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Hay quien dice que el fútbol no tiene memoria, pero seguramente será porque no suele pasarse por los Campos de Sport. O porque le pasa ... como a mí, que debo tener memoria de pez porque tardé bastante en darme cuenta de qué iba el tifo del domingo. Espectacular, como todos los que preparan en la Gradona de los Malditos, y con ese toque de cómic que bien se merece un superhéroe de la grada como es el capitán Íñigo Sainz-Maza. Sin embargo, las referencias al infierno me pillaron algo fuera de juego y tuve que forzar bastante la moviola. ¿Cuánto hace ya? ¿Tres temporadas? La verdad, parece que hubiera pasado un siglo.
Sí, aquella fue una temporada vibrante, y la rivalidad enconadísima, pero aparte de que entonces nos salimos con la nuestra, ha cambiado tanto la película que apetece mucho más mirar hacia el futuro que hacia un pasado no demasiado grato. Vamos, de hecho, debo confesar que lo primero que pensé al leer la palabra infierno fue en la Segunda División, no en la Segunda B o como quiera que la llame ahora la Federación.
Y ya puestos a hacer confesiones, añadiré que no me gustan nada los cánticos ofensivos al Dépor por mucha vidilla que pensemos que dan al juego. Pero no porque sea el Dépor, no me gusta que se falte a ninguna afición ni a ningún jugador. Bueno, a todos todos, no, que todavía no me me falla tanto la memoria como para haber olvidado aquella celebración de Casquero. Lo que no compro el argumento de que los demás también lo hacen -que sí, que es verdad, yo también he sufrido los apedreamientos en el Tartiere-, porque es que parece que la gresca fuera una forma de autodefensa, y la única manera de sobrevivir en este mundo de depredadores. Mucho rollo con el fair play, mucho paripé de estrecharse manos antes y después de los partidos, pero la realidad luego no tiene nada que ver con el juego limpio.
En fin, lo mejor de todo fue que, a la vuelta de tres años, la rivalidad con el Dépor se ha quedado en nada. Primero, porque el Racing está en otra película, y segunda porque los verdiblancos fueron muy superiores. Incluso, a pesar de haber pasado algún apuro al final, tuvieron el partido controlado y, por fin, sacaron ese carácter y esa garra que faltaba para redondear las virtudes de un equipo que, ahora sí, parece que por fin está en condiciones de luchar de verdad por el ascenso.
Y es que tal vez no apareciera el juego deslumbrante del principio de la temporada, pero a cambio los nuestros salieron por fin al campo a competir desde el primer minuto. Hasta fueron más contundentes que los rivales, y en lugar de quedarse protestando en cada decisión discutible del árbitro se dedicaron a redoblar esfuerzos y a apretar al rival igual que les aprietan a ellos. Incluso lo dijo JAL en la sala de prensa: el partido lo ganó la defensa. De hecho, la presión del Racing era tan asfixiante en la primera parte que los deportivistas acababan por perder ellos solos la mayoría de los balones. Se les notaba tan nerviosos que, al final, resultó que ahora el verdadero infierno es venir de visitante al Sardinero.
Eso sí, si el infierno es la tercera categoría, esta Liga geyper en la que andamos ahora, ¿qué es? ¿El purgatorio? ¿El limbo? Será que con tanta movida vaticana se pone uno más trascendente, porque desde luego prefiero pensar en el más allá. El más allá de junio, con ascenso a los cielos incluido.
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