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Quique Curbelo
Pleitesía trendy al reguetón

Pleitesía trendy al reguetón

En manos de los consumidores de música quedará «aceptar pulpo» y pasar por el aro de la contemporaneidad impuesta o plantarse ante estas nuevas corrientes que parecen pedir a gritos el relevo a otro tipo de público

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Sábado, 15 de diciembre 2018, 09:29

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Que sí, que lo han dicho en la tele. Y, además, el line up del festival más transgresor de estos lares, también apuesta en su edición 2019 por cabezas del palo. Incluso, una de las revistas musicales de mayor solera en la prensa especializada patria ha salido a la calle, este mes, engalanada de ritmos latinos desde la portada.

Y no hay más qué hablar. Hay que subirse al tren del reguetón; si no, es que no estás en lo que hay que estar; ni tampoco en la onda, ni en la cresta del hype, ni siquiera molarás en tus redes sociales si no comprendes que J Balvin es el nuevo Dios a adorar. El 'mesías' que, junto a sus secuaces, ha llegado para salvarnos del adormecimiento en que estaban cayendo los macro eventos musicales en España; el 'todopoderoso' que ha venido bien para romper moldes y aniquilar unos cuantos clichés de nuestra escena desgastados ya de tanto usarlos. Porque, desde hace años, veníamos asistiendo a idénticas veladas festivaleras verano tras verano, aplaudiendo carteles siameses a un lado y al otro del país, con propuestas y estéticas que, corrieran a cargo de la playa, la montaña o el asfalto, terminaban sonando exactamente igual.

Que esta apuesta por el reguetón y el latin urban tan repentina -y aparentemente orquestada por batutas de la industria- tenga más de estrategia comercial para abrir mercado hacia otros nichos más vírgenes y menos trillados en España, que de pasiones hacia ese arte o sonido, no es inaudito, es comprensible y parece que hasta necesario para refrescar. Pero en manos de los consumidores de música quedará «aceptar pulpo» y pasar por el aro de la contemporaneidad impuesta o plantarse ante estas nuevas corrientes que parecen pedir a gritos el relevo a otro tipo de público. O tal vez no, tal vez requieran del mismo, pero con la capacidad de reconvertirse a la religión de turno cuando sea preciso, en un batiburrillo mental disfrazado de eclecticismo interesante que ya roza el sinsentido.

Sin embargo, los turbados por el look festivalero de la próxima temporada están de suerte porque, medio año antes, ya saben que en el chándal y en los «aracos» pendiendo de sus lóbulos hallarán al caballito ganador de los outfits del verano.

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