohólico y donde una cámara le medirá la temperatura corporal y se cercionará de que el visitante lleva puesta la mascarilla de rigor. Cuidado si ha llegado corriendo o es propenso a los sofocos, porque entonces es posible que le toque esperar un par de minutos hasta que la máquina marque los grados que permiten acceder al foro. Una vez dentro, a investigar. A disfrutar con la pausa propia del lector, cuyas ansias por encontrar el libro que anda buscando o aquel que le cautive se traduce paradójicamente en calma y sosiego, en lentos paseos frente a la veintena de casetas instaladas en forma de círculo, indagando, preguntando, repasando atentamente lomos y portadas. Tendrá que hacerlo siguiendo el itinerario establecido por los organizadores de la feria, el colectivo Libreros Asociados de Cantabria, que ha cuidado hasta el más mínimo detalles «para ofrecer todas las garantías y la máxima seguridad a los visitantes», como explica Luis Lisaso, su presidente. No será difícil, porque el suelo está lleno de indicaciones con las direcciones a seguir y las distancias de seguridad que hay que mantener frente a los mostradores. Una distancia asegurada por el foro, limitado a 350 personas, y los 8 metros cuadrados de que dispone cada una de ellas. En su recorrido, el visitante transita frente a las casetas de librerías de Santander, Cabezón de la Sal, Laredo, Castro Urdiales, Torrelavega, Val de San Vicente... También del Gremio de Editores de Cantabria y de los editores independientes. «Somos pocos pero valientes y teníamos que sacar los libros a la calle, cerca de la gente», remata Lisaso. Y sí, ahí están. Miles de ellos: novedades editoriales, novelas, cuentos infantiles, cómics, guías de viaje, biografías –el género central de esta edición de la feria–, clásicos... Todos con un 10% de descuento durante toda la feria, porque los libreros quieren agradecer a sus clientes y a los ciudadanos el apoyo que les han brindado durante esta compleja etapa que afronta la sociedad y ellos como sector. Una oferta a la que se suma el amplio programa de actividades que a lo largo de estos diez días se celebrarán en el recinto, entre los que se cuentan conferencias, presentaciones o firmas de libros por parte de autores como Revilla u Okuda.

Día del Libro

La feria, que cuenta con el apoyo del Gobierno de Cantabria y del Ayuntamiento de Santander, celebró ayer una inauguración tan extraña como la 'nueva normalidad' que nos toca vivir. Lo hizo en vísperas de la celebración de un atípico Día del Libro en Cantabria, que homenajea hoy a este antiquísimo y fundamental invento, sin el que la historia de la Humanidad sería muy distinta, y con toda certeza peor.

Los libreros de Cantabria, alma de la feria, vivieron la jornada con la intensidad propia de una edición que fue suspendida en su momento y que han reorganizado a marchas forzadas. Óscar Muñiz, propietario de la librería especializada en cómics y narrativa gráfica Nexus-4, señaló que «si el 23 de julio iba a ser por las circunstancias de este año el Día del Libro, queríamos estar ahí para celebrarlo», y destacó que «poder celebrar la feria solo ha sido posible con el apoyo de mucha y buena gente, todo el mundo tenía ganas y todos hemos puesto de nuestra parte».

Quim Campillo, por su parte, responsable de la Librería Campillo de Torrelavega, explicó que «lo hemos puesto en marcha en 15 días y creo que se ha conseguido plantear una feria muy digna, ahora lo que hace falta es tenga éxito y que la gente acuda». En su opinión, el precedente de la Feria del Libro de Torrelavega, celebrada recientemente «con mucho éxito de asistencia y de ventas», genera grandes expectativas en un sector que lo necesita: «La cosa está complicada y esperamos que esta cita ayude a recuperar la actividad».

Marta Calderón, propietaria de la librería Sancho Panza de Cabezón de la Sal, valoró la celebración del evento: «Nadie hubiera pensado en abril o en mayo que esto se fuera a poder hacer y aquí estamos», destacando que «en nuestro negocio la gente no se agolpa, se hace todo con más detenimiento y en ese sentido la seguridad en este recinto está garantizada, hemos puesto mucho empeño en ello, así que lo afrontamos con mucho entusiasmo, para seguir recobrando poco a poco nuestra actividad». Calderón abogó por «seguir haciendo lo mejor posible nuestro trabajando, extremando las precauciones y seguir avanzando».

En la misma línea se expresó Ismael Díaz, de Anaïs Libros en Castro Urdiales, el más joven de los establecimientos que participan en la feria. En su caso destacó también «la Feria de Torrelavega, una experiencia que nos gustó mucho y en la que también primó por encima de todo la seguridad de los visitantes y de los libreros». Por ese motivo decidieron participar en la de Santander, que «está muy bien planteada, creemos que la gente tiene ganas y que va a actuar con responsabilidad».

Gracias al esfuerzo de todos ellos, Santander y Cantabria celebran estos días una edición muy especial de la Feria del Libro. Porque, como señaló Luis Lisaso durante su inauguración, «la literatura es una de las expresiones culturales más poderosas para sanar esa parte de nosotros a la que la medicina no llega: el alma». El termómetro de esa otra medicina se puso en marcha tras abrir las puertas del recinto, que a los pocos minutos ya contaba con numeroso público. Unos preguntaban, otros compraban, otros tan solo miraban y comentaban entre sí. Todos los ojos recaían en unos libros que esperaban, sin decir nada, a poder seguir contándolo todo.

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