Isabel San Sebastián
La escritora presenta hoy en el Ateneo de Santander 'La Temeraria', tercera entrega de su serie sobre el periodo de la Reconquista
De la Patagonia al Camino de Santiago, Isabel San Sebastián (Chile, 1959) se mete de lleno en cada uno de sus proyectos para trasladar al ... lector las sensaciones tal como las vivieron sus protagonistas. Hoy regresa al Ateneo de Santander «con muchísimo gusto, como siempre» para presentar la tercera entrega de lo que ya es una «saga» sobre el periodo de la Reconquista. Su nueva novela, 'La Temeraria', aborda la historia de quien fue la primera reina por derecho: Urraca.
-Urraca y su marido, Alfonso, son conocidos como La Temeraria y El Batallador. Ya se percibe diferencia de valoración.
-La historia les colocó en lugares diferentes y cercanos. Ambos fueron reyes, ella de León y él de Aragón; ambos fueron batalladores, porque plantaron cara a los almorávides e incluso unieron sus tropas para hacerles frente, pero él era hombre y en consecuencia la historia lo premió recordándolo con lo mejor que hizo. Ella era mujer y las crónicas la castigaron recordándola como una temeraria, cuando, en realidad, fue una mujer extraordinariamente valiente. Decidida a defender sus derechos, cosa que le valió ese apodo infamante.
-Relegada dos veces; en su época y en la lista de mujeres a las que la historia sí menciona, donde pasa desapercibida.
-Nadie había constatado ese detalle importantísimo, pero, efectivamente, porque ella fue reina. Se recuerda con cariño a su tía Urraca, infanta, que no llegó a casarse, a su tía abuela Sancha, reina consorte, a Berenguela... Las reinas que no han pretendido mandar fueron recordadas con benevolencia, pero a esta, como fue la primera que osó ejercer su potestad real, la historia la machacó.
-Tuvo, como destaca, una vida personal en la que decidió ejercer las mismas libertades que gozaban los hombres, algo que también la perjudicó.
-Eso era inconcebible, claro. Que una mujer tuviera amantes y lo mostrara en público estaba mal visto. La llamaron meretriz pública, le hacían coplas los juglares, que jamás se habrían atrevido a hacer de un rey. Pero a la reina, que pretendió los mismos privilegios que sus antepasados varones, la machacaron.
-Se atrevió incluso a denunciar públicamente la violencia que sufrió por parte de su marido.
-Efectivamente. No era el mismo sentido de la palabra denunciar que hoy en día, pero ella, en una carta que escribe a un familiar suyo gallego, le dice «nadie mejor que tú sabe cuántas veces mi marido ha ensuciado mi cara con sus manos o me ha golpeado con el pie». Es algo inaudito. No creo que fuera la única reina maltratada, aunque los nobles no eran tan rudos como otros estamentos. Las crónicas no recogen otros casos de personajes de cierta relevancia, lo cual denota que ella tuvo mucha valentía al contarlo y él mucha brutalidad al hacerlo.
-¿Cómo está siendo la labor de investigación para encontrar todos esos datos?
-Antes de sentarse a escribir una novela histórica hay que estudiar mucho. Una cosa es una novela ambientada en una determinada época y otra, una cuya base histórica sea sólida. Me he leído la 'Historia Compostelana', las 'Crónicas anónimas de Sahagún', las 'Crónicas de Jiménez de Rada', alguna biografía actual... Yo no me invento lo que pasa. Los acontecimientos son auténticos y están documentados. En la nota que precede, ya lo digo, que esta es una novela basada en hechos reales, que respeta el rigor, pero yo voy a mirar a la reina con ojos indulgentes, cariñosos y respetuosos. Pretendo devolver a esta reina algo del respeto que nunca tuvo en vida ni tampoco después de su muerte en las crónicas.
-Como periodista, ¿también ha tenido que contrastar lo que se ha ido encontrando?
-La información es la que es con las fuentes que hay, pero también he visitado diferentes lugares. Hice el Camino de León, para narrar de forma certera lo que serían esos viajes cruzando la Cordillera Cantábrica a pie o a caballo, para saber lo que se siente. Estuve en Salas, en Sahagún, en Saldaña, donde muere la Reina... Soy periodista y me gusta, como decías, que cuando digo algo, esté perfectamente contrastado.
-¿Está consiguiendo establecer los nexos que considera que faltan en el relato común?
-No aspiro a tanto. Intento rescatar de un olvido secular el papel de las mujeres en la Edad Media española, que fue fundamental. Desde la alta Edad Media del matriarcado astur hasta la reina Isabel y la culminación de la Reconquista. A veces con personajes reales y otros de ficción totalmente verosímiles, intento devolver a la luz a los cientos de miles de mujeres que la historiografía ocultó bajo capas de misoginia.
-«Quien no conoce su historia -argumentó- es muy difícil que pueda crear un proyecto compartido». ¿Puede contribuir a mejorar ese entendimiento?
-Por supuesto. En mis novelas hay mujeres, pero hay historia, se cuenta lo que ocurrió en esos siglos determinantes en la historia de España, que no se entiende sin la Reconquista. Ni siquiera se entiende el mapa autonómico. Quien no conoce su historia no puede avanzar en el proyecto compartido de nación. Y estoy convencida de que esto no es casual; hay un empeño deliberado en robarnos nuestras raíces y hacernos más vulnerables a ciertas pretensiones disgregadoras.
-Parte de nuestra historia procede de otras culturas con la que es muy crítica. ¿Qué salvaría de la aportación musulmana?
-Muchísimo. Ahí está la Alhambra, el esplendor cordobés, muchísimos avances en muchos campos. Salvo muchas cosas de la presencia musulmana en España, pero viendo cómo ha evolucionado el mundo islámico hoy y cómo lo ha hecho el cristiano, no tengo duda; prefiero formar parte del segundo, que ha evolucionado hacia la libertad, la democracia, la separación entre iglesia y estado... El mundo musulmán sigue sumido en la Edad Media sin visos de evolucionar. Yo no escribo historias de buenos y malos y hay mucho que salvar, pero España volvió a sus raíces cristiano romano visigodas y yo me alegro mucho.
-En su visita anterior al Ateneo lamentaba la mediocridad de la sociedad actual. ¿Considera mejores los valores de la época que recrea en la novela?
-Prefiero vivir hoy que en la Edad Media (ríe), pero hay algunos valores que se han perdido. El del honor, por ejemplo. La palabra, que era sagrada hasta hace muy poco o la valentía, algo indispensable que ahora se equipara a la estupidez.
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