Riki o el reencuentro con el pasado
El mediocentro, gran duda del Albacete por una contusión en la tibia derecha, fue brevemente racinguista en la difícil temporada 20-21
Una de las grandes dudas del Albacete de cara a la vista del Rariki-cing es la presencia o no de un viejo conocido verdiblanco. ... Se llama Ricardo Rodríguez Gil-Carcedo, pero su nombre de guerra es, sencillamente, Riki, e ilustra como pocos la diametral metamorfosis racinguista del último lustro.
Quien ahora es una de las referencias del centro del campo albacetista tuvo una breve pero intensa etapa como verdiblanco. Le tocó vivir el que estadísticamente fue el peor Racing de la historia, al que llegó en el mercado de invierno como cedido por el Real Oviedo para tratar de dar algo de lucidez al centro del campo. Fue, promoción de canteranos aparte, de lo poco que se salvo en aquel Racing de Aritz Solabarrieta que en pleno periodo postpandémico ni siquiera se clasificó para la fase de ascenso a Segunda.
Su apuesta por el Racing fue en cierto modo un ejercicio de fe. El club había destituido a Javi Rozada tres semanas antes, cediendo al empeño de su nuevo y efímero rector deportivo, José María Amorrortu, de romper el compromiso que se había alcanzado en verano con el asturiano y contratar a Aritz Solabarrieta. El Racing no había comenzado bien (tres victorias, tres empates y un partido perdido), pero el debut del vasco fue terrible: tres derrotas consecutivas.
Debutó Riki acto seguido con un empate en casa ante el Bilbao Athletic y vivió a la semana siguiente un histórico partido en Ibaia ante el Alavés B sin público. No porque las instalaciones vitorianas estuviesen cerradas, sino porque nadie se acercó a verlo. Solo empleados de ambos clubes –y del Alavés pocos, porque también jugaba el primer equipo– y periodistas.
La temporada concluyó con bastante pena, ninguna gloria, el Racing clasificado al menos para la nueva Primera RFEF que se estrenaba al curso siguiente y un Riki que había dejado muy buenas sensaciones. Tanto que el club se planteó retenerle, pero ni el Oviedo estaba muy por la labor ni el futbolista vio futuro ni el Racing hizo una verdadera apuesta económica.
Nueva etapa
Regresó efímeramente a Oviedo para salir cedido al Burgos, en Segunda, y en invierno al Albacete, entonces en Primera RFEF. Desde la ciudad manchega vio desde la lejanía cómo el Racing comenzaba a reconstruirse mientras él hacía lo propio en el Carlos Belmonte. Fue el año del ascenso con Iván Ania en el banquillo. También el Queso Mecánico sacó billete para la categoría de plata, y desde entonces Riki ha sido titular poco menos que indiscutible en su medular.
Apunta también a serlo esta temporada, aunque lo que no está nada claro es que el lunes pueda reencontrarse sobre el césped con Íñigo y Mantilla, los dos únicos que quedan en la plantilla de su etapa verdiblanca. Hace poco más de una semana sufrió una contusión en la tibia derecha, lo que le provocó, según comunicó el club «una profunda herida que le obligó a ser trasladado de urgencia al hospital para tratar la herida y ponerle seis puntos de sutura».
Se perdió el festival goleador del lunes, en el que su equipo y el Almería firmaron un empate a cuatro y tampoco está claro si estará o no disponible para recibir al Racing. Todo en un mes de agosto en el que se ha vinculado su nombre al de un Deportivo que sigue reforzándose.
Pero más allá de esas circunstancias, el reencuentro con Riki devuelve al Racing y al racinguismo el recuerdo de unos tiempos muy oscuros y muy poco lejanos. Bien lo recuerdan Íñigo y Mantilla, entonces dos canteranos recién llegados a una primera plantilla que aquel año lo pasó mal. Muy mal.
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