Sobre Elías Díaz: alta temperatura intelectual y moral en La Magdalena
Durante tres días, numerosos catedráticos universitarios de prestigio han desentrañado las claves de la lucha de este intelectual por la implantación de un Estado de Derecho en España
Manuel Atienza
Lunes, 4 de agosto 2025, 09:30
En estos tres últimos días de julio, quizás no los mejores del año para algo así, se ha producido un encuentro en la Universidad Internacional ... Menéndez y Pelayo sobre el pensamiento de Elías Díaz y la reconstrucción del Estado de Derecho en España. Recientemente fallecido en Madrid, a los noventa y un años, los directores del encuentro, yo mismo y Francisco Laporta, hemos acertado a convocar en torno a su figura y su legado los afectos de familiares y amigos y las disquisiciones académicas de sus herederos intelectuales. Como ellos mismos nos han dicho, han convocado allí a los afectos y a los conceptos.
Han sido tres días de gran intensidad intelectual y moral. Inaugurado por su esposa, Maite Villar que, con ochenta y ocho años, un bastoncillo y una sobrina entrañable que la apoyaba, ha sido capaz de expresar con amor y con dolor, entre lágrimas pero también con ingenio y risas bondadosas, las peripecias de un estudiante salmantino de los últimos cincuenta y primeros sesenta de la España del franquismo que puso las bases para alcanzar, contra todo pronóstico, que hubiera una Constitución vigente cuyo artículo 1 reza así: «España se constituye en un Estado social y democrático de derecho…».
En sesiones intensas, más de quince catedráticos universitarios de prestigio han desentrañado las claves de su lucha, entre hostigamientos, confinamientos y amenazas, por la implantación de un Estado de Derecho en España. A pesar de las tentativas de proscribir su carrera docente e investigadora por parte de algunos profesores integristas que habían ocupado las cátedras universitarias como botín de la guerra civil, Elías Díaz acertó a reconstruir los elementos teóricos básicos de la organización jurídico-política de la sociedad en un Estado de Derecho, reclamó la recuperación del pensamiento español crítico y heterodoxo (entre otros intelectuales que fueron objeto de su rescate y estudio está muy especialmente el socialista Fernando de los Ríos, que vino a firmar en agosto de 1932 un Decreto creando la Universidad Internacional de Verano de Santander con sede en el Palacio de La Magdalena), y construyó una teoría del derecho muy novedosa en nuestro país que ha tenido como consecuencia la existencia de una comunidad de teóricos del derecho en él inspirados.
En una de las sesiones también se recordó, por Virgilio Zapatero, catedrático y discípulo de Elías Díaz, además de exministro socialista, y por Francisco Villar, embajador de España, la naturaleza y las coordenadas principales de la transición política española (interior y exterior respectivamente), tiempo que el autor e inspirador del encuentro hubo de vivir con gran intensidad y esperanza, y con un espíritu de acuerdo y diálogo como el que culminó en la elaboración de la Constitución.
Una de las cosas que comentaban las gentes que asistieron, y sobre todo algunos estudiantes matriculados, era que lo que les había impresionado especialmente fue contemplar cómo dos decenas de intelectuales que con frecuencia discrepaban explícitamente entre sí en asuntos de importancia, se producían argumentando y dialogando con respeto y afecto utilizando solo las armas de su razón sin merma alguna de sus relaciones personales y sin acudir nunca a argumentos capciosos o trampas subjetivas. Eso es algo cada vez más infrecuente en el discurso público español, viciado siempre por sesgos y falacias. Todos estuvieron de acuerdo en que eso sería lo deseable, y, convinieron en que, junto a su pensamiento y sus escritos, esa seguramente había sido la herencia más hermosa que les había trasmitido la personalidad de Elías Díaz, discutidor incansable, crítico de todo, irreconciliable con la realidad que le tocó vivir, a la que constantemente superponía una propuesta de mejora, aunque siempre lo hacía lealmente con sus interlocutores, procurando no herir innecesariamente y con toda limpieza argumental.
En el Palacio de la Magdalena se ha sentido estos días, evocando la figura de Elías Díaz, la exigencia ética e intelectual de que esas actitudes y talantes no parezcan condenadas a desaparecer entre nosotros.
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