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Dos senderistas en Picos de Europa. Andrés Fernández

Este cuaderno de excepción acabará siendo un cuaderno de costumbres

CUADERNO DE EXCEPCIÓN - DÍA 21 ·

Domingo, 5 de abril 2020, 08:36

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Se cumplen tres semanas de confinamiento con el anuncio de que el estado de alarma se amplía hasta el 26 de abril. Miro el calendario y cuento los días. Llevamos 21, si tomo como referencia el domingo 15 de marzo, y nos quedan otros 22 por delante. Estamos en el ecuador de este confinamiento. Si es que termina el día 26, porque me asomo a esa fecha con cierto escepticismo, igual que cuando mi perro olfatea una cosa con recelo. El 26 de abril tiene algo de zanahoria que nos ponen delante de los ojos para que el ánimo no decaiga. Supongo que porque decir que el confinamiento será indefinido hasta que la situación permita lo contrario sería, además de ilegal, más difícil de sobrellevar. Hace muchos años, en una ruta que podría definir de infernal por los Picos de Europa, nuestro guía utilizó el mismo recurso: «Después de aquel risco, llegamos; después de aquella curva, está el refugio; una vez que pasemos ese pico, se acabará la caminata». Anduvimos así más horas de las que quiero recordar, con los pies ardiendo y los hombros entumecidos por el peso de las mochilas. Cada vez que nos decía «ya llegamos», sentíamos un soplo de ilusión, fantaseábamos con quitarnos las botas y andar descalzos por la hierba, y la energía que pensábamos que no teníamos regresaba otra vez a nuestro cuerpo. Luego, cada vez que comprobábamos que no, que no habíamos llegado, que debíamos seguir caminando pese al agotamiento, nos deprimíamos un poco. Pero enseguida el guía estiraba su brazo y apuntaba a algún lugar del horizonte y entonces la ilusión regresaba, como regresa el perro a su dueño aunque su dueño lo haya apaleado. 21 días de confinamiento y otros 22 por delante. Pienso que este cuaderno de excepción acabará siendo un cuaderno de costumbres, se me ocurre que quizás cuando termine el encierro deba comenzar, entonces sí, un verdadero cuaderno de excepción para hablar de esa vida olvidada que deberemos estrenar. Qué raro va a ser cuando podamos volver a caminar por donde nos plazca. Me pregunto cuándo podremos tocarnos los unos a los otros, cuándo los hijos abrazarán a sus padres, cuándo los abuelos a sus nietos. Pienso en las playas desiertas bajo este sábado de abril tan luminoso, pienso en las aulas vacías de todos los colegios, pienso en las carreteras de montaña sin el suave rumor de los ciclistas, pienso en los hornos apagados de las empresas metalúrgicas, pienso en las barras de los bares sin gente. Pienso en todas esas cosas y me pregunto si el mundo se ha quedado congelado o si está avanzando sin nosotros.

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