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Un discreto reestreno
Roko Baturina recibió la ovación de los Campos de Sport en su regreso al Racing, pero no tuvo ni el contexto más favorable ni el acierto de otras ocasiones
Recibimiento de lujo de la grada de los Campos para Roko Baturina. Entre la ilusión y la necesidad, el croata reaparecía con el doce de ... Zigic a la espalda, y tras una fabulosa campaña publicitaria que había hecho olvidar a la afición el disgusto contra el Eibar, un mal partido sin paliativos que, hasta entonces, pasaba por mero accidente.
Así que el regreso del delantero suponía un aliciente, una inyección de ánimo. El ariete apareció justo en la reanudación, y sería saludado con el cántico acuñado la pasada temporada, una adaptación de 'Los Picapiedra' capaz de subir la moral a cualquiera. Y moral era lo que hacía falta, en un partido bronco en el que el Racing palmaba casi desde el pitido inicial contra un Cartagena en apuros. Un hueso duro, vamos, y más con marcador a su favor.
Sobre el guion, el papel de Baturina tenía que ser el de revulsivo, mientras que el rol de titular le correspondía a un Arana que se lo tenía más que merecido. Pero el ímpetu que siempre demuestra le causaría ayer una mala pasada: en el minuto doce, quiso tapar la salida del balón echándose a los pies del lateral. Frenó la pelota, pero se llevó toda la fuerza del golpeo. Conseguiría aguantar toda la primera parte, pero llevándose constantemente la mano a la cara interna de la rodilla. Ni el agua milagrosa que le dieron en la banda serviría de nada: acabando el descanso, salió a probarse con un aparatoso vendaje en la pierna izquierda. Después de un par de trotes, se rindió: que pase el siguiente.
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La fórmula de la frustración
Y el siguiente era un Roko Baturina al que el míster José Alberto dio las últimas instrucciones con el brazo sobre los hombros, y le desearía suerte chocándole la mano. Le iba a hacer falta.
Aunque suerte no era precisamente lo que tenía su equipo esa tarde, con un horario extraño, un rival marrullero que se le atragantaba y un árbitro anti casero que iría calentando el ambiente, sin remedio. Así las cosas, el croata hizo lo que pudo, que tampoco sería demasiado.
Y eso que su presencia no solo influye en el estado de ánimo de la grada, sino también en el del rival: en el primer lance, forzó un córner en un balón muy fácil para la defensa... simplemente pasando por allí. Los suyos le buscaban como clara referencia. Andrés le pillaría a contrapié, y de paso se llevó una buena regañina de Vicente, que las pide todas. Y el central Verdú le daría un saludo más personal en la tibia, su «bienvenido a la liga 'Geiper'». Como debió parecerle poco efusivo, a la siguiente le atizó hasta derribarlo.
La primera seria la tuvo en el sesenta y tres, pero su zapatazo, sin mucho ángulo, se estrelló en un defensa. Diez minutos más tarde, de nuevo golpearía con la violencia e idéntico resultado. Ya en el tiempo añadido, no pudo llegar al único balón que le buscaba de cabeza por un empujón del central, que el árbitro no vio punible. Poco más para cuarenta y cinco minutos de urgencias, pero en los que los suyos no es que no le encontrasen: es que apenas llegaron a buscarle.
Obviamente, si el equipo no carbura, es difícil que el delantero brille. Sobre todo, un nueve clásico, que te ofrece muchas posibilidades -y que Baturina sabe hacer como nadie, ya lo demostró el año pasado-, pero para sacarles partido hace falta variar parte del juego del equipo. Será cuestión de que José Alberto reajuste algunos engranajes.
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